Un sueldo gratis por tres años. Así lo leyó. No es un concurso, ni un raspe y gane. Es el premio por cambiar el mundo. La organización sin fines de lucro Ashoka es quien entrega el botín. ¿Los ganadores? Esos emprendedores sociales de corazón, quienes han demostrado un verdadero compromiso por querer mejorar el mundo.

Esto no es puro idealismo, más bien una solución a un problema concreto que enfrentan los emprendedores. Es un reconocimiento a esas personas que se la juegan por innovar, pero que muchas veces sólo reciben fondos para su proyecto y no les alcanza para un sueldo. Así, se evita que muchos agentes de cambio abandonen el buque de la innovación social por problemas económicos.

Pero, ¿quiénes son los emprendedores sociales? El concepto lo acuñó Bill Drayton, un graduado de Harvard, Oxford y Yale, quien trabajó muchos años en la consultora McKinsey, y en vez de hacerse rico, prefirió crear Ashoka. Esta organización tiene como objetivo encontrar y potenciar a los innovadores sociales donde sea que estén. No por nada su lema es todos podemos cambiar el mundo. Ashoka considera cinco cualidades esenciales para determinar quién es un verdadero emprendedor social: contar con una idea innovadora que, a su vez, tenga potencial de alto impacto; tener capacidad emprendedora; ser creativo; y una verdadera fibra ética.

Estos emprendedores son apasionados por desafiar el status quo y por buscar las anomalías en el mundo que los rodea. Hace unos meses me tocó escuchar a Bill Drayton en una charla universitaria. La emoción con que la que transmite su mensaje hace que se te paren los pelos. En una sala llena de estudiantes, explicó que la principal cualidad de los emprendedores sociales es que logran ver los problemas que existen a su alrededor. Algo muy simple pero que, según él, la mayoría de la gente no es capaz de hacer. Después de observar por un tiempo estos problemas, los emprendedores encuentran una solución.

Otra cualidad propia del emprendedor social es su empatía. Esta característica está relacionada positivamente con la capacidad de resolución de problemas del individuo. Al ponerse en los zapatos del otro son, por ejemplo, capaces de diseñar sacos térmicos para guaguas prematuras, sustituyendo costosas incubadoras, o de crear máquinas que venden productos al gramaje para los más pobres.

¿Por qué es tan raro encontrar a un emprendedor social? Quizás sea porque son unos bichos raros en un mundo que gira en torno al dinero y el poder. Qué bien que nos haría ser un poco más empáticos y mirar el mundo desde el punto de vista del otro. Nos encontraríamos con muchos problemas, pero también pensaríamos medidas acordes. No hay que ser Steve Jobs para inventar una solución a la pobreza y a los problemas sociales. Sólo hay que mirar lo que pasa alrededor nuestro y apasionarse por brindar una respuesta.

Un ejemplo criollo es Arturo Soto, uno de los Ashoka fellows de este año. Su historia es impresionante. Nacido y criado en una de las poblaciones más peligrosas de Antofagasta, encontró en el bodyboard su vía de escape a las drogas y a la delincuencia. Ese deporte lo llevó a conocer a Europa y a darse cuenta de cómo Chile podía potenciar su turismo y encantar al mundo con su belleza. Fue capaz de crear un círculo virtuoso en torno a este deporte y hoy, además de la escuela de bodyboard para niños vulnerables en Antofagasta, tiene una empresa de turismo con la que promociona su ciudad. Contrata a personas locales, hijos de pescadores, gente que conoce la zona mejor que nadie, para hacer circuitos turísticos novedosos y autóctonos. Saca a personas de la delincuencia, de las drogas y de la pobreza, y les da la posibilidad de tener un trabajo o una pasión. Con su grano de arena mejora la calidad de vida de los antofagastinos.

El 2015 fue un año importante para la lucha contra la pobreza. En septiembre se venció el plazo límite impuesto por la ONU el año 2000 para cumplir con las metas que permitirían superar la extrema pobreza en el mundo. Los líderes de 189 países se comprometieron a cumplirlas y aunque no se logró erradicar la extrema pobreza  –aún hay 896 millones de personas en el mundo que viven con menos de dos dólares al día-, sí disminuyó a la mitad en los países en desarrollo. La ONU seguirá luchando ahora para cumplir los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible que tienen como fin terminar con la pobreza al 2030. Sus principales aliados van a ser cada una de esas personas que creen que es posible cambiar el mundo y transformarse en emprendedores sociales. Porque cuando uno conoce a personas que viven por un sueño, por hacer feliz al resto y darles más oportunidades, dan ganas de imitarlos.

 

Gracia Dalgalarrando, Máster en Políticas Públicas, Universidad de Columbia.

 

 

FOTO: JONAZ GOMEZ/AGENCIAUNO.

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