En la historia de las relaciones entre Chile y Bolivia hay numerosas situaciones que se asemejan más a un relato de ficción que a la realidad. Basta recordar que los últimos “esfuerzos de acercamiento” (como definen algunos los intentos por satisfacer las aspiraciones marítimas de los vecinos altiplánicos) no comenzaron en La Paz para continuar en Santiago, o viceversa. Se iniciaron en Algarve, Portugal, para terminar (con el diálogo fenecido) en La Haya, Países Bajos. Muy demostrativo de cuán difícil resulta participar en un proceso de conversaciones, con estos vecinos en particular. Primera lección para los principiantes: se equivocan quienes piensan que Chile puede negociar con Bolivia lo mismo que Alemania lo hace con Bélgica. En este caso, no operan los principios de la lógica ni el método aplicable a una negociación como se enseña en Harvard. De ahí que no es casualidad que la ruta del diálogo con Bolivia se hubiese iniciado en Portugal, para terminar en Holanda.

En efecto, a un mes de terminar el mandato del Presidente Frei Ruiz-Tagle, los cancilleres Juan Gabriel Valdés y Javier Murillo reunidos en Algarve, convinieron en impulsar un “diálogo sin exclusiones”. Primer paso para, sin mencionarlo expresamente, incluir el tema que Bolivia buscaba con tantas ansias incorporar a la agenda bilateral, de manera formal. Comprueba el carácter de realismo mágico de este cuento, el hecho de que este “diálogo sin exclusiones” se daba precisamente con la exclusión de relaciones diplomáticas, interrumpidas por Bolivia desde 1978.

Así, durante el gobierno del Presidente Lagos se exploraron vías que incluyeron la posibilidad de dar a Bolivia facilidades para la exportación de gas, mediante formulas que llegaban a plantear un enclave sin soberanía, con la contrapartida de obtener provisión de recursos energéticos a precios convenientes. Nuevamente, un ejercicio dominado por la ficción, pues nuestros negociadores, como buenos principiantes, no tomaron en cuenta la primera lección y se encontraron con el segundo principio que nos indica que, siendo este un tema que para los bolivianos es puramente emocional, no operan ni la racionalidad ni las “condiciones mutuamente ventajosas”. (Menos aún, cuando la mentalidad imperante de la contraparte es dominada, como lo llegó a ser años después, por la “cosmovisión andina” del mundo Aimara). Así, se perdieron años intentando explicar a la contraparte en qué consiste una fórmula en que ganan ambas partes (situación “win-win”). Todo esto ocurría mientras se sucedían en Bolivia los gobiernos de Banzer, Quiroga, Sánchez de Losada, Mesa y Rodríguez. Evo Morales ya lideraba protestas masivas contra el entendimiento con Chile y Carlos Mesa, sumándose al facilismo populista, planteó un referéndum que le permitiera aferrarse al poder, teniendo como “gancho” una pregunta para que el pueblo decidiera sobre continuar o no las negociaciones con Chile. Con el lema “ni una molécula de gas para Chile”, Mesa ganó el referéndum en cuya campaña intervino abiertamente Perú, que se había planteado como asunto prioritario evitar a toda costa un acuerdo entre Chile y Bolivia. Mesa cayó estrepitosamente del poder al poco tiempo, a pesar de su campaña anti chilena.

El fracaso de los acuerdos de abastecimiento de gas suscritos con Argentina durante el gobierno del Presidente Frei, finalmente convenció a los pocos que alguna vez creyeron en las “soluciones imaginativas” que nos llevarían a establecer con Bolivia las “soluciones mutuamente ventajosas”, que por ese camino no llegaríamos a parte alguna. Pasados diez años, Evo Morales volvió a poner sobre la mesa la fórmula de “gas por mar”, olvidándose que el mismo hizo caer gobiernos en protestas contra esa opción de acuerdo. Esto, para graficar las dificultades que se han encontrado en esta ruta del diálogo, sólo comparable a las estaciones del vía crucis.

Así llegamos al primer mandato de la Presidenta Bachelet, cuyo gobierno se dejó llevar por la fascinación que produjo en la izquierda chilena la aparición de este nuevo “líder indigenista” (condición que Evo nunca tuvo, pues en estricto rigor es un sindicalista cocalero), lo que permitió la acción de nuevos impulsores de las “soluciones imaginativas”, que nunca faltan. La llegada de Evo Morales al poder, asumida por nuestros entusiastas como el principio de una nueva era, potenció el clima del “diálogo sin exclusiones” y se pasó a negociar la Agenda de los Trece Puntos, incorporando el tema marítimo, por primera vez de manera formal, en la agenda bilateral.

