Por  años, la agenda laboral ha sido capturada principalmente por los partidos políticos de la ex Concertación -actual Nueva Mayoría- y por los economistas del lado de la oposición. Los políticos, fundamentalmente los de izquierda, han insistido en la confrontación como el eje de la relación laboral, igual que en la década de los 60, cuando los empleadores eran vistos como explotadores y los trabajadores como relativamente incapaces, que debían ser defendidos de sus “patrones” y de sus propias decisiones.

Para cumplir este rol están los partidos políticos y los sindicatos afines a los mismos, los que sí sabrían lo que es bueno y les conviene a los trabajadores. Incluso ahora, en la última reforma laboral, se estableció que el trabajador que no pertenece a un sindicato tiene menos derechos que aquel que sí pertenece, aplicando la misma lógica que rige para el afiliado a un partido: si está adentro, tiene trabajo y beneficios; si disiente o se retira, pierde todo. En ese enfoque, la capacidad y el deseo de elegir del trabajador —de superarse, de progresar y de salir adelante por sus propios medios y esfuerzo— nunca han sido considerados.

Por otra parte, en algunas ocasiones los economistas parecieran consideran el trabajo solo desde una mirada económica y como un factor más de producción, utilizando estadísticas y estudios en lenguaje solo apto para iniciados. Estudios y estadísticas que si bien pueden ser muy válidos, pasan casi absolutamente por alto la importancia e impacto del trabajo en el desarrollo integral de la persona, el rol social y de integración que cumple, y cómo éste dignifica a quien lo ejerce.

Hasta ahora, los políticos han demostrado que sus agendas laborales se han definido solo a partir de lo que piden las cúpulas sindicales, que es de todos sabido que tienen una bajísima representación en el mundo laboral (7,42%), y de lo que sus propias visiones del mundo del trabajo les dice hay que hacer. No ha habido interés por conocer qué piensan realmente los trabajadores y empleadores chilenos, ni cuáles son las dificultades que  enfrentan.  Tampoco les ha interesado conocer cómo viven su relación de trabajo en el día a día, cuáles son sus aspiraciones y sueños, qué nuevos desafíos y oportunidades les presentan la modernidad, los avances tecnológicos y los cambios en los sistemas de información. Estos temas no han sido abordados.

Los economistas tampoco han incorporado mayormente en sus planteamientos los aspectos antes señalados. La mirada sigue siendo también fundamentalmente desde fuera de la empresa, pero por una razón muy distinta a la de los políticos de izquierda y cúpula sindicales, ya que estos últimos quieren controlar a los trabajadores y para ello necesitan menoscabar su posibilidad de surgir por su propio esfuerzo y empeño. En el caso de los economistas, creo que es más bien producto de una mirada muy académica del tema, donde falta un mayor involucramiento con la realidad que se vive en las empresas y que no siempre aparece considerada en los textos.

Ahora, cuando todos los partidos y grupos que aspiran a llegar al poder en 2018 están elaborando sus agendas, incluida la laboral, sería bueno que esta vez lo hicieran pensando en primer lugar en el trabajador chileno y en quienes le dan empleo. Partiendo por terminar con la mirada confrontacional del mundo del trabajo que han aplicado hasta hoy , y por entender que el mundo cambió y que la única manera de hacer frente a los desafíos de la modernidad es que trabajadores y empleadores actúen en conjunto. Lo que se logra no estableciendo leyes que los dividan, sino que instancias que los unan.

El trabajador, en todas las encuestas, señala que los primeros factores para alcanzar el éxito económico son la educación, el trabajo responsable y la iniciativa personal. Al mismo tiempo, manifiesta que las personas deben ser recompensadas por su esfuerzo y desempeño, lo que se opone absolutamente a que todos deban ganar lo mismo sin importar el desempeño. Por último, cuando se les consulta sobre quién es el principal responsable por su sustento económico, la gran mayoría responde que es la persona y no el Estado.

Todo esto ratifica que el trabajador chileno asume su responsabilidad por su bienestar y progreso. Lo que necesita del Estado es que facilite las condiciones para que haya empleos dignos y bien remunerados; para que tenga acceso a un aprendizaje continuo, acorde a los tiempos actuales y futuros, sin importar si trabaja en una micro o gran empresa; que pueda reconvertirse y acceder a una intermediación laboral en caso de quedar sin empleo; que existan distintas alternativas de trabajo para quienes no pueden desempeñarse en horarios o lugares habituales. Y por último, que no coarte su capacidad de elegir y menos que lo discrimine por no pertenecer a un grupo determinado.

En definitiva, una legislación laboral que ponga al trabajador y a su dignidad como ejes de su diseño.

 

Huberto Berg, director Berg Consultores S.A.

 

 

FOTO: MATIAS DELACROIX/ AGENCIAUNO

 

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