La Convención Constituyente es una oportunidad para elaborar una nueva Constitución que fomente la libertad en todos los sentidos, proteja la propiedad privada, que nos reconozcamos como un país diverso, que debe tener igualdad de oportunidades reales y penar fuertemente los abusos.

En lo que se ha visto hasta ahora, esa oportunidad se puede escapar de las manos, porque al parecer demasiados constituyentes no entienden o no quieren entender lo que busca una Constitución. Si desde el comienzo se parte eliminando la frase “República de Chile” del articulado del reglamento, o se quiere cambiar la bandera oficial o el himno patrio, no es sino ignorancia pura o querer volver al estado de naturaleza en el que el hombre se transforma en el lobo del hombre, como dijo Hobbes.

Es bueno preguntarse por qué vivimos en sociedad. ¿Necesitamos realmente a otros para vivir en comunidad? Si el hombre es un ser autónomo, ¿por qué compartir civilmente con otros? y ¿por qué nos ponemos reglas? Estas son preguntas que existen desde lo principios de la humanidad y que no han dejado de hacerse hasta hoy -pleno siglo XXI-, donde las relaciones interpersonales se han vuelto tan complejas, entre otros, por los avances tecnológicos que vemos a diario.

Ya Aristóteles en el siglo IV AC se hacía estas preguntas y entregó respuestas que son estudiadas hasta hoy, porque concluye que es necesario estar socialmente organizados para poder vivir bien. Por algo acuñó la frase “porque el hombre es, por naturaleza, un animal cívico”.

Pero fue en el siglo XVII, cuando Thomas Hobbes revolucionó el pensamiento de la filosofía política con su obra Leviatán, y en donde trata el estado de naturaleza y la necesidad de firmar un convenio, acuerdo social. Para el filósofo inglés, el ser humano, cuando vive en estado de naturaleza, si bien deambula en un estado de libertad máxima, ésta no le hace bien. Se encuentra inundado por el miedo, está en permanente conflicto, en una situación de constante guerra y desconfianza, por lo cual la libertad absoluta pierde valor, porque si bien existe, no puede ser usada, porque yo puedo querer lo del otro, y el otro lo mío. Agregaba que lo que mueve a la gente en el estado de naturaleza es el mutuo miedo y el derecho a todo, pero cuando se tiene derecho a todo, en el fondo no se tiene derecho a nada.

Pensó similar a él, Immanuel Kant, quien también mostró una visión negativa del hombre original y por ello la necesidad de organizarse, y de manera bien pensada.

En el Leviatán, Hobbes, aclaró que, en el estado de naturaleza, al no haber un ente superior que organice, administre y mande al ser humano, el hombre se transforma –como ya dijimos- en el lobo del hombre: con sufrimiento, destrucción, sometimientos mutuos. Es decir, un caos y una desconfianza total. Por todo lo anterior es que conviene y es útil buscar la paz y vivir en paz. Y para lograrla hay que llegar a un acuerdo entre los hombres; para así, vivir en un estado social-civil que permitirá avanzar al ser humano organizarse en orden, bajo un ente (Estado) que tendrá el monopolio de la fuerza y administración, a cambio, principalmente, de seguridad y protección.

Y es esa la tarea encomendada a la Convención Constituyente: reemplazar el antiguo contrato (Constitución de 1980) por uno nuevo. Pero aquí no se está partiendo de cero, se está iniciando el proceso a partir de más de 200 años de vida republicana donde hemos forjado una historia, una comunidad, una nación que con las décadas ha ido disminuyendo ese miedo del que hablaba Hobbes.

La mayoría de los constituyentes no debe confundirse con que se debe destruir todo y volver a un nuevo estado de naturaleza donde reine el miedo. Su tarea es elaborar una nueva Constitución respetando lo que se acordó y que quedó estipulado en la actual luego de la reforma que se realizó al capítulo XV en diciembre de 2019 y que habilitó el proceso constituyente que tuvo como primer hito el plebiscito del apruebo o rechazo. Y lo acordado fue claro: «El texto de Nueva Constitución que se someta a plebiscito deberá respetar el carácter de República del Estado de Chile, su régimen democrático, las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas y los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”.

Todo lo anterior, sin duda, busca disminuir el miedo… Ese afán de empecinarse de algunos constituyentes y demoler todo –lo bueno y lo malo-, el querer saltarse las reglas, no hace sino más que la sociedad chilena se polarice. ¿Y por qué se polariza? Por miedo. La Convención, si quiere aumentar su alicaída legitimidad, debe partir por el mínimo de respetar la libertad y la naturaleza humana. Ir contra ella siempre ha traído resultados desastrosos. Los constituyentes deben decidir si quieren aumentar o disminuir el miedo. Ahí estará la clave del éxito o fracaso.

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