Después de la batalla, todos son generales. La aplastante derrota de Chile Vamos en las pasadas elecciones -y la tentación de justificarla- ha motivado a que los analistas e intelectuales del sector se vuelquen, desde sus privilegiados espacios, en búsqueda de explicaciones para la debacle. Salvo por algunas calificadas opiniones, abundan los lugares comunes y la política ficción. Aún así, hay cierto consenso en que la derecha chilena, tal como la conocemos hoy, comienza su travesía por el desierto, cuya duración y destino son un misterio. Por ahora, somos muchos los que consideramos que la centroderecha aún no toca fondo y donde las próximas elecciones de noviembre se convertirán en una prueba mortal para la coalición de gobierno.

Con el calendario electoral de este año, inexplicablemente intenso, las posibilidades de rearmar al sector son complejas. La contingencia electoral impide que se pueda articular un relato y estrategia que permitan al sector enfrentar con éxito las elecciones presidenciales y parlamentarias. Para ello, lo primero es reconocer que Chile Vamos fracasó y ello, en plena campaña, no es fácil. Se requieren de discursos de exitismo (winner), aunque sean falsos o débiles. Nadie quiere cargar con la culpa ni la derrota. Elemental, Watson. Del mismo modo, asumir las responsabilidades del descalabro electoral es parte del expediente. Innegable es la responsabilidad de las directivas de los partidos de Chile Vamos, pero ¿es el momento para pedirles la renuncia? Habrán buenos argumentos para justificar dichos cambios, pero veo difícil e injusto exigirle a cualquier directiva que trate de salvar los muebles, en el corto plazo, y, al mismo tiempo, piense en la rearticulación del sector en el largo plazo. Pero, en noviembre, la renovación de las directivas será tema de conversación obligado.

Desde que se instauró el actual sistema de voto voluntario, se ha insistido mucho en la baja participación que han tenido históricamente las elecciones. Para quienes estiman necesario retomar el voto obligatorio, entre los que me incluyo, el voto voluntario ha contribuido a debilitar la actual institucionalidad democrática, aumentado la crisis de desconfianza institucional. Si a lo anterior sumamos el error de haber reemplazado el sistema binominal por uno proporcional, que solo ha generado fragmentación y polarización en el Congreso, no resulta una sorpresa ver dónde nos encontramos. Más temprano que tarde, era previsible que se transformaría en una profecía autocumplida. ¿Qué hacer, entonces, para recuperar la confianza y estabilidad institucional? El restablecimiento del voto obligatorio, junto con el cambio del sistema electoral hacia uno de tipo mayoritario, son parte de la solución. Tarea, pues, para la Convención Constituyente.

El debilitamiento y desprestigio de los partidos políticos no es patrimonio exclusivo de la izquierda. El mismo fenómeno afecta por igual a toda la clase política, alcanzando también a los partidos de Chile Vamos. Aunque el desafío de los partidos de centroderecha es modernizarse, no podemos olvidar que ellos son meros instrumentos para canalizar la participación ciudadana. Antes que pensar en la modernización de la institucionalidad partidaria, deben ocuparse de actualizar y hacer atractivas las ideas de la centroderecha. De poco sirve modernizar los partidos con un discurso político añejo o que huele a naftalina. La derecha no sufre un problema de forma sino de fondo. A ello debemos agregar la necesidad de que la centroderecha, al igual como lo hizo la centro izquierda, acoja e incorpore a los independientes, generando un espacio real de participación. Comete un error la centroderecha al atrincherarse en los partidos políticos tradicionales. De ahí que el sector debería apoyar decididamente la aprobación de un estatuto para garantizar la participación real de los independientes de centroderecha en la política o en el debate público. Aunque los partidos políticos son importantes para una democracia, no pueden seguir manteniendo el monopolio de la participación política.

Mi invitación, por cierto, no es abandonar o entregarse frente al complejo escenario electoral que se avecina para el sector. Los partidos de centroderecha aún tienen una oportunidad de convocar a los mejores para los desafíos parlamentarios de noviembre. Pero, ¿hay alguien ocupado del largo plazo? Mi humilde exhortación a los partidos de Chile Vamos apunta a levantar la mirada más allá de noviembre próximo, con miras a que las ideas de una sociedad libre y democrática sigan siendo una alternativa válida y exitosa frente a los totalitarismos de izquierda, que han fracasado en todo el mundo.

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