Si usted no es tributarista (profesión bastante despreciada en el último tiempo), pero goza de la bendición del sentido común, hay aquí dos hechos sobre los que probablemente coincidirá conmigo en la conclusión que anticipo: la reforma tributaria (RT) debe simplificarse por vía de ley.

El sentido común al que apelo, por definición concluye que cualquier “sistema general” es único, que no pueden coexistir dos o más sistemas con pretensiones de generalidad. La RT generó dos sistemas generales, sin perjuicio de mantener y ampliar otros subsistemas: el de renta atribuida, contemplado en el proyecto original del gobierno, y el parcialmente integrado, añadido por el protocolo suscrito entre el entonces ministro Arenas y la Comisión de Hacienda del Senado.

La complejidad de la reforma y la porfía de no modificar la ley, llevó a la autoridad a intentar simplificarla dictando aproximadamente 50 circulares, cuatro de las cuales se refieren a un solo artículo y compilan más de 200 páginas. ¿Simplificarla?

Tenemos una mala RT, cuya implementación está plagada de dificultades, será compleja y por ende costosa en términos materiales y humanos, y eso que aún no se ejecuta propiamente, ya que los regímenes señalados operarán desde 2017. Además, ha llegado a ser cierto que no recaudará lo que se esperaba.

¿Por qué llegamos a esto? Como los chilenos tenemos mala memoria, recordemos algunos hitos de su génesis. Si se pagaron profesionales durante la pre campaña, uno esperaría que al menos llegaran al gobierno con los proyectos de ley bajo el brazo. No fue así; cuando a la candidata Bachelet se le requirió sobre los lineamentos de su RT, pasaron varios días hasta que apareció un pequeño documento con un bosquejo y tiempo después el programa. El proyecto de ley, según dice la rumorología, se redactó por funcionarios del SII en los primeros días del gobierno, y a toda prisa.

Además de la improvisación, hubo mucho voluntarismo mezclado con exceso de academicismo. Aparecieron los Agostini, Micco Landerretche, Repetto, Engel, Arenas creando, colaborando, promoviendo y/o defendiendo la RT y particularmente el sistema de Renta Atribuida, aseverando también que no afectaría el crecimiento del país, sin escuchar a los contribuyentes y a los que en la práctica saben de impuestos. Mejor no añadir nada más para cerrar este párrafo, salvo una cita de Thomas Sowell que, en mi opinión, lo dice todo: «Es estúpido dejar las decisiones sobre economía a aquellos que no pagarán precio alguno por equivocarse».

La Cámara de Diputados despachó la RT sin mover una coma de ida y de vuelta y, cual guinda de torta, el presidente de su Comisión de Hacienda reconoció no haber terminado de leer el proyecto (¡!). Sin embargo, los senadores Zaldívar, Montes y Lagos -a los que se sumaron Coloma y García Ruminot, pero más para la foto y por satisfacer a sus electores- pusieron la cuota de racionalidad, pues, aunque no pudieron impedir la Renta Atribuida, dejaron la alternativa del sistema Parcialmente Integrado. La defensa de los contribuyentes la asumieron algunos pocos, con variopintos aportes de empresarios y donde las grandes organizaciones gremiales dejaron mucho que desear.

Así se “parió” la reforma. Una persona que trabajó en el proceso, parafraseando el dicho que “un camello es un caballo diseñado por una comisión”, me dijo que el resultado final no fue un camello, fue el chupacabras.

Entonces, hay que deshacer este entuerto y parece que así será. Al momento de escribir estas líneas, el Ministerio de Hacienda prepara un proyecto de ley que dejaría el sistema semi integrado como general y restringiría o dejaría como optativo el sistema de renta atribuida. Con todo, lo anterior no es suficiente para generar un buen marco.

El sistema semi integrado tiene defectos que también deberían corregirse, como el que la tributación efectiva, esto es el sacrificio del flujo económico para el pago del impuesto de primera categoría más el global complementario, llega hasta un 44,45. El residente en país extranjero, si es de aquellos con los que Chile firmó un tratado de doble tributación, en cambio podrá aprovechar el 100% del impuesto de primera categoría y no el 65% como ocurre con el contribuyente de global, lo que produce una tributación efectiva solo del 35%. Hay aquí una inequidad que debe solucionarse.

Mas, no olvidemos la buena noticia. Por fin van a encerrar al chupacabras.

 

Pedro Troncoso Martinic, abogado.

 

 

FOTO: MATIAS DELACROIX/ AGENCIAUNO

Deja un comentario