El Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2015, entregado por la CEPAL, contiene un conjunto de resultados pertinentes para la discusión que se lleva a cabo hoy en el país.
La primera conclusión es que, si bien la economía chilena crece a un ritmo menor de lo deseable, con un 2,5% anual, esta cifra es positiva y los discursos acerca de una supuesta recesión están lejos de la realidad actual o del futuro próximo. Dado que lo que se prevé para toda la región es un crecimiento algo más lento (pero muy influido por las caídas de Brasil y Venezuela) y que no existen pronósticos acerca de una nueva crisis global, es razonable decir que estamos en un periodo de crecimiento lento que se mantendrá por algún tiempo. No hay crisis, sino crecimiento más lento; eso es un problema, pero no se ataca como si fuera una recesión.
En segundo lugar es claro que las principales causas de esta reducción del ritmo de crecimiento se encuentran en una menor demanda externa que ha hecho caer nuestras exportaciones en precio y cantidad; así como en una reducción del ritmo de crecimiento de la inversión externa (que aumentó el año pasado en un 14%, porcentaje saludable, pero menor al de los años previos).
No obstante lo anterior, es claro también que hay una contracción de la inversión interna así como una desaceleración del consumo. Aumentar la demanda interna, que según la CEPAL ha sido un factor principal del crecimiento en los últimos años, permitiría superar parcialmente los efectos de la reducción del sector externo y dar un mayor dinamismo a la producción nacional.
La tercera conclusión es, entonces, que aunque no estamos en tiempos favorables, tampoco es imposible tener un mejor crecimiento si adoptamos medidas que aumenten la inversión pública y privada. En cuanto a la inversión pública, no debemos olvidar que Chile tiene aún el nivel más bajo de endeudamiento en relación al PIB de todo el continente. No es desdeñable la posibilidad de reducir gasto público en algunos sectores y reorientar esos fondos a la inversión; pero el espacio para un endeudamiento marginal, destinado a programas de infraestructura o desarrollo energético sería una potente señal de compromiso del estado con el crecimiento.
Es comprensible la prudencia con que la autoridad económica aborda hoy estos temas, poniendo énfasis en la necesidad de contener el gasto público. No obstante, esa misma autoridad ha planteado una cierta expansión en ese gasto en el presupuesto del próximo año. Llevar adelante esa expansión, dedicada estrictamente a la inversión pública, parece la mejor receta para un período de crecimiento lento y disipar la noción de que estamos enfrentados a alguna crisis, cuestión que las propias cifras desmienten.
Más complejos son los caminos para obtener un crecimiento en la inversión privada interna. Es indudable que una serie de hechos políticos recientes han provocado, de manera espontánea o inducida, una cierta reticencia por parte de actores privados que podrían hacer mucho por el crecimiento del país.
Se ha dicho, sin presentar muchas evidencias, que algunas de las reformas del gobierno han tenido efectos negativos al respecto. Sin compartir esta idea, es evidente que una mayor certeza acerca del contenido y alcance de los proyectos futuros podría contribuir a mejorar la confianza, reflotar proyectos pendientes y al mismo tiempo permitir al mundo empresarial hacer también su contribución a la revigorización de nuestra economía.
José Miguel Insulza, Foro Líbero.
FOTO: SEBASTIÁN RODRÍGUEZ/AGENCIAUNO