Esta semana conmemoramos el centésimo cumpleaños de Violeta Parra, una de las artistas más trascendentes de nuestro terruño, fructífero en poetas. Es una buena ocasión para pensar sobre lo político y lo popular, y, en particular, sobre la izquierda que se atribuye ser dueña de la cultura de nuestro país.

El Frente Amplio, a través del diputado Gabriel Boric, hizo un sentido homenaje a Violeta, denunciando con ímpetu que “hasta la derecha se atreve a utilizarla deslavada, como también utilizan a la Mistral”. El diputado cree que ser artista y no ser de izquierda es casi una contradicción biológica, un pensamiento que viene de la mano con el desprecio por todas las manifestaciones populares que no están alineadas con el credo frenteamplista.

Dicho de otra manera: en su ideario cosmopolita y abierto cabe todo, menos lo popular. Piense, por ejemplo, en las críticas y burlas hacia las fiestas religiosas, como el Te Deum evangélico, la procesión de la Virgen del Carmen, o, fuera de lo religioso, el rodeo. Matías Wolff, militante de Revolución Democrática, asumía el error en una columna en The Clinic: “Ese progresismo predicó la nueva verdad a los bárbaros desde la comodidad del sector nororiente, los posgrados y la vida multicultural”.

Quizás el ejemplo más potente del desprecio por la cultura popular chilena es el adjetivo “facho pobre”, un sujeto que viene del mundo popular, con sus tradiciones y valores, pero es de derecha. El facho pobre sería un sujeto ignorante y desarraigado de la clase a la que debería pertenecer, que, en vez de luchar por sus derechos, vive como una marioneta de los poderosos. Es un insulto tristemente común en redes sociales, basado en la supuesta superioridad moral de ciertas ideas. En buen chileno: es el roteo que usa la gente de izquierda.

Igual que con los artistas: no les cabe en la cabeza que pueda haber una persona pobre que no sea de izquierda. No les entra que sus temas favoritos –multiculturalismo, derechos reproductivos de las mujeres, laicismo, cientificismo, derechos de la diversidad sexual, etc.– no interpelen a las masas. A partir de este proceso, la izquierda del Frente Amplio se erige a sí misma en una élite, creando el riesgo de que aparezca un populista de derechas y los apunte como el enemigo al que hay que derrotar.

Un ejemplo de lo real que es este peligro se vio en la elección presidencial estadounidense, que irónicamente dejó en el poder a Donald Trump. La campaña estuvo marcada por el trato que le dio el Partido Demócrata a los “obreros blancos sin estudios”, una manera políticamente correcta de decir “trabajadores blancos e ignorantes”, que dejaron de creer que el progresismo los podía ayudar.  Algo peligrosamente parecido al “facho pobre” chilensis.

Volviendo a Violeta Parra, no hay tal como una “Violeta progre”. Justamente ella, que venía de San Fabián de Alico, y a pesar de todos los homenajes póstumos que realice la izquierda, no podría militar en RD. El mensaje universal de los Parra -como el de la Mistral- no pertenece a ningún sector político, justamente porque habla de lo universal, lo que no cabe en un tuit cool, ni lo captan los filtros de Instagram. No hay cazuela ni borgoña del Liguria que les solucione el problema.

 

Rodrigo Pérez de Arce, coordinador de Cultura Fundación para el Progreso

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

 

Deja un comentario