En los numerosos análisis post elecciones, los dardos han apuntado principalmente al innegable triunfo de la oposición, la apabullante votación del Partido Republicano, y la invasión de los votos nulos (más que los votos de Chile Seguro y casi mismo número que los de Unidad Para Chile), sin duda un cambio de paradigma que durará lo que dure el voto obligatorio. Pero creo que no hemos analizado en profundidad el que probablemente sea el hito más categórico de todo el proceso electoral: la exclusión absoluta de la lista Todo por Chile (DC, PPD y PR) del futuro Consejo Constitucional.

Pongamos las cosas en perspectiva: es muy distinto que a un partido le vaya mal -Evópoli, por ejemplo, sólo logró la elección de su presidenta, algo similar a lo que logró la DC en 2021; y RN perdió el mote de ser “el partido más votado de Chile”- a que a un bloque entero le vaya pésimo. Es distinto conseguir pocos escaños, a no conseguir ninguno. Es distinto, infinitamente distinto, mirar el Consejo desde el hemiciclo, a tener que seguir las sesiones por YouTube. Y no digo con esto con un tono mordaz, sino con algo de desconsuelo, porque son bastantes los flancos que deja abierta la desaparición de la socialdemocracia del mapa constituyente.

¿Quién pierde? Analicemos brevemente.

Como es evidente, los que más pierden son los partidos de la ex-Concertación. Esto sólo logra agudizar las crisis que tanto la DC, como el PPD y el PR, venían afrontando de un tiempo a esta parte, principalmente por la fuga de dirigentes históricos, como Harboe en el PPD, Maldonado en el PR, y un amplio número en la DC, incluyendo a los senadores Walker y Rincón, los diputados Calisto y Pérez, y otros baluartes del falangismo como Jorge Burgos, entre muchos otros. En el caso de la DC, además, la crisis es doble o triple, porque vuelve a instalar el dilema de entrar o no al Gobierno, y, además, porque hace pensar que la aventura de “ir solos”, en 2017 no era tan mala idea.

Sí, es verdad que el voto obligatorio hace incomparables ambos momentos, pero la nula capacidad de convertir votos en escaños hará a muchos replantearse si merecen seguir en alianza con otros actores tanto o más débiles que ellos.

¿Y qué hay del PS? El partido de Allende apostó, y ganó. No sólo obtuvo más escaños que los que habría obtenido si se hubiera mantenido en el Todo por Chile, sino que además fue bastante eficiente: a pesar de sacar 200 mil votos menos que el PC, consiguió seis asientos en el Consejo, mientras que el partido de Recabarren sólo dos.

Con esto, el PS se alza como uno de los pocos ganadores de la jornada dentro del oficialismo. Pero también hay perdedores dentro de esta tienda. El ala más liberal, o más tecnocrática si se quiere, los que ansiaban que el socialismo se mantuviera con el PPD, ven cómo su ilusión se extingue lentamente. No hay que ser adivino para suponer que el PS nunca volverá a pactar con el resto de la socialdemocracia y, por el contrario, es de suponer que radicalizará sus posiciones, pareciéndose cada vez más al Frente Amplio y al PC.

Pero no sólo pierden en el oficialismo. La supresión de la ex Concertación complica también a la oposición, y particularmente, a los sectores más moderados de la centroderecha. La derecha ganó; tendrá el Consejo, y cómodamente puede escribir la Constitución de sus sueños. Pero los consejeros han de saber que, si quieren triunfar en el plebiscito de diciembre, deben entregar un texto que no sólo deje contentos a sus electores, sino a una mayoría del país. En otras palabras, necesitan actores bisagra, que se puedan sumar a la tarea y logren consolidar un texto coherente, significante y validado.

Socialdemocracia, you had one job.

Sin embargo, el resultado electoral pone en jaque todo el proceso. ¿A quién recurrirá la derecha para sociabilizar y aplicar bálsamo a las normas y principios constitucionales? ¿Con quiénes discutirá y llegará a acuerdos transversales, tal como lo han hecho los miembros de la Comisión Experta? Con un Consejo tan polarizado y sin bisagras, no hay solución a la vista.

El desastre electoral de la ex Concertación es malo para el país y para el proceso constituyente. Y ojalá que tenga recuperación. Personalmente, me carga ese reduccionismo inútil de señalar que “prefiero a un PC que a un DC, porque con el primero sé perfectamente lo que está pensando”. Ese es argumento de enemigos, y en la fauna política encontramos gente con la que podemos tener diferencias, sin que haya una aborrecimiento insoslayable.

Luego, para la centroderecha es clave tener al frente una centroizquierda con la que pueda discutir y pelear, pero también llegar a acuerdos o consensos. Sin ir más lejos, es cosa de mirar lo que pasa en el Congreso: hay una izquierda que se opuso al TPP-11, que no quiere que los militares ayuden al orden público, y que busca deshacerse de los privados en materias como la salud; pero hay otra izquierda que está en las antípodas de la primera, en todos estos aspectos. Con esta última, la derecha puede tener diferencias más o menos profundas, pero comparte un tronco común, que es el respeto por el Estado de Derecho. La gran pregunta, entonces, es cómo sacar un texto constitucional cuando dicho tronco está reducido a pequeñas ramas, que no resisten ni siquiera el peso de una red.

Abogado, sociólogo y master en Gestión Política George Washington University

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