Las recientes encuestas CEP y la falta de liderazgo presidencial han precipitado la carrera presidencial. Más aún, han puesto en discusión dos estilos y propuestas presidenciales antagónicas de cara a las próximas elecciones y de cara a llenar el vacío de poder existente. Las opciones de Ricardo Lagos y Marco Enríquez-Ominami emergen como las pre-candidaturas más nítidas dentro de la centro izquierda para encabezar un próximo período teñido de incertidumbre y desafíos en el corto y mediano plazo.

En lo inmediato, la preocupación de la ciudadanía y población más vulnerable está radicada en las perspectivas económicas (un alza en las tasas que pueda afectar su capacidad de pago de deuda o endeudamiento, las posibilidades de empleo, caída en un ciclo inflacionario, etc.). De hecho, si se toman las últimas cinco mediciones de CADEM durante los meses entre abril y agosto, el área de gestión del gobierno valorada por la ciudadanía que más se relaciona con la (mala) aprobación presidencial es precisamente la economía. La diferencia promedio mensual durante estos cinco meses entre la aprobación de la gestión económica y la aprobación de la Presidenta es de sólo -0.6% (la élite, incluidos los medios, pensarían -al evaluar su propia agenda- que el tema prioritario es la corrupción. Pero ésta aparece como una de las áreas menos explicativas de la aprobación presidencial (≠-12,2%). Ya desde la elección de Piñera en 2009 queda en evidencia que una gran mayoría de votantes da por sentado una falta de transparencia o probidad del sistema político en general).

Un escenario económico adverso también trae aparejado un alza en los índices de delitos y percepción de delincuencia. Sucedió en 2008 en período de peor evaluación de Bachelet. Hoy dicha realidad se repite. De acuerdo a informes de la Plataforma de Análisis Criminal Integrado de Carabineros (Pacic), a nivel nacional, el robo con intimidación aumentó en un 4,6%, en comparación con 2014, lo mismo que el robo en lugar habitado (+5,2%). Como correlato, en medición de agosto CEP, la delincuencia se dispara como principal preocupación de la ciudadanía, especialmente en los segmentos de menos recursos (ver Adimark de julio).

En el mediano y largo plazo, en tanto, los temas que siguen en el top of mind de la ciudadanía, que generan mayores grados de ansiedad y frustración, son la educación y la salud (estas áreas junto con la delincuencia aparecen sucesivamente desde hace 15 años en los diversos estudios CEP como prioritarias para los electores). Y salvo que llegado 2017 la economía continúe su curso de desaceleración actual, las valoraciones de la ciudadanía estarán teñidas por la capacidad de los aspirantes a La Moneda para garantizar la satisfacción de dichas demandas estructurales perpetuadoras de inequidad. Esa capacidad de liderazgo y gestión, en un contexto de personalización política (de erosión de las instituciones políticas y las ideologías), es evaluada por los votantes a través de ciertos atributos personales de los candidatos. Esto es, cuán capaces, confiables, creíbles o líderes se muestran y se han mostrado en el tiempo para resolver los problemas mencionados. El énfasis entonces, en ciertos atributos al momento de la elección, también dependerá de los grados de ansiedad reinantes (Miller et al, 1986; Caprara et al, 2007; Portales, 2013).

¿Quién aparece hoy mejor posicionado a nivel de atributos para lidiar de forma creíble, confiable y competente con las causas de ansiedad de una mayoría ciudadana (no de la élite)? ¿Lagos o ME-O? Veamos.

Ricardo Lagos Escobar:

Si se toman las variables de ansiedad de corto plazo, esto es la economía y delincuencia, y la capacidad para dar sentido de orden, estabilidad y seguridad en estos ámbitos, Lagos a priori pareciera ser el liderazgo mejor perfilado. Sólo un dedo acusador de mirada televisiva desafiante, aparente don de mando y ductilidad para tranquilizar al gran empresariado a través de agendas pro-crecimiento cocinadas en el CEP, sería capaz de terminar con ese abatimiento ciudadano hacia un evidente vacío de poder o parálisis presidencial a la hora de dar respuestas inmediatas a la falta de seguridad pública o un declive económico. No obstante, la valoración ciudadana dice otra cosa. En los últimos seis meses, Lagos y sus sendos cuestionamientos a la Presidenta no han logrado erigirse como la solución a los problemas coyunturales. Peor aún, si se comparan evaluaciones CEP de abril y agosto, aumenta (no de forma estadísticamente significativa eso sí), su rechazo (de 29% a 31%).

