Durante mucho tiempo usamos el término sexo femenino o masculino para diferenciar entre mujeres y hombres en las muchas instancias de la vida en que se hace necesaria la alusión; hasta que un día comenzaron a corregirnos diciendo: ¡No! Se dice “género”.

Lo cierto es que este cambio fue propiciado y extendido por los defensores de la ideología de género. La diferencia entre sexo y género radica en que el primero hace alusión a nuestra biología innegable determinada por los cromosomas, en cambio, el género postula que las diferencias entre hombres y mujeres, que están dadas por la naturaleza son en realidad construcciones culturales hechas según roles y estereotipos que cada sociedad asigna. Entonces el término sexo sólo nos otorga dos posibilidades, pero el género como procede de la lingüística, permite muchas variaciones: masculino, femenino, neutro o lo que nuestra imaginación permita y que podemos cambiar durante la vida cuantas veces uno quiera, según postula dicha ideología.

La Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer en Pekín (1995), sirvió como plataforma de lanzamiento a la ideología de género. Desde los 90’ está presente en todas las agencias de las Naciones Unidas y se elaboran muchos documentos al respecto. Luego, pasó a la Unión Europea, donde se difunde a través de medios de comunicación, colegios por medio de actividades lúdicas, celebraciones, entre otras. Así es como ésta se ha ido extendiendo en el mundo y generalizado el uso de “el nuevo concepto”.

En nuestro país, se ha ido extendiendo el uso de su terminología y sus seguidores la han ido instalando por diferentes vías. Por ejemplo: en el servicio público, desde hace años, el lenguaje “de género” es utilizado en forma permanente, y en concreto existen los PMG (Programa de Mejoramiento de Gestión), con indicadores de medición de cumplimiento de avances en pro del “género” que asocian el cumplimiento de objetivos de gestión a un incentivo de carácter monetario para los funcionarios.

En Chile acabamos de ver un botón de muestra ideológico en la campaña que fue lanzada por el Sernam y la Junji para Navidad: “Regala Igualdad”. Ésta se hizo a través de un video que llama a no encasillar a niños y niñas regalando objetos diferenciados por sexo como muñecas a las niñas o autos a los niños, por considerar que esto limita su libertad y es sexista, y también a erradicar los colores rosados o celestes, porque diferencian a quienes “no son diferentes”.

Los ideólogos del género consideran que el sexo, el cual es natural y evidente, es algo que hay que superar y trabajar en la de-construcción del lenguaje, diciendo que buscan la liberación total para ser humano en todos sus órdenes.

Entonces, creo certero preguntarnos: ¿nos parece que a las niñas y niños chilenos, desde la más tierna edad, se los adoctrine con estas campañas? ¿Creemos realmente que esto los hará más libres?

Pienso que para los padres chilenos, guiados tan sólo por su capacidad de observación de la realidad y sentido común, esta construcción ideológica es, por decir lo menos, irreal.

 

Mónica Reyes R., fundadora de Makers Liderazgo Femenino.

 

FOTO: FELIPE FREDES FERNÁNDEZ/AGENCIAUNO

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