¡Cuántos niños trágicamente fallecidos! No, no sólo en el Sename, sino en hospitales y clínicas en que se aplicó la ley de aborto en tres causales, en vigencia desde hace cuatro años. Para quienes creemos que la dignidad humana es inviolable desde la concepción, cada una de estas muertes ―sean de la causal que sean― es una vida injustamente descartada. Pero incluso para quienes entran en la pragmática lógica de las tres causales, el aborto debería tener un límite.

“Es para circunstancias extraordinarias”, se repitió hasta el cansancio en el Congreso cuando esa ley se encontraba en discusión. Hoy parece haber circunstancias que escapan a esos “casos extraordinarios”, al menos en la primera causal: de 421 de casos amparados en la primera causal, en al menos 249 no había riesgo inminente para la madre, es decir, se trata de casos que ―incluso según los estándares de la ley de aborto en tres causales― eran evitables. Actualmente la medicina en Chile puede sobrellevar con éxito prácticamente todos los casos en que la muerte no es inminente (eso nos llevó a tener una de las tasas de mortalidad materna más bajas de América). Es verdad que la información disponible no permite sacar conclusiones para todos los casos del país (¿hay diferencias entre los hospitales que entregan esta información y los que no?), pero sí debe llamarnos la atención sobre un punto: podemos pensar que estos resultados serían generalizables, con lo cual podemos concluir que la mayor parte de los abortos realizados bajo la primera causal serían perfectamente evitables.

Incluso considerando el marco legal proaborto, al menos 249 niños podrían haberse salvado… Dicho con más claridad: al menos 249 seres humanos murieron pudiendo nosotros como sociedad haberlos salvado. Hubo muchas más muertes, sin duda, y detrás de cada una de ellas hay una historia dolorosa, pero es muy chocante pensar que podríamos haber evitado, incluso dentro del marco de injusticia de las tres causales, la muerte de 249 niños no nacidos… es la banalidad del mal de la que habla Hannah Arendt, un mal absolutamente superfluo, como innecesario, que se hace cotidiano y ya no nos hace ni cosquillas. Hubo muchas más muertes que 249, pero ese número es como un grito que nos remuerde la conciencia, que nos recuerda la individualidad de cada niño muerto por esta ley que un día nuestro Chile decidió aprobar.

Aunque hubiese sido un solo caso, somos una sociedad que ha normalizado el matar a ciertos seres humanos, que ya no percibe el carácter invaluable de la dignidad inherente de cada uno de esos niños por nacer y su propia singularidad. Hoy lo vemos como un dato, un número que el Minsal ni siquiera se ha molestado en publicar (porque no se detalla el carácter inminente del riesgo para la madre y porque no ha publicado estadísticas sobre esta ley desde julio de 2019). Las profecías de los provida se han cumplido: hemos perdido, lenta y progresivamente, la conciencia de la dignidad de los niños por nacer.

Tras un intenso debate que dividía nuestra sociedad: ¿a quién le importan hoy esos 249 niños que podrían haberse salvado? ¿a quién le interesa que probablemente sean más? Quienes aún nos oponemos al aborto en tres causales y sostenemos que se trata de una ley injusta que debe ser derogada somos tildados ―incluso en ambientes relativamente conservadores― de fanáticos. ¿Acaso la convicción de quienes se oponían a esta ley mientras se discutía cambiaron de postura? Es en verdad tremendo el efecto educativo que tienen las leyes (efecto que niegan los liberales a propósito de todos los proyectos de ley mal llamados “valóricos”), y se aprecia en hechos como este (en este caso, por deformar las conciencias).

¿Vamos a rendirnos sólo porque ya es ley? Deberíamos aprender del movimiento provida argentino, que terminó su derrota con el lema “aquí no se rinde nadie”. No luchamos por contingentes banderas “del sector”, sino por los niños que están por nacer… luchamos antes por esos 249 niños que tristemente no pudimos salvar y por los otros que han muerto por esta ley… y lucharemos más por los que están por venir. La ley de aborto en tres causales es injusta, y a cuatro años de su aprobación vemos cómo se ha abusado de ella: al menos 249 niños murieron y como sociedad les fallamos.

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