En materia de factores de ansiedad de mediano y largo plazo (como por ejemplo la educación), y de cara a una elección presidencial donde se habla de sueños y nuevos horizontes, Lagos tampoco asoma como la respuesta. De hecho, si se toma la demanda educativa con sus componentes progresistas de gratuidad universal y calidad, las personas es poco probable que confíen en el ex Presidente. A pesar de su exaltación de la educación pública, durante su mandato ésta fue progresivamente desarticulada. Y más allá de ciertos logros en materia de cobertura, lo cierto es que la calidad de la educación básica y media durante su gobierno experimentó un retroceso sustantivo en los grupos socioeconómicos más desfavorecidos. Al compararse los resultados del la prueba TIMSS (Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias) de 1999 y 2003 (es decir, al final del gobierno de Frei y en la mitad de la gestión de Lagos), se comprueba una baja importante en el rendimiento de los estudiantes de colegios con menores recursos (municipales y privados subvencionados). Incluso en un apartado de menor peso como la probidad, Lagos tampoco puede sacar cuentas alegres frente a sus rivales. Una mayoría de chilenos probablemente no entienda los publicitados esfuerzos Laguistas por generar una plataforma que dé salida constitucional, orgánica y normativa a un estado de desgobierno que tiene antecedentes en su propia presidencia con MOP-GATE, MOP-Ciade, CORFO-Inverlink, EFE, las asignaciones de Chiledeportes o el caso “Toldos”.

ME-O:

Lo anterior quizás explique la búsqueda por parte de la ciudadanía (sobretodo los segmentos más vulnerables) de respuestas y liderazgos que sinteticen certeza-predictibilidad y cambio-creatividad. Y en ese terreno Marco Enríquez-Ominami parece llevar la delantera. Por una parte, y desde sus orígenes presidencialistas, ME-O ha ido de apoco afianzándose como la versión original del discurso pro-igualdad (promoviendo un asambleísmo constituyente, una gratuidad universal de calidad en educación, un sistema de salud más integrado que fortalezca lo público, o un sistema tributario más equitativo y redistributivo), tan manoseado y mal ejecutado por la Nueva Mayoría. No sólo ha madurado un liderazgo nuevo, refrescante, rupturista frente a una élite conductora de la transición ya desgastada. Ha obligado a la centro izquierda desde 2009 a reactualizar su relato, agenda y sintonizarlos con demandas del nuevo chile post-transición.

Por otra parte, su reformismo consistente lo ha ido enmarcado en un progresismo cada vez menos ideologizado y pasional, más gradual, sensato y pragmático, que atiende las señales y evidencia entregadas por el entorno económico y político. Por eso hasta ahora sobrevive de forma notable a su vinculación con el caso SQM. Por eso destaca incluso en un escenario inmediato definido por variables económicas y delictuales. Por eso, si se comparan las evaluaciones CEP de abril y agosto, disminuye su rechazo (de 26% a 23%), y desplaza a Isabel Allende (aunque no de forma estadísticamente significativa) como el político mejor valorado. Por eso incluso ha dejado de ser el “infante terrible”, “el niño díscolo”, para transformarse de a poco en la opción más transversal de la centro izquierda. Es el líder mejor posicionado entre los votantes de centro-centro derecha (dejando fuera a Velasco, hoy con Amplitud y fuerzas liberales de derecha), y supera largamente a Ignacio Walker, su más cercano seguidor en ese segmento. Es el heredero de la famosa incombustión bacheletista. Es el nuevo favorito de la calle. Es por ahora (y sin opciones en el horizonte mediato para ser destronado), el “Marco de la Gente.”

 

Juan Cristóbal Portales, Director Magister Comunicación Estratégica UAI.

 

 

FOTOS: AGENCIAUNO.

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