Todo se quemó, excepto los problemas permanentes
Durante el invierno, alrededor del 24 de junio, día de San Juan, se produce una breve temporada de buen tiempo, por eso se da un nombre alusivo a esos cortos paréntesis que parece ir a contracorriente de un período duro.
Sólo los desinformados confunden lo inusual con lo perdurable, porque lo excepcional llama la atención por lo infrecuente de su ocurrencia. Es lo que ha pasado con el oficialismo durante la pausa estival.
Es usual que un gobierno atraiga múltiples críticas por las decisiones que toma. Hasta que llega una emergencia. Cuando aparece una auténtica crisis nacional, nos damos cuenta de que necesitamos del Estado y que opinar sin hacerse responsable de la situación producida no tiene, por el momento, justificación ni oportunidad.
Si el Ejecutivo reacciona con sentido de urgencia, movilizando el conjunto de recursos existentes, las críticas se trastocan en respaldo y colaboración. Cuando las autoridades se vuelcan al terreno, saliendo de sus labores habituales, todos entienden que están cumpliendo con un deber insustituible.
Se produce un reenfoque de los problemas y de las prioridades, ninguna dificultad ha desaparecido, pero la presencia súbita de una amenaza mayor concentra la atención general sobre un centro de interés principal.
Nada de esta tragedia evita constatar que este difícil y ardiente verano ha sido, justo por que es dramático, una especie de paréntesis de calma en el cotidiano conflicto político. Hemos tomado conciencia de por qué es que al Ejecutivo se le da este nombre: porque ejecuta acciones de alcance nacional de primera importancia.
Igual se trata de un “veranito”, porque lo que se ha alterado son factores de temporada, pero no condiciones de base. La política tiene sus propios incendios y esos no se apagan con la aparición de las lluvias. Un cambio permanente requeriría alterar un dato de fondo y esto no parece haber ocurrido.
La doble señal es una constante
El Gobierno hace bien en reforzarse con la entrada de personas de probada capacidad y vasta experiencia. Moderación y solvencia se potencian. Ejemplo reciente es la designación de Paulina Saball como encargada del plan de reconstrucción en la zona de los incendios, una nominación ampliamente aplaudida. Ahora sabemos que la reconstrucción estará en buenas manos.
Ha sido el Presidente Boric el que ha destacado a Michelle Bachelet y su felicitación con motivo de este nombramiento. Esto muestra el valor añadido que tiene la designación de Saball: evocar a una figura reconocida de la Concertación.
Es como si se requiriera de la certificación de administraciones del pasado como garantía de un correcto proceder presente. La pregunta obvia es si una seguidilla de designaciones puntuales bastaría para producir un giro favorable al gobierno.
Si la administración Boric entregara en lo sucesivo señales en un solo sentido, la respuesta sería afirmativa, pero lo característico de la distribución del poder en la presente administración lo hace muy improbable.
Es frecuente afirmar que el Gobierno depende del apoyo que le presta Socialismo Democrático, pero esto constituye la mitad del dato que importa. La dependencia es dual, igualmente imprescindible se torna la presencia de Apruebo Dignidad, tanto para este cuatrienio como para lo que sigue.
La base política de Boric no es el Socialismo Democrático. Apruebo Dignidad no es un bloque que se pueda sacrificar ni ahora ni después. El Gobierno se jugó por la lista única para evitarle una desventaja al Frente Amplio y al PC a un costo alto.
Hay dos coaliciones desigualmente influyentes en la gestión de Gobierno, pero sí se necesita atender por igual a sus demandas más representativas, y, como ellas son diferentes y hasta antagónicas en ocasiones, el Gobierno se mantendrá oscilando entre señales dirigidas a destinatarios internos distintos.
La doble señal es una constante en este Gobierno, no corresponde a errores involuntarios, sino a una necesidad política que se impone por sobre los requerimientos de la gestión.
Cuando se estaba por firmar el acuerdo en seguridad (señal moderada), se decretaron los indultos (señal para la base de izquierda). Ahora, la colaboración público-privada para combatir los incendios, fue seguida con la apertura fuera de lugar del tema de una nueva regulación para la industria forestal y un posible royalty, idea de inmediato retirada. Se pueden esperar muchas cosas, excepto que la señalética discordante se siga empleando.
Las opiniones sobre el equilibrio están desequilibradas
El Gobierno de Boric no va a girar hacia una versión actualizada de la Concertación. La mitad de su base de apoyo, la más cercana, está lejos de querer que algo así ocurra. Lo que más importa no es lo que la Concertación tenía, sino aquello que al actual Gobierno le falta.
Se retoma en estos días la dinámica política de arrastre, que se caracteriza por listas en competencia para consejeros constituyentes, una tramitación incierta de las reformas en un Parlamento en el que no se tiene mayoría y el ambiente típico de una campaña corta, pero intensa. Los dilemas decisivos permanecen donde mismo.
¿Qué es lograr el equilibrio en un Gobierno que se sostiene en dos coaliciones que ya no pueden dirigirse a su confluencia? Esa es la pregunta más difícil que tendrá que afrontar este gobierno a lo largo de todo su período.
Además, ¿cómo conseguir este resultado en relación con un referente que se acaba de dividir en vista de la elección de consejeros constitucionales?, ¿la incorporación de nuevas figuras al gabinete mostrará diferencias entre partidos?, ¿el PPD -que optó por una segunda lista- será tratado lo mismo que el PS que actuó distinto?
Tal vez no exista una buena respuesta, al menos no una permanente y se deba administrar una situación difícil y cambiante en cada coyuntura. Las oportunidades de decepcionarse en cada ocasión pueden ser muchas.
Las opiniones sobre lo que es equilibrio no están equilibradas. Sea lo que se haga se encontrará con una crítica interna.
Esto hay que tomarlo en cuenta ahora cuando el lento regreso de las vacaciones obliga a muchos medios a especular sobre un cambio de gabinete que pudiera marcar una mayor presencia del Socialismo Democrático.
El tema de la lealtad aparecerá una y otra vez, no hay manera de resolver la cuestión en un debate que tiende a eternizarse en los mismos argumentos. Todos optarán por esperar a que sea el veredicto de las urnas el que zanje la discusión, al menos por la recepción ciudadana de los diferentes puntos de vista.