No hace mucho, el ministro de Hacienda, junto a un equipo de profesionales, salía orgulloso en una foto con una bandera chilena, a raíz de una de las varias colocaciones de bonos de deuda del Gobierno en mercados nacionales e internacionales.

Mostrar con tanta alegría la hipoteca futura de los próximos Gobiernos, endeudándolos antes de que asuman por la irresponsabilidad de impulsar una pésima reforma tributaria, no parece ser motivo para estar contento.

Mucho se dijo de los efectos negativos de la reforma tributaria de 2014. Se crearon campañas comunicacionales en contra de tan mala iniciativa, y parlamentarios oficialistas cuestionaron la iniciativa legal que reformaba uno de los pilares más importantes para el crecimiento económico de los últimos años: la base retirada por base devengada. En simple, antes se pagaba impuesto por el retiro de las utilidades, y lo que no se sacaba se acumulaba para ser reinvertido; pero la reforma definió que se paguen tributos por el solo hecho de reflejar utilidades contables, sin importar que esos recursos se retiren o no.

Obviamente, se explicó mil veces que las utilidades de una empresa no siempre están en la caja de la compañía, debido a que pueden estar en inventarios o cuentas por cobrar, por lo que no son recursos disponibles para ser retirados como utilidades.

Los efectos no se hicieron esperar y las inversiones se detuvieron, provocando efectos muy negativos en el crecimiento económico, el empleo y, por razones obvias, la recaudación tributaria. Si los gastos del sector público hubieran sido controlados por Hacienda, al menos habríamos mitigado los efectos negativos; pero no se hizo y, al contrario, se siguió incrementando el gasto de manera casi inconsciente.

Hasta un niño entiende que si se elevan los gastos con ingresos a la baja, lo único que resulta de aquello es un aumento de la deuda, por lo que los efectos económicos de tan malas políticas económicas eran predecibles. Pero no será este Gobierno el que se hará cargo de la deuda, sino las próximas administraciones, que deberán asumir con mayores restricciones presupuestarias y, por lo tanto, con más limitaciones para implementar sus programas.

Si el próximo Gobierno lo encabeza un Presidente como Sebastián Piñera, no tengo dudas que será una administración prudente y comprometida con generar los incentivos correctos para que volvamos a tener una economía que crezca vigorosamente, creando empleos y bienestar. Las candidaturas alternativas (no de Chile Vamos) han dado señales de no tener claro qué buscan ni qué harán en materia fiscal. Basta recordar que el programa de gobierno de Alejandro Guillier, por ejemplo, planteaba volver a un sistema de régimen cambiario administrado, cosa que la profesión ya descartó hace muchos años por ser ineficiente y generar resultados adversos muy profundos.

En definitiva, volver a crecer y generar empleos son condiciones necesarias para sacar a nuestro país del estancamiento en el que estamos y, por ahora, solo veo que Sebastián Piñera lo puede lograr.

 

William Díaz, economista

 

 

FOTO: SEBASTIÁN RODRÍGUEZ/AGENCIAUNO

 

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