En el transcurso del último año y medio se han producido avances y retrocesos del llamado Socialismo del Siglo XXI. Las elecciones parlamentarias en Venezuela a fines de 2015 abrieron paso a un avance significativo de las fuerzas opositoras al chavismo. Esto dio paso al proceso de represión y cambio que transformó al gobierno de Maduro en una dictadura.  Las elecciones del domingo pasado, cuya legitimidad ya ha sido cuestionada, de todas formas parecen dar una nueva oportunidad a los objetivos hegemónicos de Maduro.

Por su parte, Evo Morales mantiene inalterado su propósito de eternizarse en el poder, lo que le llevará a un curso de colisión inevitable con lo que aún persiste como democracia formal en Bolivia. Al igual que Maduro, Morales se apresta a desconocer y pasar por encima de la decisión manifestada por el voto popular en el referéndum del año pasado, que le negó la posibilidad de postular a una nueva re-reelección. Nuevamente, lo que pareció haberse zanjado por medio del voto popular en febrero de 2016, en el referéndum que dijo “No” a su propuesta constitucional para reelegirse, se desconoce, con métodos y prácticas muy similares a las utilizadas por el chavismo en Venezuela.

La resurrección política de Lula da Silva, que podría volver al poder a pesar de los graves cargos que pesan sobre él en múltiples juicios, refuerzan la idea de que el Socialismo del Siglo XXI mantiene una impresionante capacidad para aferrarse al poder, contrariando toda lógica, como sucede en esta era de post-verdad. Los instrumentos, métodos y prácticas que utilizan estos representantes del “progresismo” tienen un denominador común y no surgen de manera improvisada. Por el contrario, obedecen a un mismo fundamento ideológico, a partir del cual siguen patrones comunes en materia de acciones de propaganda, movilización de cuadros, apoyos cruzados y financiamiento irregular, similitud de procedimientos que no es una mera casualidad.

De seguir los planes del Socialismo del Siglo XXI de acuerdo a los lineamientos del Foro de Sao Paulo, es muy probable que la fraternidad bolivariana nos dé muestras de su capacidad de perdurar mucho más allá de lo que sus desastrosos resultados en materia de manejo económico, deterioro institucional y devaluación de la democracia harían prever.

En relación con las propuestas específicas del Socialismo del Siglo XXI, lo que más se echa de menos es, precisamente, una actualización y renovación de las ideas. Llama la atención el hecho de que los puntos centrales y las prioridades de las fuerzas autodenominadas “progresistas” giran en torno a temas que se debatieron y zanjaron hace más de cuarenta años por parte de las izquierdas en Europa. En nuestra región, en cambio, se intenta volver sobre parte importante de la utopía socialista del siglo pasado, (cuyo fracaso fue rotundo), pero esta vez dirigidas hacia una generación que no toma en cuenta la historia, pues no se ha dado ni el tiempo ni la molestia de conocerla.

El socialismo latinoamericano, en su versión más reciente, muestra ciertas carencias que sus congéneres de otras latitudes superaron hace largo tiempo. En Europa, el pragmatismo y la experiencia de la Unión Soviética y sus satélites los llevaron, por contraste, a transitar hacia la socialdemocracia, privilegiando los valores democráticos. En Asia, el mismo pragmatismo forzó a países dominados por el comunismo, como China y Vietnam, a abandonar el sistema de economía socialista para incorporar principios capitalistas y de libre mercado, manteniendo el control político bajo la dominación del partido único.

En nuestra sufrida región, en cambio, el Socialismo del Siglo XXI con clara inclinación holística, en su intento por monopolizar tanto el poder político como las decisiones económicas, ha terminado abandonando la democracia con la misma determinación con la cual ignora los principios básicos de la economía. La única “innovación” que introduce esta versión del socialismo es su inclinación hacia el populismo, como método de generación de decisiones desde el colectivo para crear estructuras de poder, para luego desarticular la institucionalidad, poniéndola al servicio de una dictadura.

El asalto del poder total no ha dejado de ser el objetivo del socialismo latinoamericano. Sólo ha cambiado los instrumentos para lograrlo. La “innovación” introducida por el socialismo, al estilo bolivariano, ha consistido en cambiar la lucha armada por la instauración de la “Asamblea Constituyente”. Así ha operado en Venezuela, como lo ha hecho en Bolivia. En ambos casos, a poco andar las decisiones del “poder constituyente” fueron rápidamente olvidadas cuando dejaron de ser funcionales al objetivo supremo de tomar todo el poder.

 

Jorge Canelas, cientista político y director de CEPERI

 

 

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.