La caída de Michelle Bachelet, es difícil llamar de otra manera a la brutal pérdida de popularidad de la Presidenta, ha dejado a su proyecto político huérfano. Si bien la mayoría que todavía tiene en el Congreso le permite seguir avanzando en su agenda socialista en áreas tan trascendentes para el país como la Educación, el futuro político de la coalición se ve muy complicado.

Nunca antes desde la vuelta a la democracia un proyecto político de gobierno había estado tan ligado a una persona. Los partidos oficialistas, y para qué decir la coalición misma, han pasado a la completa intrascendencia durante estos dos años. El episodio de su viaje a La Araucanía nos dice que la soledad del mando propia de los mandatarios se ha transformado, en su caso, en solipsismo y las últimas informaciones acerca del caso Caval hacen cada vez más cuesta arriba una recuperación del apoyo popular a Michelle Bachelet.

Así las cosas, el oficialismo mira desorientado a todos lados en busca de un liderazgo que le permita mantenerse en el poder. Una a una sus posibilidades se han ido debilitando. La tentación populista de ME-O está herida en el ala con el caso SQM y ya casi no quedan en la Nueva Mayoría quienes estarían dispuestos a jugársela por él. Girardi no ha decidido si es que quiere transformarse él en el abanderado de esa causa, que representaría definitivamente al izquierdización y radicalización del proyecto político de la Nueva Mayoría.

Un liderazgo demócrata cristiano parece hoy día una contradicción en los términos. Efectivamente, una forma en que la coalición oficialista podría moderar su discurso y propuesta para volver a los tiempos de la Concertación, que vuelven a tener valor en la política chilena, sería con un candidato democratacristiano. Pero el que el reciente episodio de la Presidenta con su ministro del Interior haya dado pábulo para que algunos pensaran en una candidatura presidencial de Jorge Burgos, nos habla de la salud de la pre candidatura de Ignacio Walker. Burgos, por lo demás, pareciera no tener interés alguno en jugar ese papel.

Y la última novedad en el mundo socialista-PPD es la especie que circula según la cual el ex Presidente Ricardo Lagos no estaría dispuesto a competir si ello implica participar en una primaria. Y sus adversarios internos, debilitados por el pésimo gobierno de Bachelet, estarían decididos a imponerle esa carga a Lagos Escobar, lo que echaría por tierra la posibilidad de una contienda Piñera-Lagos sobre la cual se especulaba en el último tiempo como uno de los más probables escenarios presidenciales.

Esta eventual deserción del ex Presidente Lagos ha hecho circular versiones tan desopilantes (la política a veces ofrece espectáculos de esas características), como la que afirma que el nuevo look de su hijo, Ricardo Lagos Weber, es un globo sonda para evaluar si con un aspecto más adusto, el senador del PPD tiene alguna chance en la carrera presidencial que en su versión más pilosa nunca pareció factible. Afirman algunos que el senador Harboe sería otro que podría intentar suerte ante la ausencia de Lagos Escobar.

En el socialismo propiamente tal, el nombre de Isabel Allende ha sido mencionado como una carta presidencial. Sin embargo, cuesta pensar que alguien que lleva el apellido y la herencia histórica de Salvador Allende; que ha sido presidenta del Senado; que ocupa en la actualidad la presidencia del Partido Socialista; y que, no obstante, no se ha posicionado como candidata presidencial, pudiera hacerlo en el futuro. En las filas del PS, por otra parte, no se avizoran otras figuras presidenciables. José Miguel Insulza podría ser una opción, aunque sobre él siempre pesa la sombra de Ricardo Lagos.

Es complicado el panorama para el oficialismo. Su falta de liderazgos internos y de sintonía con las mayorías moderadas que lo llevaron al poder, son terreno fértil para que candidatos como Andrés Velasco y el mismo Sebastián Piñera alleguen agua a sus molinos.

La falta de visión y coraje de quienes en la coalición no se atrevieron a enfrentarse a la popularidad de Bachelet, al grito de la calle y al extremismo de los ideólogos del programa de la Nueva Mayoría está pasando la cuenta.

 

Luis Larraín, Foro Líbero.

 

FOTO: PABLO VERA LISPERGUER/AGENCIAUNO

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