“Ya están todos los pingos en el partidor”, habría dicho mi amigo hípico Edgardo Boeninger ante la nueva fase en que entra la elección presidencial. El elenco final se armó sin demasiadas sorpresas, pero variado. ¿A quién favorecerá más para llegar a la segunda vuelta el abanico que se formó?

La respuesta no es tan simple. Mirado el asunto desde un prisma político tradicional de izquierdas y derechas, la llegada sobre la hora de MEO y Provoste debiera restar votos a Boric. Pero para Sichel el panorama también puede complicarse. Ahora no sólo serán los partidarios de Kast los que le podrían quitar votos en la primera vuelta. También puede sufrir erosión de votantes potenciales independientes jóvenes o de edad mediana que pueden inclinarse por Parisi.

Lo anterior valdría, tal vez, desde la mirada más política. Sin embargo, las preferencias pueden marcarse también por edades y ubicaciones sociales, especialmente de los llamados grupos emergentes con trabajos independientes muy variados.

Revisemos algunos números. En la elección de hace cuatro años votaron 6,7 millones (m) de personas, el 47% de un padrón electoral de 14,3m. En primera vuelta Piñera sacó 2,4m de votos y Guillier 1,5m. Los restantes cuatro candidatos de centro izquierda (excluyendo a Goic de la DC) sacaron 1,8m de votos y el de derecha (Kast) 520.000. Por lo tanto, Guillier hubiera ganado por mucho si todos los votos de Beatriz Sánchez y MEO hubieran ido para él, juntando así 3,3 millones de votos contra sólo 2,9 de Piñera. Pero en la práctica no ocurrió así. Esos votos no se trasladaron mayoritariamente a la izquierda en la segunda vuelta, sino que a Piñera. La enseñanza que deja esto es muy simple e importante: cuidado con mirar, planificar o calcular resultados de elecciones simplistamente en términos de posiciones políticas. Esa es la mirada que tienen quienes ejercen la profesión de políticos (léase parlamentarios y dirigentes) así como los periodistas que transmiten lo que dicen ellos y hacen poca investigación más a fondo e independiente sobre los temas que cubren.

Además, esta elección será muy distinta de las anteriores por otros motivos. Estará muy marcada por el Estallido social, la pandemia y la experiencia de la Asamblea Constituyente y la sucesión de elecciones recientes que le dieron origen. Encima de esto, estará aún más influenciada por el aumento del interés de los jóvenes en la política y en participar en las elecciones.

El dato más llamativo sobre este último tema es el cálculo estimado por la consultora Unholster publicado especialmente por el diario La Tercera el 25 de julio pasado sobre la participación de menores de 30 y 50 años en la primaria presidencial.  De los 3.140.000 personas que votaron, el Servel estimó que 1.200.000 lo hacían por primera vez: casi 2 de cada 5 votantes eran primerizos en estas lides. Si esto se mantiene en la primera vuelta de noviembre, no serán los mismos chilenos que eligieron a Bachelet en 2013 y a Piñera el 2017 quienes elegirán al Presidente que estará en La Moneda el 2022.

En la primaria del 2017 votaron sólo 1,8 millones de personas; en la reciente fueron 3,2 millones, es decir, 80% más. Otro dato: de solamente 20 de cada cien menores de 30 años que fueron a votar a la primaria del 2017, se subió a 35 por cada cien este año. Ese segmento joven entre 18 y 30 superan el porcentaje de la población con más de 50 años; son como 33%. Lo clave es por quién se inclinarían preferentemente estos nuevos interesados que fueron a votar recién y los que todavía no, pero están decidiendo que esta vez SÍ irán a votar en noviembre.

Los jóvenes nuevos que se disponen a votar ahora no prefieren el mismo tipo de candidatos que escogen los mayores o los votantes antiguos. Esto es lo importante de apreciar bien. La preferencia de los jóvenes por Sichel y Boris fue lo determinante que les dio el triunfo. Ostensiblemente en el caso de Sichel, donde entre los menores de 30 años el 60% votó por él comparado con sólo 22% por Lavín (en cambio, en el segmento de 50 a 70 años la diferencia fue mucho menor: sólo 41 contra 36 por ciento).  Similar, pero menos marcada fue esa diferencia entre Boric y Jadue: sólo 61 contra 39.

Entonces, lo más determinante en la próxima elección presidencial será la cantidad de jóvenes que decidan votar junto con sus preferencias. Hacia allá debieran orientarse las campañas de los candidatos: hacia los temas que interesan y convocan a las personas entre los 18 y 45 años. Ellos representan alrededor de la mitad de la población mayor de 18 años, o sea, con el derecho a votar. ¿Cuántos se inscribirán, votarán y qué candidato elegirán? Esta es la gran incógnita de esta elección.

En este contexto habrá que observar los efectos de competidores como Parisi sobre Sichel y Boric. Creo que Provoste y MEO son casi irrelevantes porque no interesan a los jóvenes que se están incorporando ahora a las elecciones políticas. Para ellos representan lo que desean dejar atrás; entonces son candidatos con un techo bajo sobre el cual les sería difícil crecer. Lo clave son las alturas de los techos de Parisi y Cía, Boric y Sichel. Mi sospecha, sin embargo, es que Boric tiene un margen menor que Sichel para crecer; ya elevó su techo en las elecciones pasadas con la irrupción de Frente Amplio y la Constituyente. Los jóvenes más ideologizados, egresados universitarios de carreras sociales o humanistas, de izquierda, con pegas dependientes del Estado ya se incorporaron en los cuatro años recientes a hacer política y a votar. Ahora puede ser el tiempo en que los otros jóvenes -los que se habían mantenido al margen- entren a la política: los menos ideologizados, egresados de carreras técnico-profesionales, que viven del pequeño comercio, micro empresarios, los que no se benefician del Estado sino que lo sufren. Ellos se están dando cuenta que tienen mucho que perder si siguen al margen. Probablemente serán los que le den el triunfo a Sichel contra todas las interpretaciones de los políticos tradicionales.

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