La Dirección Nacional del Trabajo (DT), organismo que en nuestro país históricamente se ha asociado a la protección de los trabajadores, les ha dado un fuerte portazo al interpretar equivocadamente -a nuestro juicio- la participación de los grupos negociadores en los procesos de negociación con sus empleadores. Decimos que ha interpretado, pero la realidad de esta nueva arremetida no es sino el corolario de lo que la derecha política de nuestro país viene expresando y demostrando frente al mundo sindical y del trabajo.

Uno de los objetivos de la Reforma Laboral impulsada por el gobierno de la Presidenta Bachelet fue el fortalecimiento de la negociación colectiva y el rol de los sindicatos; la primera, como la mejor herramienta para superar la desigualdad, y la segunda, entendiendo a la organización de trabajadores como actores principales en el proceso productivo y en el desarrollo de nuestro país.

La misma derecha que truncó la titularidad sindical en el Tribunal Constitucional -convertido casi en un tercer legislador- hoy, nuevamente, a partir de un acto puramente administrativo de la DT, abre la posibilidad para que cualquier grupo de trabajadores pueda negociar condiciones de trabajo, entregándole al resultado de esos acuerdos las características de un instrumento colectivo, pero sin señalar por cierto, cómo debe hacerse. La DT, en un afán, a nuestro parecer, de debilitar la posición de los sindicatos, permite y fortalece la aparición de grupos -casi siempre a fines a los intereses de la empresa- y los equipara a los primeros, lo que a la larga resultará en un conflicto entre trabajadores.

Hoy el Gobierno y los grupos de interés que están detrás de sus decisiones le dicen una vez más a los trabajadores que no se asocien, que no confíen en sus representantes y que, en definitiva, el sindicato es perjudicial para ellos y para Chile.

A partir de ahora a cualquier empresa le convendrá llegar a acuerdos con todos los grupos posibles, viabilizando el surgimiento de los mismos, porque sabe que en la unión de un sindicato se encuentra la fuerza y la legalidad que permite ejercer el derecho a huelga, y equiparar la desigual e histórica posición entre trabajadores y empleadores.

La tasa de sindicalización ha aumentado después de la reforma de Bachelet, alcanzando cifras superiores al 20%. Hoy, el Gobierno y los grupos de interés que están detrás de sus decisiones, no contentos con esta realidad, le dicen una vez más a los trabajadores que no se asocien, que no confíen en sus representantes y que, en definitiva, el sindicato es perjudicial para ellos y para Chile.

Lo que ha hecho la Dirección del Trabajo representa un enorme retroceso en la modernización de las relaciones laborales de nuestro país y un traje a la medida de un sector de empresarios, que ven en el sindicato y en la unión de los trabajadores, una constante amenaza y no la posibilidad de hacer una alianza que beneficie a todos.

Isabel Allende Bussi, senadora de la Región de Valparaíso

 

FOTO: ALVARO COFRE/AGENCIAUNO