Cuánta razón tenía John F. Kennedy, quien afirmaba que “La victoria tiene cientos de padres, pero la derrota es huérfana”. Para quienes hemos experimentado la derrota en más de alguna ocasión en la vida, sabemos que es un proceso de duelo interno, que se vive y experimenta en soledad. Para quienes apoyamos y defendimos la opción Rechazo en el plebiscito del domingo, por convicción y con respeto -y en ocasiones con fina ironía-, aquella frase cobra mucho sentido. Pero lo que viene por delante es tan importante para el país, que debemos dar vuelta la hoja rápidamente, asumir el duelo y enfocarnos en la elección de los constituyentes.

En efecto, no es el momento para quedarnos pegados en las causas y responsables del proceso de decadencia institucional y desconfianza política que vive el país. Se han dedicado numerosos ensayos y escritos para tratar de explicar lo inexplicable o bien lo obvio. Aunque ya hay un diagnóstico y veredicto premilinar, bastante afinado y cercano a la realidad, será la historia la que juzgará y elevará el rol de aquellos que estuvieron a la altura de las circunstancias o bien pondrá en su lugar a quienes fallaron en el intento. No es el momento de las jornadas de los “cuchillos largos”. Tampoco quiero detenerme en ello, sino que deseo dar un paso adelante para abordar el siguiente desafío electoral: la elección de constituyentes.

A partir de la derrota electoral del domingo, surgen interrogantes tales como: ¿Serán castigados o desplazados quienes apoyaron la opción perdedora en la conformación de las listas de candidatos? ¿Habrá dentro de la centroderecha un ánimo de venganza o intolerancia desde el bando ganador hacia al bando perdedor? Las diferencias en el sector, entre unos y otros, ¿se limitan a cuestiones de forma o también de fondo en cuanto a los cambios constitucionales? ¿Existe tal unidad de contenidos para una nueva Constitución? Aunque a primera vista estas preguntas parecieren innecesarias, debo confesar que me invade el temor al populismo, demagogia y a las agendas personales de nuestros líderes políticos, junto con el sectarismo propio del sector. Tampoco me agrada el calificativo de “desconectados” de la realidad del Chile de hoy con que los partidarios del bando ganador procuran anular la participación y silenciar el aporte del bando perdedor en la próxima discusión constitucional.

Aun cuando se plantee o cuestione el papel que tendrán quienes fueron partidarios del Rechazo en el próximo trabajo constituyente, es importante delinear las características y atributos que deben tener los candidatos de la centroderecha. Los partidos políticos tendrán el gran trabajo -y nada de fácil, debo agregar- de buscar y seleccionar candidatos a alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes, para las elecciones del próximo 11 de abril.

En este contexto, quiero adelantar el perfil de mi candidato ideal, con la esperanza y optimismo de que calce con los atributos o cualidades que priviligiaré para apoyarlo. Veamos:

1.- Debe ser un candidato o candidata (usaré el genero másculino para referirme a ambos) con alta capacidad de diálogo y búsqueda de acuerdos, pero a partir de principios y valores firmes y claros. El consenso delimita con las convicciones.

2.- Debe ser de preferencia abogado, aunque no exclusivamente, porque el conocimiento de los principios y valores jurídico-constitucionales resultará fundamental a la ahora de promover o defender una determinada propuesta. En todo caso, todas las profesiones y formaciones son bienvenidas.

3.- Debe ser una persona que rechace la idea de la hoja en blanco y que reconozca el aporte que hizo la Constitución de 1980 o 2005 al desarrollo y progreso del país durante los últimos 40 años. Aquí no sirven los candidatos acomplejados del legado constitucional. Tampoco aquellos que piensen en una Constitución que solo dure 50 años. Menos aquellos que no estén abiertos a realizar perfeccionamientos constitucionales. ¿Por qué renunciar a una nueva Constitución para los próximos 200 años? Dejemos la miopía de lado. Incluye, por cierto, especialmente a aquellas personas que tienen claridad de que una nueva Constitución no va a solucionar todos los problemas del país.

4.- Debe ser un candidato que defienda las principales instituciones de la Constitución del 2005, tales como la importancia de la persona humana y la familia, el de un Estado al servicio de las personas y no al revés, una democracia representativa y separación de poderes, el Estado de Derecho, la libertad para emprender y el derecho de propiedad, un sistema político presidencial, atribuciones exclusivas del Ejecutivo en materia económica y responsabilidad del gasto público, autonomía del Banco Central, leyes con quorúm especial, entre tantas otras. “No puede haber libertad a menos que haya libertad económica”, afirmaba Margaret Thatcher.

5.- Debe ser una persona que no tenga temor ni complejo para ejercer sus derechos como constituyente, tanto en la redacción del reglamento interno, como durante el trabajo constituyente, para defender los “mínimos” o “máximos” del nuevo texto constitucional, aunque ello implique ingratitudes o incomprensiones. En concreto, ello se traduce principalmente en apoyar la idea de una votación final del texto íntegro de la nueva Constitución por 2/3 de los integrantes, y de evitar cualquier trampa o “cuchufleta” de la izquierda radical. Recordemos que la eleboración del Reglamento será la madre de todas las batallas.

6.- Debe ser de preferencia independiente, aunque tenga el apoyo de algún partido de Chile Vamos, pero en ningún caso debe ser uno de “los mismos de siempre”, entendiendo por tales aquellas personas que han servido en el poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial por más de 5 años en los últimos 15. Tampoco sería aconsejable que parlamentarios, ministros y subsecretarios, actualmente en ejercicio, abandonen sus cargos, abusando de la “puerta giratoria”. Aunque se admiten excepciones, la idea es aprovechar la ocasión para renovar y oxigenar la alicaída política. El voto de castigo a “los mismos de siempre”, al optar mayoritariamente por la convención constitucional (con mi voto por cierto), fue abrumador.

Debo aclarar que estos requisitos no son copulativos, pero sí serán un parámetro razonable para escoger y apoyar a mi candidato ideal para constituyente. Si ustedes conocen a alguien de ese perfil, aunque no reúna todas las condiciones, anímenlo a presentarse y apóyenlo. No será fácil como independiente, por mucho que el Congreso facilite su inscripción. Bajo el actual sistema electoral, sabemos que lo difícil es resultar electo. Veremos hasta donde llega, en esta ocasión, la generosidad de los partidos políticos. El éxito del proceso constituyente descansa en gran medida en ellos.

“La derrota tiene algo positivo: que nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: que jamás es definitiva”, nos recuerda José Saramago. Estimados lectores, los invito a no quedarse pegados en la derrota del domingo y a recordar que la elección de los constituyentes -que está a la vuelta de la esquina- es la principal etapa dentro del proceso. No hay minuto que perder en buscar y seleccionar a los mejores candidatos a la constituyente. “Se buscan candidatos, preferentemente vivos”, podría ser el lema de campaña.

@forregob

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