El año 2000 la periodista y doctora en historia de la Universidad de Stanford Ana María Stuven creó “Abriendo Puertas”, una corporación que impulsa la reinserción social de las mujeres privadas de libertad, y que de esta manera, busca disminuir la delincuencia a través del acompañamiento y la capacitación laboral.

La académica, que ha dedicado gran parte de su investigación al rol de la mujer y que tiene diversas publicaciones y libros, como “Debates republicanos en Chile: Siglo XIX” o “Historia de las mujeres en Chile”, que escribió junto a Joaquín Fermandois, se ganó el premio de Emprendedora Social 2018, organizado por la Revista Sábado y Sistema B, por su contribución y su lucha para defender a las mujeres que están en la cárcel.

«Cuando están privadas de libertad, pierden muchos vínculos y mucha autoestima personal, entonces el acompañamiento y la capacitación están siempre dirigidas a crear un vínculo que les permita a ellas recuperar su identidad, su seguridad, tener disposición al cambio, confiar en que son capaces de hacerlo, de que no van a caer en los mismos delitos de nuevo», asegura Stuven durante la conversación.

También dice que hay diferencias significativas entre hombres y mujeres cuando van a la cárcel. Lo explica: «Cuando a un hombre lo toman preso, muchas veces las mujeres acampan al otro lado de la cárcel para poderlo acompañar y llevarle comida y ropa. Cuando a las mujeres las toman presas, por lo general el hombre las abandona«.

Además, asegura que la repercusión social que tiene una mujer privada de libertad es mayor que la de un hombre, porque «si son jefas de hogar o madres solteras, la responsabilidad de los hijos recae sobre ellas y cuando están presas los hijos quedan a la deriva«.

Con respecto a los movimientos feministas que han surgido en Chile y el protagonismo que han adquirido las mujeres en el último tiempo, Stuven dice que lo considera un avance y asegura que hoy estamos viviendo un buen momento: «Son mujeres mucho más empoderadas que la generación mía, tienen además mucho mejores estudios».

Eso sí, advierte que hay que entender la igualdad en la diferencia.«Hombres y mujeres somos distintos, la sexualidad de alguna manera imprime un cierto carácter. Somos iguales en términos de derecho y en términos de acceso a todos los bienes que ofrece la sociedad, pero necesariamente hay una diferencia en términos de roles», asegura.

Al finalizar la conversación, plantea: «Que nosotras mismas nos empoderemos y si queremos que se supere esta brecha, va a tener que venir también por la forma en cómo educamos nosotras a nuestros hijos. Adoptar actitudes que demuestren que nosotras nos consideramos iguales a los hombres sin necesitar imitarlos a ellos«.