Progresismo sin progreso
La administración Boric podría ser descrita en sus propósitos iniciales en pocas palabras: “el gobierno intenta organizarse para administrar bien el país e instalar grandes reformas”. En el transcurso del tiempo esta oración se ha ido desojando, partiendo por su extremo.
Lo primero que se ha marchitado son las reformas. Los gobiernos cortos no se pueden dar el lujo de esperas largas, pero eso es precisamente lo que se está haciendo. Patricio Aylwin presentó y logró que se aprobara en su primer año la reforma tributaria y la reforma laboral, por eso los resultados fueron percibidos hacia el final del cuatrienio. En este caso, eso resultará imposible, aun suponiendo que fueran aprobadas sus iniciativas emblemáticas.
Ya se ha decidido la postergación de la reforma previsional para después del plebiscito. La ministra de Trabajo, Jeannette Jara, una hábil negociadora de acuerdos, estima que las posibilidades de un entendimiento con la derecha son muy limitados en el presente y la situación puede cambiar con el resultado del 17 de diciembre próximo, de modo que es mejor aguardar.
Por supuesto, la ministra Jara aclara que no está a la espera del plebiscito para la presentación de indicaciones, sino de la existencia de un acuerdo alcanzado, de manera de no crear falsas expectativas. El paso de las semanas no traerá ningún acercamiento, se puede perder el norte de las acciones y las condiciones pueden empeorar.
Cuando Guillermo Ramírez, jefe de la bancada de diputados UDI, señala que el ambiente de polarización hace muy difícil llegar a acuerdo, pero que todo “va a ser más fácil” de aprobarse “una nueva Constitución que reduzca el número de parlamentarios”, deja en claro que el punto en que se cruzan ambas líneas en este gobierno no existe. Para la derecha no hay momentos buenos con los actuales ocupantes de La Moneda.
Ni hablar del cambio mayor, la reforma constitucional, que se daba por supuesta en el programa de gobierno. En este último tramo se conversó mucho y se concordó poco, básicamente porque la ductilidad para conseguirlo estuvo completamente ausente. Republicanos partió diciendo, como el consejero Antonio Barchiesi, que esperaban que “la Comisión Experta no haga cambios sustantivos” y el oficialismo que aspiraba a un “acuerdo integral”. Nuevamente las líneas no se juntan.
Siempre ha sido difícil nadar sin agua y también lo ha sido en este caso. La prensa no pudo dar cuenta de una negociación en curso porque no había ninguna.
La Comisión Experta es lo que su nombre indica y como no es una comisión política, ni nunca existió algo similar, no recibió un mandato para implementar consensos, así que pudo aportar todo tipo de precisiones técnicas y ninguna resolución política.
El resultado fue el mismo funcionamiento que se podía esperar de un artefacto eléctrico sin enchufe ni batería. Esto terminará con la derecha a favor, la izquierda en contra y el gobierno refugiándose en su papel de garante del proceso.
Un dique hecho de coladores
Así que la oración inicial queda reducida a: “el gobierno intenta organizarse para administrar bien el país”. Si vamos a los resultados, en lo administrativo, vemos que este es un gobierno mucho más de continuidad que de innovación. Es a nivel político que el retroceso es manifiesto. Ha sido en un gobierno de izquierda donde se está concretando el mayor proceso involutivo de las últimas décadas, medido por el avance de la derecha dura.
Si lo típico del progresismo es el afianzamiento de un cambio cultural hacia un mayor respeto por la diversidad, estos años van a destacar por su movimiento en reversa. Si se cambia la Constitución, este giro se consagra, y si se rechaza quedamos en la situación previa al estallido social. En esta área el gobierno de Boric pasó y no se notó.
Lo más alarmante es que este tipo de situación no produce ninguna alarma. Si ha existido una especialidad de la actual administración es la exhibición de sus convicciones, para la gratificación de los ya convencidos, pero sin ampliar el ámbito de un mayor número de adeptos.
En el fondo, nos hemos encontrado con un reiterado ejercicio de autocomplacencia que les resulta muy grato a sus practicantes.
Por eso nos encontramos ante el extraño espectáculo de un grupo político que mantiene un alto concepto de sí mismo, en circunstancias que acumulan tantas derrotas como condecoraciones los generales soviéticos, costumbre que, por lo demás, mantuvieron hasta su extinción.
¿Para qué disminuir tropiezos si los podemos coleccionar?
Así que la oración inicial queda reducida a: “el gobierno intenta organizarse”. Para que al gobierno le vaya bien debe dejar de lado su costumbre de persistir en sus errores hasta no haber pagado todo los costos imaginables.
Se puede administrar de mejor o peor manera el Estado, pero nada bueno se consigue de ir en contra de la naturaleza de sus instituciones. En nuestro ordenamiento, en última instancia, son los colaboradores los que defienden al Presidente y no el Presidente el que sale en defensa de sus colaboradores.
El Presidente Boric dio por superado el episodio de la doble negativa de su jefe de asesores, Miguel Crispi, a asistir a la Cámara de Diputados.
La pregunta obvia siempre va a ser si era necesario dar este paso obligado, indispensable dada la doctrina de probidad y transparencia reiterada por el Mandatario, sólo después de poner en jaque la relación con la Cámara, en pie de guerra a las bancadas de la oposición, conseguida la exasperación de parlamentarios oficialistas, el pronunciamiento del Contralor y la poco convencida defensa de los ministros dando explicaciones que quedaron fuera de juego.
¿Dar por superada una situación innecesaria y contraproducente va a prestigiar al gobierno? ¿Colabora en algo al cumplimiento de sus objetivos? Todo depende de los objetivos reales que se tengan. Porque si lo que se quiere es aglutinar al votante de izquierda, pese a sucesivas derrotas, las encuestas dicen que se está logrando. Son las mismas encuestas que dicen que los que están preocupados de avanzar en construir mayorías son otros.
Al final, la formulación más verídica de los propósitos finales de esta administración se podía sintetizar de este modo: “el gobierno se organiza como puede para administrar lo que sus conflictos internos permiten, a fin de justificar por qué las reformas quedaron pendientes”. No sirve para arengar masas, pero se parece más a la realidad.
Bueno, ingenioso