Después de un año de sesiones, la Convención Constitucional cesará definitivamente sus funciones, tras entregar al Presidente Gabriel Boric el texto definitivo de la Constitución que le proponen al país, para ser sometido al escrutinio del soberano el 4 de septiembre próximo. Ese día tendremos que decidir tan solo si aprobamos o rechazamos ese texto, nada más. No se estará decidiendo cuál Constitución se prefiere ni nada parecido, solo si se aprueba o rechaza.
Diversas razones explican el rotundo fracaso de este intento de proveerle al país una nueva Casa de Todos, que sobrepasan los aspectos legales y constitucionales del texto. La primera de esas razones fue el sesgo ideológico con que los colectivos de izquierda radical enfrentaron el proceso, aplicando sistemáticamente una política de cancelación hacia quienes disentían de sus ideas, pero especialmente a los 37 representantes de la centro derecha, a quienes rechazaron cualquiera de las múltiples iniciativas que presentaran, tan solo por ser “de derecha”.
Una segunda razón fue el inusitado activismo indigenista, que terminó otorgándoles privilegios desmedidos, que los afectan positivamente solo a ellos, quedando el resto de los chilenos enfrentando una grave incertidumbre respecto de dos temas fundamentales, como son la igualdad ante la ley y los derechos de propiedad que podrían ser expropiados.
Una tercera razón fue la inadecuada actuación de diversos convencionales, que desprestigió a la Convención, convirtiéndola en un verdadero circo. Partió con el engaño de Rojas Vade; el irrespeto a nuestro Himno Nacional entonado por el convencional Félix Galleguillos como “Pluro Chile es tu cielo azulado”; los disfraces de dinosaurio y tía Pikachú de Giovanna Grandon y de Cristóbal Andrade; sin olvidar al señor Nicolás Núñez, quien participó y votó en la Comisión de Medio Ambiente mientras se aseaba en la ducha. Estos son algunos de los casos más connotados, pero hay muchos más que se distinguieron por un total desprecio a las formas y a la solemnidad que debió imperar.
Una cuarta razón fue que la izquierda radical que dominó la Convención, optó por un texto revanchista, sesgado, que renegó de nuestra tradición constitucional, desconoció nuestra historia republicana, denostó nuestra institucionalidad política eliminando el Senado y, peor aún, plagió en lo principal la Constitución de Bolivia, con lo que pretende transformar a Chile en un país plurinacional, con privilegios desmesurados hacia los once definidos pueblos y naciones indígenas en desmedro del resto de los chilenos.
El texto surgido de esta convención contiene además dos gravísimas falsedades, que están expresadas en el artículo 25 N°1. Este dice así: “Toda persona tiene derecho a la igualdad, que comprende la igualdad sustantiva, la igualdad ante la ley y la no discriminación. Es deber del Estado asegurar la igualdad de trato y oportunidades. En Chile no hay persona ni grupo privilegiado. Queda prohibida toda forma de esclavitud”.
La primera falsedad es que no habrá derecho a la igualdad ante la ley, pues el texto explicita que el Estado reconoce los sistemas jurídicos de los pueblos y naciones indígenas, los que en virtud de su derecho a la libre determinación coexisten coordinados en un plano de igualdad con el Sistema Nacional de Justicia. Y la segunda falsedad es que sí se crean grupos privilegiados, que no son otros que los pueblos y naciones indígenas, privilegios otorgados a través de los artículos N° 34, 58, 66, 102, 162, 191, 234, 235, y 309, que por su extensión no describiré.
Son muchos más los problemas de este texto, pero dejando de lado los del sistema político, de la educación, de la salud, etc., el más grave es la inexistencia de la independencia judicial, al eliminarse el concepto de poder judicial, quedando la evaluación y el nombramiento de los jueces sometidos al poder político, con lo cuál la Democracia y el Estado de Derecho quedan amenazados por un clientelismo que no asegura la debida imparcialidad al impartirse justicia.
Para intentar volver a ser una Nación unida, que privilegie el ser todos chilenos, el mantener nuestras tradiciones y nos reencontremos civilizadamente, sin violencia, con amistad cívica y ciudadana, donde nadie sobra ni es cancelado por pensar diferente, la mejor opción es votar Rechazo.
*Jaime Jankelevich es bioquímico y consultor.