En política, el triunfo electoral no es suficiente, sino que necesariamente debe ir de la mano de un trabajo sistemático para convencer a la ciudadanía de que las ideas por las que votaron son las correctas. Este trabajo tiene mucho que ver con que las prioridades del gobierno sean percibidas como legítimas, es decir, que gocen de una aceptación basada en su justicia. Así, cuando el gobierno prioriza las distintas necesidades, debe lograr que esa priorización sea vista como justa. La operación es delicada, ya que siempre deja damnificados que sienten que su inquietud es más urgente e importante.

El futuro gobierno de Sebastián Piñera tendrá una tarea importante en este tema. ¿De qué tiene que convencer a la ciudadanía, incluyendo la de su propio sector?

Primero, debe reforzar la rigurosidad y disciplina de su gente. Chile Vamos avanzó una enormidad en este sentido, y logró un número importante de diputados y senadores en base a una lista única, con un programa de mínimos comunes por sobre máximos imposibles. Esta rigurosidad se debe traspasar al ámbito de gobierno, fundamentalmente en dos áreas.

Por una parte, el rigor al momento de ejercer el poder, al pensar e implementar las políticas públicas. La propuesta debe brillar por su calidad técnica, debe haberse pensado y debatido con diversos actores, a diferencia de la flojera que caracterizó las reformas insignia de la Nueva Mayoría. Por otra, aplicar un alto estándar ético, que debe marcar el trabajo de todos quienes formen parte del gobierno, de los ministros, subsecretarios, jefes de servicios, intendentes, parlamentarios y todos quienes conforman el largo y ancho aparato burocrático del estado. No puede haber ni una sombra de duda sobre los que representarán a la centroderecha desde cargos de confianza o elección popular. Esta nueva oportunidad de gobernar -que no se había tenido tan seguido en democracia- no puede ser empañada por casos de financiamiento ilegal, desviación de recursos, abuso de poder y toda otra forma de ejercicio torcido de las facultades que otorga el cargo.

El segundo esfuerzo por convencer tiene que estar centrado en la idea de un sano equilibrio entre individuo, sociedad civil y Estado. Esto es quizás más difícil que lo anterior, puesto que implica traspasar competencias desde servicios estatales hacia instituciones que no pertenecen al Estado, cambiar lógicas de asimetría en el ejercicio del poder, empoderar a los ciudadanos y entregar herramientas eficaces para que resuelvan las problemáticas a nivel local de manera efectiva.

Este cambio cultural, que propugna un orden social diferente, sería quizás el legado más importante de la futura administración Piñera. Marcaría así una huella indeleble en nuestro andamiaje sociopolítico, y heredaría a su sucesor un país en movimiento, mejor equipado y menos dependiente de los políticos, que desgraciadamente se equivocan y se seguirán equivocando.

 

Rodrigo Pérez de Arce P., Fundación para el Progreso

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

 

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