Luego de tres años, las palabras del Papa Francisco en el título de esta columna para referirse a los cuestionamientos al obispo de Osorno, Juan Barros, mantienen su vigencia. Las ratificó durante su reciente paso por Chile con su respaldo sin titubeos al prelado: no sólo permitió su intervención como concelebrante en las misas públicas de Santiago, Temuco e Iquique, sino que también afirmó a los medios que las acusaciones contra Barros eran “calumnias”, porque “no hay ni una sola prueba en su contra”.

En efecto, en los dos procesos en los que Juan Barros ha sido vinculado al sacerdote Fernando Karadima, uno en sede canónica y el otro en sede civil, jamás se pudo acreditar participación o conocimiento, de ahí las categóricas expresiones del Sumo Pontífice en ambas ocasiones.

Pese a lo anterior, un grupo de manifestantes llamado “Laicos y Laicas de Osorno” se ha encargado de hacerle la vida imposible a monseñor Barros en su ejercicio pastoral. Con un nombre que alude sin duda a la Teología de la Liberación en su expresión contemporánea —la ideología de género—, este grupo ha embaucado en su estratagema a moros y cristianos, literalmente.

Arrogarse el apelativo de “católico” para luego desacreditar a la jerarquía y a la doctrina de la Iglesia no es una estrategia nueva. Las “Católicas por el Derecho a Decidir”, la “Pastoral de la Diversidad Sexual”, el “Partido Demócrata Cristiano” o, antaño, la “Izquierda Cristiana” y los “Cristianos por el Socialismo”, son otros claros ejemplos de una táctica que busca confundir a la sociedad mediante una falacia de autoridad: si hablaran como los ateos que son, sus opiniones no tendrían validez para definir el pensamiento de la Iglesia. El combate frontal, por tanto, da paso a la infiltración estratégica, más efectiva y que cuenta con el respaldo de sectores que sí adhieren explícitamente al marxismo cultural.

A fin de cuentas, razón tenía el Papa con sus dichos en 2015: “tontos” son los católicos que, observando estos hechos, prestan cándidos su consentimiento para desprestigiar a su propia Iglesia. Los que aprovechan semejante estupidez son los “zurdos”.

 

Henry Boys Loeb, director nacional del Observatorio de la Cultura San Juan Pablo II

 

 

FOTO: ALEJANDRO ZOÑEZ/AGENCIA UNO

 

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