Una costumbre ya casi republicana en nuestro país los días de elecciones ha sido la declaración de triunfo por parte de todos los sectores políticos, práctica que se vio interrumpida el domingo por los claros perdedores, el Gobierno  y la Nueva Mayoría, acompañada del sincero reconocimiento de derrota por parte de la Presidenta Bachelet y el ex Presidente Lagos.

La misma Presidenta dejó entrever en una entrevista la víspera de la elección que La Moneda no esperaba el mejor de los resultados, pero perder en votación y número de alcaldes, y bajar tan abruptamente en la votación de concejales, simplemente no estaba en los cálculos de nadie, por varias razones.

En primer lugar, el resultado de estas elecciones es principalmente político. Es decir, a diferencia de otros años, está vez la gente, más que evaluar una gestión local, castió la ideología, desprolijidad y voluntarismo de las reformas impulsabas por este gobierno. No es casual que las comunas de clase media fueran transversalmente conquistadas por Chile Vamos.

Además, quedó reflejado el quiebre al interior de la Nueva Mayoría y al final del día eso es consecuencia del vacío de liderazgo dejado por la constante caída en la aprobación de la Presidenta. Só lo así se explica el golpe de mando que dio el ex Presidente Lagos en sus palabras de apoyo a Carolina Tohá.}

La Nueva Mayoría es un proyecto que ya no tiene respaldo ciudadano, que fue traicionado por sus propios objetivos, y que responde más a la improvisación que a una hoja de ruta definida. La nula presencia de dirigentes oficialistas en La Moneda y la suspensión del comité político del día lunes son muestras de ello.

Encontramos a un claro ganador, Chile Vamos. Era esperable conseguir un resultado más favorable que las elecciones municipales de 2012, sin embargo, la votación obtenida por la centroderecha estuvo por sobre lo esperado por cualquier analista. Chile Vamos logró plasmar, en varias de las llamadas comunas emblemáticas, su proyecto político centrado en la clase media, que es la principal perjudicada por el proyecto de la Nueva Mayoría y que hoy le está pasando la cuenta.

Pero es evidente que el Gobierno no sólo fue decisivamente derrotado por el resultado en las urnas, electorales, pues también es responsable -junto a la Nueva Mayoría- del alto porcentaje de abstención. En primer lugar, porque desencantó a su propio electorado con el fracaso de las políticas que se han ejecutado en estos dos años y medio de Gobierno; segundo, por cierta renuncia a ese aire de refundación de la política ofrecida en un programa de Gobierno que se vio sobrepasado al confrontarse con el Chile de verdad: el que no figura en las redes sociales, el que quiere elegir la educación de los hijos, que requiere más y mejores empleos, y que no se encuentra asociado a sindicatos.

Finalmente, la lectura más importante es que la izquierdización iniciada a principios de 2011, y que la Nueva Mayoría se compró, hoy empieza a mostrar sus signos más evidentes de resaca. Y despertar de una resaca nunca es grato.

Carlos Oyarzún, investigador Fundación Jaime Guzmán

#Tribuna Líbero

Deja un comentario

Cancelar la respuesta