Hace algunos años, incentivado por mi hijo pequeño, vi la aclamada película de dibujos animados “Up”, que cuenta la historia de un anciano amenazado por el progreso que decide volar a las Cataratas del Paraíso, probablemente ubicadas en Brasil, desde Estados Unidos. Y lo hace con su casa a cuestas, ayudado por globos. Siempre recuerdo la maravillosa banda sonora del film, pero por sobre todo la frase que repetía el anciano para darse ánimo en este tremendo viaje: “¡La aventura nos espera!”.

En los momentos que escribo, estoy sumergido en el cálculo de la trayectoria de actividad económica y de su efecto en la variable económica que más les importa a los chilenos: la generación de empleo. Primero fue la revuelta que comenzó en octubre pasado y que se extendió prácticamente por cuatro meses, auspiciada por la extrema izquierda y la benevolencia de amplios sectores de la llamada izquierda democrática. Todos ellos callaron frente a la violencia y el intento de los grupos radicales por echar abajo al gobierno legítimamente elegido por la mayoría de la ciudadanía, simplemente porque les convenía desestabilizar a La Moneda. A la hora de las cuentas, que siempre se pagan en democracia, la ciudadanía, en las urnas, cobrará el precio a quien corresponda por el intento de no respetar la institucionalidad democrática, simplemente porque habían perdido, y por mucho, las elecciones presidenciales de 2017.

La vida del país y de los ciudadanos transcurría en eso cuando aparecieron en marzo los primeros signos que la pandemia originada en China ya había infectado a algunos chilenos. El virus al principio se extendió lentamente, pero ahora ya se encuentra desatado en el país, aún con un correcto manejo de las autoridades y la crítica  sin tregua de los mismos que auspiciaron la violencia y/o guardaron cómplice silencio frente a la embestida revolucionaria. Esto significa que el tema sanitario de máxima importancia lo han convertido esos grupos en un tema político, donde el esfuerzo se concentra en debilitar al gobierno, el cual frente a la mirada de la mayoría silenciosa ha recuperado parte importante del caudal de apoyo expresado a fines de 2017.

La autoridad no solo debe controlar la pandemia, sino que también proteger las fuentes de empleo y con ello el sustento de millones de chilenos que sólo tienen su trabajo, no poseen propiedades de la cual se derivan rentas, ni ahorro en la forma de instrumentos financieros de los cuales pueden obtener ingresos adicionales. Por tanto, los cuantiosos recursos fiscales invertidos en subsidios de cesantía, bonos para aquellas familias que están en el mercado laboral  informal y liquidez para las empresas pequeñas, medianas y grandes, para que no caigan, y aumenten la presión de desempleo.

Creo que el último trimestre de este año, tendremos esperanzas que lo peor de la crisis sanitaria y económica comienza a ceder. Tenemos una pesada mochila por los gastos públicos incurridos para proteger sobre todo a los más débiles de la sociedad.

La caída de la inversión este año, más de 8%, pronostica que aún con una vuelta positiva del ciclo económico solo creceremos el 2021 cerca del 2% y que necesitaremos inversión creciente y productividad en el futuro para recuperar el inmenso daño ocasionado en el mercado laboral. Los chilenos esperamos que los futuros gobernantes se enfoquen en eso.

Como decía el protagonista de Up, Carl Fredricksen: “¡La aventura nos espera!”. Eso es lo que necesitamos, personas como Carl, con coraje, valentía y valores.