Diversos analistas de derecha (denominados “conservadores heterodoxos”), que comparten un fuerte rechazo a las libertades individuales en las llamadas “cuestiones valóricas”, han criticado la preeminencia que, en el segundo gobierno de Sebastián Piñera, ha tenido la vertiente liberal de Chile Vamos, emblemáticamente representada por Evópoli. Algunos han llegado a sostener que el apoyo a una ley de identidad de género que incluya a menores de edad (por lo visto, ya no les parece tan mal que incluya a los mayores) y la adopción homoparental, daría cuenta de “gustos sofisticados”, pero sin hacerse cargo de los gustos conservadores (a favor, por ejemplo, de un estatismo sexual).

Lo cierto es que la monótona música de la siesta conservadora en la que por tantos años ha dormido la derecha en Chile -y que se ha caracterizado por reclamar únicamente las libertades para el mercado, pero negándolas en todo lo demás- ahora debe convivir con otras melodías, mucho más ricas. En este sentido, se agradece que exista una auténtica fuerza liberal en la derecha que dé cuenta de un liberalismo integral, no reduciendo la libertad exclusivamente al plano económico. Al fin y al cabo, incluso alguien como Friedrich Hayek —uno de los grandes defensores del libre mercado durante el siglo XX— insistió siempre con fuerza que la libertad liberal es una libertad de acción para todos los campos de la vida humana. De hecho, su teoría del orden espontáneo es una teoría jurídica orientada a que las normas sean reglas del juego, que permitan a todos perseguir sus fines propios como si fueran fines supremos, y sin que el Estado establezca un fin colectivo de carácter unitario, al que deban subordinarse esos fines individuales.

Siempre han existido dos grandes vertientes en el sector —la liberal y la conservadora—, una más laicista y la otra más cercana a la Iglesia católica, que se han terminado encontrando por su mayor o menor adhesión al libre mercado.

Otros, de manera algo más estrambótica, han argumentado que la vertiente liberal de la derecha, que ha apoyado causas asociadas a la libertad sexual de las personas (en algunos casos, con el apoyo de sus padres y de especialistas), supondría el pasarse a las “líneas enemigas” y mimetizarse con la izquierda. ¿Es esto cierto? Lo sería si el conservadurismo moral —y el estatismo sexual, como su principal “producto”— fuesen parte del mínimo común histórico de la derecha en Chile. La verdad, no lo ha sido. Y aunque es cierto —este punto es imposible no concederlo— que la derecha, sobre todo en las últimas tres décadas, ha sido hegemónicamente conservadora, lo que siempre la ha unido, lo que realmente ha constituido su mínimo común histórico, es la defensa y promoción de la libertad económica. Más allá de eso, siempre han existido dos grandes vertientes en el sector —la liberal y la conservadora—, una más laicista y la otra más cercana a la Iglesia católica, que se han terminado encontrando (y, algunas veces, distanciando) por su mayor o menor adhesión al libre mercado.

Pero mal puede sostenerse que, por ejemplo, el individualismo como principio político (que no es sinónimo de egoísmo, sino que supone el derecho de todos a perseguir fines propios, como si fueran fines supremos) fuese un principio eminentemente de izquierda. La verdad, no es el liberalismo el que se pasa a la izquierda cuando defiende las libertades individuales en materia sexual, sino que es la izquierda la que se pasa al liberalismo. ¿Deberían los liberales dejar que los socialistas les “roben” el gran principio ideológico que los mueve: la libertad individual? Y más concretamente, ¿debería la derecha entregarle la cancha de las cuestiones valóricas a la izquierda, como si ella no tuviese nada que decir?

Lo cierto es que es difícil pensar en un relato para una “nueva derecha”, para una que inaugure un nuevo ciclo político en Chile, sin acudir a la única doctrina política que, en los últimos 200 años, ha sido capaz de hacerle frente al socialismo: el liberalismo. Y esto, en buena medida, pasa por despertar de la siesta conservadora en que la derecha ha dormido por tanto tiempo. En este sentido, el gobierno actual ha hecho muy bien en “liberalizarse” y quitarle a la izquierda un monopolio que no debería necesariamente tener.

Valentina Verbal, historiadora y consejera de Horizontal

 

FOTO: SEBASTIAN BELTRÁN GAETE/AGENCIAUNO