Muchos vimos con vergüenza y tristeza el desarrollo del inicio de la Convención Constitucional. Varias habían sido las señales previas que avizoraban lo que vendría, pero esperábamos que esta vez ganaría el sentido común. El mismo que se ha escapado del actuar de algunos de nuestros representantes hace un buen tiempo y que nos tiene con cada vez menos esperanza de que el resultado de esta nueva Constitución sea mejor que la que tenemos.

Porque de eso se trata todo esto. De avanzar, superarnos y tener algo superior a la Constitución actual, un texto para todos y no seguir en la lógica de vencedores y vencidos, porque los vencidos volverán a la carga tarde o temprano.

Con tristeza hemos visto que no han faltado los que han afirmado que esto es un proceso que pertenece sólo a un sector de la población y que el resto debe mirar desde la galería. Esa soberbia y falta de entendimiento de la realidad sólo llevará a que este proceso constitucional sea un triste espectáculo -uno como el que se vivió ayer- y se redacte en términos que forzarán a que sea reformada o cambiada en muy poco tiempo más. O que simplemente fracase el proceso.

Tanto la instalación de la Convención como los días previos dieron señales de alerta.

La previa al inicio de la Convención y hasta ahora, un grupo de constituyentes no ha parado de exigir la libertad de los detenidos post 18 de octubre, condicionando su participación para lo que fueron elegidos a que se haga lo que piden, sin considerar que esto corresponde a una decisión de otro poder del Estado. Durante la ceremonia, mientras se intentó entonar la Canción Nacional -la misma que debería unirnos a todos-, este mismo grupo gritó consignas para repetir este requerimiento. Y hoy las nuevas autoridades elegidas para la Convención han puesto como primer tema de discusión la liberación para estos supuestos “presos políticos”.

El mismo grupo además, previo a su instalación, exigió la renuncia de algunas autoridades, pero no fueron escuchados. Tampoco permitieron que la inauguración fuese un Acto Republicano, en el cual participaran los tres poderes del Estado. Tras vetar la presencia del Ejecutivo y el Poder Judicial, no quedó más que contar con una funcionaria técnica del Tribunal Calificador de Elecciones, Carmen Gloria Valladares, que resultó ser todo un descubrimiento por su buen manejo de crisis. Logró de alguna manera rescatar por un momento el valor de las instituciones, o al menos la que ella representa. Pero esta funcionaria estrella ya no estará en lo que venga, para calmar ánimos y volver a encauzar con imparcialidad las situaciones de conflicto que sin duda se seguirán produciendo.

En los días previos este grupo de constitucionalistas extremos también estuvo pidiendo aumentar el presupuesto para lo que son las asignaciones, como otra forma de cambiar las reglas por las cuales fueron elegidos. Como la de los 2/3, que si bien está establecida claramente en el Acuerdo del 15 de noviembre que permitió el plebiscito constitucional y este proceso, será un tema a debatir para ser modificada y lograr bajar su quorum.

Por último, desde hace tiempo habían amenazado con rodear la convención, lo cual cumplieron cabalmente el domingo y con violencia, acusando represión que nunca hubo, que llevó a suspender el evento por bastante rato. Varios de ellos exigían retirar las fuerzas policiales que aseguraban estaban dañando los derechos humanos de su gente en las calles aledañas, cuando, por el contrario, todas las imágenes demostraron que los ataques provenían de los manifestantes. Así, retrasaron el inicio, faltaron a la verdad, pero todo siguió igual. Y más tarde, de todas formas, obtuvieron la presidencia y la vicepresidencia de la Convención, en medio de celebraciones y aplausos. Y con un discurso de la nueva presidenta muy reivindicativo y poco unitario.

Así, después de correr el cerco todo lo que han podido, se inicia el proceso.

Yo también quiero cambios. Como ciudadana, hubiese querido ser constituyente. Pero si no avanzamos dentro de nuestro Estado de Derecho, respetando las instituciones, buscando el bien común y un Chile que sea la casa de todos, todo será en vano. El ambiente polarizado es hoy responsabilidad de los convencionales y el Congreso actual, que muchas veces ha sido catalogado de ser un «circo», pero parece hoy un lujo al compararse con la Convención Constitucional en su debut de ayer. Y lo más lamentable es que las demandas infundadas de ciertos constituyentes los está posicionando como los nuevos “privilegiados” de Chile, que recuerda la frase de que “todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”.

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