Ser expresidente es bueno, ser Presidente es mejor
A Sebastián Piñera se le puede criticar muchas cosas, pero no su sentido de la oportunidad, para los negocios y para la política. Cuenta con suerte porque justo cuando reaparece, Republicanos empieza a cometer errores, no antes vistos.
La oportunidad no era obvia, porque todo parecía jugar a favor de la ahora principal tienda opositora por respaldo popular. El Partido Republicano es el que tiene mayor respaldo en las encuestas; en el Consejo Constitucional es por lejos en partido más votado; su candidato ganó la primera vuelta presidencial pasada. Y falta un dato.
Si tomamos la última encuesta CEP, vemos que la figura mejor posicionada es la alcaldesa Matthei, seguida de otros dos alcaldes de derecha. Kast es el sexto en la lista y, sin embargo, las posiciones son engañadoras.
Mientras los alcaldes mencionados han enfocado por completo su labor a ser cubiertos por la prensa, Kast ha cultivado el bajo perfil todo este tiempo. Si hay varios que se exponen al máximo a los medios, con un gobierno que hace lo posible por cometer errores y sus figuras son superadas por el que no se mueve, todo indica que es este último el que tiene la primera posición.
Esa no es una cuenta matemática, sino política. Sólo que hay otra figura en la encuesta que está en quinto lugar y que tampoco se ha movido: Piñera. Este supo de inmediato que se habría un espacio de oportunidad, si existía una razón, distinta a la ambición, que justificara la tentativa. Y el que busca, encuentra.
La razón esgrimida por Piñera es estratégica: la centroderecha como sector tiene una ventaja sobre Republicanos. El camino del triunfo requiere construir una mayoría política que abarque a sectores de centro, en lo que ha llamado una “gran alianza por la libertad” con Amarillos, Demócratas, PDG e independientes.
Si hay que escoger entre reunir a una mayoría por un extremo o por el centro, Piñera no duda de que lo segundo es mejor. Semejante empeño requeriría que Chile Vamos vuelva a hacer el tránsito de alianza electoral a coalición política.
Esta “desinteresada” convocatoria no fue respondida con entusiasmo. Pero, la idea está instalada y el desafío a resolver en primaria con Republicanos quedó hecha.
Como lo sabe muy bien Lavín, siempre que aparece Piñera hay víctimas. Justo cuando Evelyn Matthei afirmaba “me estoy preparando para la responsabilidad que me puede caer encima”, lo que le cayó encima fue la candidatura presidencial de un viejo adversario. Historia conocida.
Ya me cansé de portarme bien
Todo esto tendría poca importancia si Republicanos continuaba en el camino que le permitió un ascenso vertiginoso: dirigirse directamente a los ciudadanos, interpretando con sus mismas palabras el malestar general predominante y, ya bien posicionados en la derecha, hacer el giro decisivo de cultivar a los moderados.
Kast había logrado poner rumbo a objetivos tranquilizadores que sólo alguien focalizado en ganar la Presidencia puede emprender: conseguir que el Consejo Constitucional llegue a un consenso y obtener un acuerdo electoral con el resto de la derecha, siendo generoso en respetarles sus espacios a sus inevitables aliados.
Para gobernar, hay primero que autogobernarse y, siendo Republicanos un partido disciplinado, parecía factible. En este propósito, la sinceridad ayuda bastante poco y había que graduar la expresión de opiniones de sus principales representantes.
Las declaraciones iniciales del consejero Luis Silva, agresivas, garabateras y pinochetistas era justo todo lo contrario, por lo cual pasó por una prolongada cura de silencio. El acuerdo electoral es alcanzable si se ceden espacios posibles de ganar por uno de los propios, pensando en el premio mayor. Como quien dice, si París vale una misa, La Moneda bien vale ir a menos misas.
Pero el viaje está resultando muy largo entre las posiciones identitarias y polares, características del partido de Kast, y adoptar el tono moderado que le otorgue reconocimiento de hábiles negociadores y de ganadores que saben moderarse.
Nada es más difícil de pedir a un político que se quede quieto. No lo soporta porque está acostumbrado a moverse para conseguir que las cosas pasen. Pero hay ocasiones, muy especiales, en que justo se está en la posición ideal y sin hacer nada, se gana. Eso es lo que Republicanos está desperdiciando.
Cuando en el Consejo Constituyente bastaba con dar el pase a un texto aceptable, se enfrascan en un gran número de enmiendas identitarias. Se supone que es un saludo a la bandera, pero es a las banderas que más les gusta y ahora dudan.
Cuando habían logrado que la UDI intentara emularnos, buscando recuperar su voto poniéndose más duros, se les ocurre improvisar una acusación contra Jackson. ¿Cuál es el problema si el ministro es un punto débil del oficialismo? Que los saca del discurso ciudadano y los mete de lleno en una pelea política entre políticos con fines de poder. Eso se llama perderse a último minuto.
No me molesten que estoy en una discusión interna
La derecha, pues, comienza a estar inquieta. ¿Aprovechará el oficialismo este momento para recuperarse? Eso depende si supera su principal dificultad: la incapacidad de tomar decisiones rápidas, oportunas y compartidas.
El gran error de este gobierno es el de darle poder de veto a sus principales partidos o, lo que es peor, otorgarle “poder de retardo”, es decir, de prolongar tanto el proceso de toma de decisiones que lo que se resuelve pierde importancia. El tiempo óptimo para dirimir es cuando la atención pública está focalizada en el debate y se resuelve, a favor o en contra, pero se resuelve.
Se verá que en esta administración lo usual es que el gobierno se quede a mitad de camino. El énfasis es retórico, la presentación de las iniciativas tiene una esmerada puesta en escena, pero ya en el seguimiento y al entrar a definir detalles, la piedra de tope no se encuentra tanto en la derecha como en la falta de unidad de propósitos del oficialismo.
Las iniciativas, más que ser detenidas, se empantanan al poco tiempo, son cada vez menos las que se aprueban y cuando se resuelven por cansancio, ya no hay quien preste atención a un debate donde se discute mucho, pero se avanza poco. Otros temas candentes habrán pasado a obtener la atención del público.
La única forma de reaccionar con responsabilidad es autoimponiéndose límites al debate interno y acordar definir por mayoría los temas conflictivos para evitar la ausencia de resoluciones. Si se tiene la prudencia de que los que ganan cada discusión no son siempre los mismos, se puede lograr.