Los días 23 de abril y 7 de mayo de 2017 se realizarán las dos vueltas de las elecciones presidenciales en Francia. El contexto en el que se mueve esta elección, le da una lectura especial. El éxito del Brexit, con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y el triunfo del presidente Trump en USA, recuperando el discurso republicano de los años veinte del siglo XX —nativismo, proteccionismo y un cierto aislacionismo internacional—, proporcionan elementos no esperados en el aliñado de la campaña presidencial.

A nivel interno, la sociedad francesa se encuentra preocupada por el escaso crecimiento económico, la alta tasa de desempleo y el aumento del terrorismo de signo islamista que ha cuestionado la seguridad del país. Con estos ingredientes, la posibilidad  de un Frexit suma voluntades en la sociedad gala, pero no tiene elementos suficientes para afianzar una victoria que hiriese de muerte la configuración de la Unión Europea. Ante este dilema, Francia espera su hombre providencial, como en el pasado fue Napoleón, o en el siglo pasado lo fue De Gaulle. La causa hay que encontrarla en el desprestigio de los partidos tradicionales, que han dejado de conectar con los problemas reales de la población y, por el contrario, se han visto salpicados por numerosos escándalos de corrupción.

Los candidatos son muy poliédricos y cada uno responde a intereses muy distintos, según el apoyo que espera recibir. La izquierda se encuentra en uno de sus peores momentos, representada por varios candidatos disímiles entre sí, que miden fuerzas en la primera vuelta y que esperan sumarlas en la segunda. Yannick Jadot es el representante de los ecologistas y verdes, con una vida conocida como militante en diversas organizaciones no gubernamentales. En cuanto a Jean-Luc Mélenchon, es un veterano del mundo progresista, que lucha por mantener un espacio a la izquierda del socialismo en torno al 10%, que le sirva de punto imprescindible para cobrar su apoyo en alianzas municipales o generales. Su Frente de Izquierda reúne los restos del viejo Partido Comunista y organizaciones de izquierda alternativa, pero ya son el referente de una intelectualidad de la alta burguesía urbana alejada de los problemas de los trabajadores. Para los socialistas, en tanto, la sorpresa en sus primarias fue Benoît Hamon, que tras derrotar al “catalán” Manuel Valls ha orillado la opción pragmática de centroizquierda a favor de una más radical. Su punto fuerte es proponer una renta básica universal que tendría un coste aproximado de 400.000 millones de euros, pero las encuestas no le dan más del 15% al joven candidato, con lo que no lograría llegar a la segunda vuelta.

A su vez, François Fillon, el candidato vencedor de las primarias de la centroderecha (Los Republicanos), sobre rivales como el ex Presidente Nicolás Sarkozy y el favorito Alain Juppé, reunía hasta hace poco las mejores condiciones para ganar en segunda vuelta. Político experimentado y primer ministro de Sarkozy, tenía el bagaje necesario para ser jefe de Estado. Procedente de las filas gaullistas, era favorable a una línea más soberanista, menos atlantista y favorable a restaurar la tradicional amistad franco-rusa. En el plano económico es defensor del discurso liberal y resultaba atractivo a los no gaullistas integrados en su partido. Padre de familia numerosa, siempre se ha reconocido como católico practicante, en un momento de renacer religioso en Francia. Sin embargo, el escándalo de que su mujer pudiese ser dada de alta de un trabajo de asesor —muy bien remunerado y legal, pero que no fue ejercido—, justo en un momento de fuerte desempleo y corrupción, ha hecho que las expectativas de Fillon vayan decreciendo. Por el contrario, su caída ha favorecido el ascenso meteórico de un desconocido Emmanuel  Macron. Antiguo alumno ENA y socio de la Banca Rothschild, fue asesor del actual Presidente, François Hollande. Crítico con el discurso intervencionista socialista, se reconoce liberal y un hombre claramente identificado con la imagen de la alta sociedad de centroizquierda. Su posición centrista, europeísta y bien relacionada con las altas finanzas, le hace ser el receptor del voto moderado de la izquierda, y tal vez de la centroderecha, si es que Fillon no consiguiese pasar a un balotaje. Lo curioso es que en el caso de superar ambas, la formación de Macron carece de representación pública en ninguna institución.

La candidata más temida es Marine Le Pen, que podría alzarse con el 25% de los votos en primera vuelta, según los sondeos. El Frente Nacional ha roto su espacio marginal, evolucionando desde la extrema derecha excluyente que en su origen pudo representar, a una nueva y postmoderna derecha social y popular que la convierte en una posible alternativa política de gobierno. El FN de tiempos del padre, Jean Marie comenzó con un pensamiento nacionalista y populista, pero cercano a los postulados de Ronald Reagan o Margaret Thatcher. El actual protagonismo de Marine Le Pen, además, ha significado un aumento del voto femenino, por su propia situación personal de madre divorciada, y con su discurso social ha logrado conectar con la mayoría francesa soberanista y contraria a la Unión Europea.

Esta tendencia mayoritaria en el electorado francés tiene como principal característica extenderse tanto a la izquierda como a la derecha. Le Pen ha adoptado la posición gaullista de restauración del poder francés en el mundo, se opone a una federación europea dirigida por tecnócratas, y defiende la vuelta a los orígenes de una unión económica de naciones libres y autónomas políticamente. El propio hijo del general De Gaulle forma parte del FN, junto a defensoras del medio ambiente como la conocida actriz Brigit Bardot. Por último, el fichaje de reconocidos sindicalistas ha convertido al FN en el primer partido entre los obreros y desempleados.

Lo que Francia refleja a través de sus presidenciales, es que venza quien venza esta primavera, la izquierda ha perdido su importancia: el comunismo no encuentra ninguna crisálida para regenerarse, y la socialdemocracia vive su peor crisis desde que su futuro es convertirse al progresismo liberal. En cuanto a la derecha, vive la resurrección de sus viejas disputas: por un lado, un liberalismo atlantista y de sabor anglosajón que fue la tradición de la UDF de Giscard d´Estaing, y que el joven Macron intenta representar; y por otro lado, un gaullismo social transversal y fiel a los toques de La Marsellesa, que Marine Le Pen pretende hacer recordar. Macron o Le Pen, París siempre valdrá una misa.

 

José Luis Orella Martínez, académico en la Universidad San Pablo CEU, de Madrid, autor del libro “De Le Pen a Le Pen. El Front National camino al Elíseo”

 

 

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