El Banco Central, en su último Informe de Política Monetaria (IPOM), mencionó que el crecimiento potencial de la economía chilena estaba en el rango de 3,0% a 3,5% anual. Por otra parte, el ministro de Hacienda sostuvo que habría que hacer muchos esfuerzos para crecer un 3,5% en el 2019. Y las expectativas de crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) según la encuesta del Banco Central también se han ajustado al 3,5%. ¿Por qué nos cuesta tanto crecer?

Explicaciones hay muchas. Una de ellas tiene que ver con la desaceleración que ha experimentado la economía china desde el 2010 en adelante, y que por más que las autoridades políticas chilenas quisieran alterar, nada podrían hacer porque no está en sus manos resolverlo. Sin embargo, lo que sí pueden cambiar nuestros políticos son los lomos de toro que entorpecen y ralentizan el crecimiento del PIB, y que el Banco Central definió tan graciosamente como los “shocks autónomos” para explicar el daño que las reformas del anterior gobierno le hicieron al potencial de crecimiento de nuestra economía.

El principal daño de las reformas tributaria y laboral del Gobierno anterior fue la inversión, que se contrajo cuatro años seguidos sin mediar crisis externa y que afectó el crecimiento potencial de largo plazo. La tributaria deterioró significativamente la rentabilidad del capital, y la laboral redujo el rendimiento del trabajo. Otro aspecto, más difícil de medir, es el enrarecimiento y la animadversión de cierta parte del mundo político hacia los empresarios, que podría definirse como un aumento de la incertidumbre, o riesgo, del país.  Por ejemplo, el manido discurso de que los empresarios abusaban de los trabajadores, y justificación de la reforma laboral, es “totalmente falso” a la luz de las cifras, pues en los últimos ocho años la masa salarial (aumento del empleo y los salarios reales) creció más que el PGB, mientras las empresas del IPSA, la crema y nata del mundo corporativo, veían reducidas sus utilidades.

Este año se discutirán varias reformas muy importantes para que el PGB pueda crecer más rápido, y los políticos de oposición declaran abiertamente su intención de torpedear dichas iniciativas, como si el bienestar de la población fuera secundario a sus intereses. Ojalá que el Gobierno tenga la astucia para lograr acuerdos necesarios de forma que el gran beneficiado sean los trabajadores chilenos. Y, a pesar de que los empresarios también lo serán, ¿cuál sería el problema si todos mejoramos?  Para mejorar en igualdad, primero se debe generar riqueza y luego redistribuirla; el Estado puede y debe hacer lo segundo, pero creer que hará lo primero es negar la historia de los últimos dos siglos.

Winston Churchill decía que “muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como el caballo que tira el carro”. La izquierda radical, PC más el Frente Amplio y algunos otros, tratan de convencernos de que el Estado y los burócratas que lo manejan pueden proveer el bienestar que anhelamos. Como ha sido la tónica desde el siglo pasado, estos ilustrados de la igualdad están dispuestos a hacer nuevamente el experimento en Chile, probadamente fracasado en donde se ha aplicado, y creen que en esta ocasión serán exitosos sólo porque ellos lo comandarán.

Es imperativo que los políticos de oposición entiendan que su pega es trabajar para producir bienestar al pueblo, no entablar luchas políticas con sus contrincantes, y que de una vez por todas reconozcan que en materia económica la “trayectoria” del Presidente Piñera es mejor que la de la ex Presidenta Bachelet. Llegó la hora también que se admita que la gran mayoría de empresarios, pequeños y medianos, somos caballos y no lobos o vacas.

FOTO.JAVIER SALVO/AGENCIAUNO