Señor Director:

¿Veo o no veo la Parada Militar? Estuve una semana pensando en eso. Este año se anunciaban algunas novedades que parecían interesantes. Vi al Black Hawk. Y vi a las mujeres. Para mi sorpresa, algo me pasó, algo que no esperaba.

En paradas anteriores han desfilado escuadrones femeninos, de modo que la novedad no estaba ahí. Ahora que ya han pasado algunos días, trato de recordar qué fue lo primero que me estremeció. Sin ninguna duda lo primero fue ver la cantidad de mujeres mezcladas con hombres en los distintos batallones, escuadrones, etc. A pesar de estar vestidas exactamente igual que sus colegas masculinos y de marchar con exactamente el mismo paso, ellas sobresalían y se distinguían netamente dentro de la uniformidad general. Sus rostros, a pesar de la severidad y solemnidad que deben guardarse, decían mucho.

Si tuviera que describir lo que espontáneamente se me vino al espíritu al verlas, diría que fueron varias cosas: sobriedad, elegancia, nobleza, sentido del deber y del honor, lealtad. Diría que las adiviné buenas hijas, buenas esposas, buenas madres. Ni qué decir cuando vi (porque una cosa es verlo, y otra que te la cuenten en los medios) a la capitán Mabel Sánchez a caballo y al mando de una escuadra de cadetes, lo cual era la gran noticia de la parada. O cuando apareció la cabo segundo Kamilla Vega como tambor mayor del Orfeón de Carabineros. Eso emociona, y si uno se pregunta por qué se emociona, en mi caso al menos, es porque no esperaba “esta” versión del feminismo, si es que esto puede llamarse así.

En suma, lo que quiero decir es que no imagino a estas mujeres tomándose el frontis de la Universidad Católica con el torso desnudo, o disfrazadas de monjas con minifalda, o consumando actos sacrílegos en la Catedral. Este feminismo no es nauseabundo. Este feminismo tiene un suave y maravilloso perfume de mujer que, no dudo, salvará al mundo por la belleza.