La difícil situación política que enfrenta Venezuela data ya de años. El chavismo vio su bonanza popular en los programas sociales después de 2004, sin embargo, con la depreciación del valor del barril de petróleo, la alta inflación y el estancamiento de los salarios, comenzó a ver su fin. En este contexto de crisis económica, Nicolás Maduro ha perdido el liderazgo que ejerció Chávez, tanto en la comunidad nacional como internacional, lo que generó una crisis político social de grandes dimensiones. Es por esto que actualmente su discurso se radicaliza a uno de carácter dictatorial militarizado muy duro, que abiertamente no respeta la institucionalidad ni prioriza la convivencia interna del país.
En las elecciones parlamentarias del año pasado la ciudadanía castigó la gestión del Mandatario, provocándole una derrota que abre otra página en la alicaída Venezuela. El amplio triunfo de la oposición, conformada por el bloque Mesa de Unidad Democrática (MUD), generó la esperanza ciudadana de que, a través de la vía institucional, Venezuela pusiese fin a la era chavista. Sin embargo, el afán de poder de Maduro y el letargo de la comunidad internacional para condenar las violaciones a los derechos humanos protagonizadas por el Gobierno dieron paso a que el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el oficialismo, declarase la nulidad de las decisiones del Parlamento venezolano —hoy controlado por la oposición— mientras este se mantuviese en “desacato” al fallo judicial que suspendió a tres diputados opositores.
En respuesta, la MUD decidió iniciar un referéndum revocatorio contra el Presidente Maduro para así poner término anticipado a su mandato. No obstante, eso se vio frustrado por la decisión del Consejo Nacional Electoral –notablemente influenciado por el oficialismo- de interrumpir el proceso y postergarlo, al menos, hasta el próximo año. Este hecho dio paso a una ola de manifestaciones ciudadanas que adquirieron importantes niveles de violencia.
Por lo anterior, el gobierno decidió abrirse a un nuevo proceso de diálogo con la MUD. Con esto, Maduro ha logrado desviar la atención de la oposición y la comunidad internacional respecto de la crisis institucional y humanitaria que experimenta su país, mostrando una actitud pacifista que aparenta un apaciguamiento de su típico personaje dictatorial. Así fue con la pasada visita secreta que hizo al Papa Francisco, en la que Maduro aceptó su propuesta de mediación vaticana en un proceso de diálogo que, hasta ahora, no ha dado señales concretas de cambio.
Hoy la oposición está dividida entre quienes confían en este proceso de negociaciones y los que ven en él otra jugada del Presidente para mantenerse en el poder, negándose a entregar garantías mínimas para un posible acuerdo. Todo indica que dicho proceso carecerá de condiciones mínimas que permitan destrabar la crisis política, y que se transformará más bien en un nuevo instrumento del régimen para legitimar la dictadura.
A nivel de percepciones, el gran ganador ha sido el Gobierno, puesto que la oposición está perdiendo una de sus principales banderas de lucha: la reactivación del referendo revocatorio. Con lo anterior, Maduro gana la chance de continuar su mandato hasta el fin de su período, ya que la esperanza de obtener soluciones por la vía del diálogo no sólo ha acallado a la comunidad internacional, sino que quita fuerza al carácter opositor de la MUD y la calma la protesta ciudadana.
La salida institucional que la coalición opositora debiese exigir ahora es la electoral. De lo contrario, se deslegitima el poder representativo de la MUD, ya que es de común conocimiento que ciertos puntos esenciales para la oposición no son materia de discusión para el Gobierno. Es en este punto donde es clave un fuerte pronunciamiento de la comunidad internacional, que no sólo ejerza presión para que el proceso de diálogo sea exitoso sino que, de no serlo, se pronuncie claramente a favor de celebrar el revocatorio.
Por el momento, Maduro ha logrado su cometido: afectar la imagen heroica que hasta ahora la MUD había adquirido y congelar un posible referéndum revocatorio en su contra, aumentando así las posibilidades de terminar su período presidencial. Esta nueva actitud pacífica del Gobierno venezolano ha engañado a muchos. Lo único que Venezuela podría ganar con esto es un Óscar para Maduro.
Felipe Rössler y María Teresa Urrutia, Fundación Jaime Guzmán
FOTO: DAVID CORTES SEREY/AGENCIAUNO