Roberto Munita: Elecciones presidenciales 2021: Hagan sus apuestas
Los números parecen indicar que la elección de 2021 está completamente abierta.
Estamos a justo un año de la elección que probablemente decida el gobierno del país para los próximos 4 años (2022-2026). Sin embargo, por primera vez en muchos años, no hay un claro ganador 12 meses antes. Tanto para las dos victorias de Bachelet, como para los triunfos de Piñera, a esta altura ya había cierta convencimiento —siempre con algo de duda, evidentemente, porque en política las sandías caladas no existen— de quién ostentaría el sillón presidencial para el siguiente cuatrienio. De hecho, la última vez que hubo este nivel de duda razonable fuepara la disputa Lagos-Lavín, el ‘99, sobre todo por el hecho de que este último, en primera vuelta, estuvo a 30 mil votos del primero (“un voto por mesa”), aunque en el balotaje la distancia fue mayor.
En sociología política se habla de tres preguntas claves para medir la efervescencia electoral y el correspondiente clima de opinión frente a un próximo proceso electoral. La primera de ellas es la más obvia: ¿por quién votaría ud. si las elecciones fueran el próximo domingo? Pero además de ella, hay otras dos que nos otorgan bastante información: ¿quién cree que saldrá electo? y ¿quién le gustaría que saliera electo?
Indudablemente, estas dos últimas interrogantes obedecen a lógicas distintas de cognición: la primera apunta a la creencia que, suponemos, es la “voz del pueblo”, desde nuestro propia perspectiva, basándonos en lo que creemos saber, lo que conversamos, lo que leemos, lo que twitteamos. Al responder esa pregunta, cada uno de nosotros se transforma en analista y olfatea lo que está en el ambiente (aun cuando nuestra respuesta esté sesgada por nuestro campo de visión, siempre incompleto), por lo que tiene el valor de un vaticinio, basado en lo que se escucha. La otra pregunta, en cambio, apunta a los sueños y anhelos propios; acá no se responde como analista, sino como único elector, es decir, como si la entera elección dependiera de uno.
La diferencia entre ambas variables ha sido latamente estudiada en comunicación política. Destaca sobre todo, la teoría de la alemana Elisabeth Noëlle-Neumann, quien se percató del contraste, estudiando las encuestas de diversas elecciones de la extinta Alemania Federal. Resulta particularmente crucial su estudio sobre las elecciones de 1976, en las que la opinión pública daba por seguro que ganaría la coalición socialdemócrata-liberal, lo que fue reflejado en la pregunta “quién cree que ganará” (70% apostó por los socialdemócratas, contra un 10% que creyó que ganarían los socialcristianos); no obstante, pocos se percataron que frente a la pregunta “quién le gustaría que ganase”, las fuerzas estaban mucho más equilibradas, y de hecho, en la urna, fue así: ambas coaliciones empataron y, de hecho, los conservadores estuvieron a pocos miles de votos de arrebatarle la victoria a los liberales. Noëlle-Neumann se dio cuenta entonces que hay un voto oculto, que no logra ser percibido por la variable “quién cree”, pero sí por la variable “quién le gustaría”, y lo acuñó con el nombre de la Espiral del Silencio. Esta teoría —que recibe su nombre porque las opiniones declaradas van generando un mayor apoyo a la opinión mayoritaria, lo que a la vez repercute en una ocultación cada vez más amplia de la voz minoritaria, formando con ello una espiral— es hasta el día de hoy una de las teorías más utilizadas en comunicación política, debido a su simpleza y su capacidad para explicar fenómenos como el de Alemania Federal ’76.
Ahora, ¿cómo andamos por casa? Según la Cadem del 10 de diciembre, el 17% cree que Lavín será el próximo Presidente, con bastante ventaja sobre Jadue (9%), Jiles (7%) o Matthei (3%). Pero momentito. Al considerar la otra pregunta relevante, es decir, quién le gustaría que fuera el o la próxima presidenta, las cifras están mucho más apretadas: Jadue tiene un 7%, Lavín y Matthei un 6%, Jiles un 4%, Bachelet un 3%, y varios candidatos con 2% y 1%.
A decir verdad, estamos muy lejos del escenario visto un año antes de los comicios de 2017, en las que la pole position estaba clara: según la CEP de diciembre de 2016, el actual mandatario lideraba ambas variables con holgura: 27% creía que Piñera sería el próximo Presidente (contra 13% del senador Guillier), y un 20% quería que aquello pasara (contra 14% de su contendor).
La consistencia entre ambas respuestas permitió desechar, en 2016, la presencia de un voto oculto, o sea, de una posible espiral del silencio que implicara un sesgo masivo en las respuestas. Pero hoy no podemos asegurar aquello: al contrario, y aunque nadie duda que Lavín parte la contienda con una clara ventaja, los números parecen indicar que la elección de 2021 está completamente abierta, y que, por el contrario, cualquier dejo de excesiva confianza puede ser, para el candidato de la UDI, un balde de agua fría. Por eso, siguiendo a Noëlle-Neumann, debemos volver a lo más básico y partir por preguntarnos: ¿quién nos gustaría que fuera el próximo Presidente de Chile?
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Sociólogo, cientista político, académico UDP -
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Abogado, magíster en Sociología y Master in Political Management, George Washington University -
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Mag., MPhil & PhD Polar cantabrigiensis
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