Hace cuatro años Michelle Bachelet convocó a un grupo de chilenos a una fiesta de derechos sociales, con la promesa de que los asistentes no pagarían por acceder a la celebración, tendrían barra libre y música de calidad, con DJ incluido; donde no existirían deberes, porque el festejo sería financiado por el Estado con cargo a terceros privados (entiéndase los “más ricos”). Los participantes sólo debían preocuparse de pasarlo bien y disfrutar del banquete progresista que les ofrecía la Presidenta socialista y su renovada comparsa denominada Nueva Mayoría.

Pero algo pasó. Cuando la fiesta recién comenzaba, un mal cálculo de los anfitriones en el diseño de la fiesta y de los recursos necesarios para costearla provocó un descalabro: se restringió el acceso, se cerró la barra libre, y el DJ fue reemplazado por música envasada. Esto desató la indignación del grueso de los presentes, quienes desencantados con las promesas incumplidas y la chapucería de los organizadores, se fueron a la casa.

Así y todo, ahora con candidato presidencial nuevo, el oficialismo continuó con su farra, asegurando que la fiesta “progresista” se podía alargar otros cuatro años pese a los avatares. A la par, aparecieron organizadores más a la izquierda haciendo promesas de una fiesta aún más paradisíaca que la anterior, all inclusive, que acabaría con el modelo.

Pero la encuesta CEP de la semana pasada echó por tierra el plan de estos sectores, mostrando con nitidez que la mayoría silenciosa de chilenos no está dispuesta a seguir financiando festejos. El sondeo de opinión más reputado fue consistente con otras mediciones, que muestran a una ciudadanía deseosa de orden, crecimiento y desarrollo.

En la fotografía del CEP, aun juntos, los candidatos de la izquierda no logran dar alcance al abanderado de Chile Vamos, Sebastián Piñera, quien parece el casi seguro vencedor de los próximos comicios presidenciales. Visto de otra forma, la encuesta proyecta el fin de la fiesta progresista y de su retroexcavadora, desenlace que podría ser aún más contundente si la centroderecha llega a obtener mayoría en la Cámara Baja.

Estas cifras son señales claras de que la ciudadanía no quiere seguir siendo embaucada por una fracasada receta de izquierda que promete “progreso”, pero que no es más que un discurso para mantenerse en el poder. Porque los magros resultados de la administración Bachelet han hecho que, para una parte importante del electorado, sea intragable una segunda vez la promesa de reformismo refundacional, que ha terminado por perjudicar de manera grave a la clase media y a los sectores de menores ingresos.

Si se confirman estos sondeos, el 19 de noviembre próximo el país estará regalándose una oportunidad de enmendar el rumbo. Esto supone un gran desafío para Chile Vamos, que tendrá en sus manos la responsabilidad de responder a las expectativas y anhelos de millones de personas que consideran que el mérito, el esfuerzo y el emprendimiento individual, y no un Estado paternalista e ineficiente, son las mejores herramientas para progresar en la vida.

 

Carlos Cuadrado, periodista

 

 

FOTO: FRANCISCO CASTILLO D./AGENCIAUNO

 

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