Modernizar -o en palabras de un experto, “transformar”- al Estado de Chile nunca ha logrado insertarse como un tema prioritario para la ciudadanía, a pesar de que ella sí está consciente (porque lo palpa a diario) que las prestaciones del sistema público desde hace tiempo que ya no se ajustan (para nada) a sus expectativas. Por lo tanto, hasta el momento la motivación para cambios ha sido baja (es que como no está en las encuestas…) y es así como la inercia del elefante blanco se ha prolongando más allá de lo necesario, a diferencia del mundo a su alrededor, que avanza cada vez más rápido gracias a la tecnología, pero no por eso con menores grados de incertidumbre.

En las manifestaciones (pacíficas) posteriores al 18-O, en el sector de Plaza Italia, junto a los lienzos de las barras bravas del fútbol, las banderas mapuches y los pañuelos verdes de grupos feministas, también estaban los carteles hechos en casa por familias completas que salieron a marchar pidiendo cambios, porque: “ahora ya” (si no, ¿cuándo?) debían retomarse las conversaciones (en serio) sobre pensiones, salud y educación, todas inapropiadas para los tiempos que corren.

Fue entonces la violencia (y no los carteles de las familias) la que movilizó a la política para que finalmente llegásemos al Plebiscito, por lo que ahora que se abrió la puerta para las transformaciones veremos si el país estará a la altura. Parte de la ecuación comprende modernizar al Estado de Chile para que (afírmese) éste entregue prestaciones eficientes, ajustadas a la realidad del país y las necesidades de sus habitantes, promoviendo la integración de todos los sectores de la nación y salvaguardando los derechos cívicos, políticos y económicos de sus ciudadanos. ¿Aún le quedaron ganas de ser constituyente?

Modernizar el Estado, pero sin “constitucionalizarlo”, es algo que debe formar parte de la discusión a partir del 12 de abril, día en que ya sabremos quiénes integrarán el dream team encargado de aterrizar normas que le permitan al Estado adaptarse y proyectarse de manera coherente hacia el futuro. A modo de ejemplo, en sólo tres décadas un cuarto de nuestra población tendrá más de 65 años y el número de personas sobre 80 sólo seguirá incrementando. Por lo tanto, hacer promesas sólo en materia de pensiones sin tomar en cuenta el impacto que tendrá el envejecimiento de la población sobre la fuerza laboral y el nivel de productividad será, además de insuficiente, estéril e irresponsable.

Simplemente no nos podemos dar ningún lujo, ya que vivimos vacas flacas no sólo en materia económica, sino también en confianzas, sobre todo en el cohorte más joven y dispuesto a hacerse escuchar a piedrazos en las calles (no hay que olvidar por qué). Ahora que Chile dio el salto hacia una nueva constitución, que no sea al vacío, ya que si fuimos capaces de ser disciplinados por más de tres décadas, lo que ha implicado triunfos y fracasos, lo que toca ahora es seguir tomándonos en serio, dejando fuera a los extremos que poco aportan a la discusión pública, ya que, a diferencia de la política, que sí permite el teatro, modernizar al Estado y redactar una constitución son harina de otro costal.

Modernizar el Estado, ¿ahora sí que sí? Ojalá, ya que no es necesario esperar los resultados de una encuesta (y mucho menos enfrentamientos violentos) para priorizar las verdaderas necesidades.

@paula_periodista

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