El vértigo de las noticias en los últimos dos meses podría hacernos creer que estamos enfrentando los problemas reales con una serie de cambios estructurales a todo nivel. Pero, en realidad, a lo sumo hemos reemplazado algunos problemas urgentes por otros. A principios de este año, desde USEC dijimos que este era un año de reformas y que, entre ellas, las que benefician al adulto mayor no podían esperar. Se acerca Navidad y si los empresarios no nos hacemos cargo, muchos de los problemas del adulto mayor continuarán allí, aunque miremos para otra parte.

Una mayor expectativa de vida debería ser una bendición y una gran oportunidad. Mantenerse activos en la vejez tiene efectos en la salud mental y previene el deterioro cognitivo; por lo tanto, es normal que algunos quieran, puedan y necesiten trabajar. Desde USEC lo hemos dicho antes: “si hubiera que buscar una sola variable que permita generar la mejor alternativa a todos esos miedos [de la vejez], encontraríamos que una oportunidad de trabajo digno y oportuno es la respuesta correcta”.

Vemos cómo el desarrollo de la medicina, mayor y mejor cobertura de los servicios de salud y mejores condiciones sociales y culturales hacen de Chile el país con más alta esperanza de vida en Latinoamérica. Sin embargo, ese éxito significa un aumento en la complejidad de la solución a sus problemas. El costo de los medicamentos, bajas pensiones, pocas y pobres oportunidades laborales se suman a la perspectiva del abandono, la pérdida de sus facultades e independencia y la angustia de ser una carga para sus familias. El aumento de la esperanza de vida y las bajas tasas de natalidad hacen que la antigua “pirámide” de población se haya invertido, por lo que este asunto ya no es un problema que afecta sólo a los adultos mayores o a los que lo serán pronto, sino que es un problema de todos.

No se ve a las empresas igualmente preocupadas ni ocupadas en buscar maneras de incluir laboralmente a los adultos mayores como sí lo hacen con las nuevas generaciones; el desafío es mayor, pues conviven en la misma empresa tres generaciones de personas, cada una con sus ritmos y motivaciones. Las agendas sustantivas para la tercera edad siguen siendo excepcionales. Y no deberían serlo, pues las personas mayores de edad tienen una serie de virtudes y características que en las empresas son escasas y muy necesarias: experiencia, sabiduría, prudencia y conocimiento acumulado que no se adquiere de otra manera que viviendo y pasando por situaciones complejas. Liberados del cuidado de los hijos menores, un adulto mayor tiene una flexibilidad horaria que le permite participar en esquemas complementarios a los trabajadores que están en otras etapas de sus vidas.

Finalmente, el Estado. Es urgente su rol de facilitador que permita la iniciativa de las personas y de las empresas. La rigidez del mercado laboral impide que de este encuentro entre personas y empresas se satisfagan las necesidades de ambos. El Estado no debe limitarse a no obstruir, sino que poner en marcha su segundo rol e implementar los incentivos que catalizan estos procesos. Sin duda el mecanismo más eficiente en política pública, con uso directo de recursos y sin necesidad de asumir los costos que incorpora la administración del Estado.

Si hay un “lugar” hacia el que vamos todos juntos –y a la misma velocidad– es hacia la vejez; no hay excepciones en ese sentido. Las condiciones en que las vamos a vivir son muy distintas y, para la mayoría, angustiantes y precarias. O lo abordamos desde la empresa, con creatividad e inteligencia o terminará siendo otro problema insoluble más en la mochila del Estado, cuya baja capacidad de gestión multiplica la gravedad del problema. O la empresa se transforma en un espacio de inclusión, dignidad y solidaridad o, a regañadientes, vía impuestos, le pagaremos más al Estado por una solución de peor calidad para cada uno de nosotros.

La Navidad es una oportunidad para valorar el aporte, experiencia y sabiduría de los adultos mayores, su rol central de formadores en la familia, e incluirlos para que vuelvan a ocupar un espacio central en la vida de todos nosotros.