Tanta fuerza llegó a tener el “diálogo sin exclusiones”, que cuando Bolivia aprobó su Constitución incluyendo reclamos territoriales que amenazaban la soberanía chilena y ponían en tela de juicio el Tratado de 1904, la respuesta de Chile fue la Nota del 27 de febrero del 2009, cuyo texto no contiene protesta o reclamo contundente alguno referido expresamente a esos asuntos fundamentales, limitándose a expresar una reserva, haciendo mención que lo dispuesto por la Constitución boliviana en su Artículo 267 no responde “al marco jurídico que rige el dialogo político amplio y sin exclusiones”. La Nota, que debiera ser tan pública como la Constitución de Bolivia a la cual se refiere, ha sido declarada un documento reservado (!) y se ha negado su conocimiento a los medios de comunicación. Las razones del extremo secretismo en torno a esa Nota se desconocen. Probablemente hay algo de vergüenza en darla a conocer, por la debilidad que se expresa en la defensa de asuntos claves para los intereses nacionales.

En el marco de ese “dialogo político amplio y sin exclusiones” y de la Agenda de los Trece Puntos fue que se negoció la entrega de un enclave para Bolivia, ubicado en Tiliviche. Un obsequio nada de despreciable: con 28 kms. de borde costero y 10 kms de profundidad, el enclave estaba situado al norte de la bahía de Pisagua, una ubicación no exenta de simbolismos; a metros del primer enfrentamiento entre soldados chilenos y peruanos en la Guerra del Pacífico (Desembarco de Pisagua, 1 y 2 de noviembre de 1879). Evo Morales accedió a la Agenda de los Trece Puntos porque entendía que de esa manera se atenuaría y disimularía el impacto en Chile de lo que iba a significar la entrega de 300 kmsa Bolivia. Ni siquiera el punto 7º, referido a las aguas del Río Silala, que nuestros negociadores cerraron con ventajosísimas condiciones a Bolivia, restó protagonismo al tema marítimo, que durante el primer gobierno de la Presidenta Bachelet concentró la esmerada y dedicada atención de altos funcionarios de nuestra Cancillería, a cargo, ahora, de la defensa de Chile por la demanda boliviana en La Haya. Tiliviche fue ofrecido en una negociación absolutamente secreta conocida solamente por las autoridades de la Cancillería que participaron en ellas.

Al momento de entregar el gobierno a la administración del Presidente Piñera, el canciller saliente, entre otros asuntos, le pasó la “papa caliente” de Tiliviche a su sucesor. El gobierno de Piñera desahució las negociaciones ofreciendo un conjunto de. medidas para mejorar las facilidades al comercio exterior boliviano. Evo Morales replicó, finalmente, mediante la judicialización de su demanda al llevarla ante la Corte Internacional de Justicia. Pero Bolivia, al llevar su demanda marítima a La Haya, tomó sin saberlo, la decisión de sepultar definitivamente la Agenda de los Trece Puntos. Cuando se dieron cuenta de su error, las autoridades bolivianas hicieron todos los esfuerzos por revivir el diálogo, pero ya era tarde. Mal harían las autoridades chilenas si caen nuevamente en ese mismo juego. La experiencia que se extrajo de esa etapa, es que a Bolivia, de los 13, sólo le interesa uno y del resto no quiere ni oír hablar, en circunstancias que hay asuntos realmente serios, como la lucha contra el narcotráfico y numerosos asuntos fronterizos de la mayor importancia paralizados por los efectos de la inclusión del tema marítimo en la agenda.

Así fue la ruta que se siguió, partiendo desde Algarve, pasando por Tiliviche, hasta terminar en La Haya, de la mano de los entusiastas conductores de la política exterior de Chile. A lo largo de esa tortuosa ruta, hay hitos inquietantes, como el inexplicable secreto que rodea a la mencionada Nota de Chile, del 27 de febrero de 2009. Otro punto misterioso de esta ruta del diálogo fue el del inexplicable y extremo secretismo de las negociaciones para entregar un enclave (aparentemente sin soberanía) a Bolivia en Tiliviche. Lo más curioso de todo este “diálogo sin exclusiones” es que se excluyó sostenidamente a los profesionales de la diplomacia de la planificación y la ejecución de todo este proceso, salvo en el manejo de asuntos marginales. Lo que llevaría a pensar que al momento de asumir responsabilidades, lo harán quienes han tomado las decisiones… “wishful thinking”, como dirían en La Moneda. Sería como pedir demasiado.

 

Jorge Canelas, cientista político, embajador (r).

 

FOTO: AFKA/CLAUDIA MORALES/AGENCIAUNO

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