Pasados el descanso y cerradas las fondas, despertaremos con una resaca nacional… que nos durará un buen tiempo.
Cuando salgamos a la calle hoy, la desaceleración no se habrá ido, ni mucho menos. La supuesta incertidumbre que se cerraría con la reforma tributaria es hoy certidumbre que desde ahora en adelante toca pagar impuestos más altos. Y difícil esperar que se reactiven proyectos de inversión si está en el ambiente la “cuarta” reforma, la laboral, que está tan poco clara como las reformas educacional y constitucional y que pinta para campo de batalla de los sectores más radicales de la Nueva Mayoría. Y a eso hay que sumarle todas las declaraciones que pretenden alterar los derechos de aguas, las áreas privadas de salud y educación y la reforma al Sernac, que sí tendrá “dientes” pero no para defender a los consumidores sino que para dejarlos a ellos y a las empresas bajo la discrecionalidad de un funcionario público.


Tampoco estamos más seguros que antes. Sinceramente es poco probable que los intercambios extranjeros y un anuncio de una ANI “engordada”- difícil sacarse de la mente la imagen de un piso lleno de funcionarios a los que les pagamos un sueldo para recortar el diario –  nos ayuden a disipar el miedo que han generado los bombazos en la población. Si bien la detención de un grupo de supuestos implicados ha aliviado el ambiente, no hay aún claridad  sobre los motivos y los alcances del atentado del metro y las restantes bombas.


Y la resaca sigue. Lo que hemos conocido hasta ahora en materia de  reforma educacional, pese al maquillaje de las indicaciones, sigue siendo muy inadecuado y pasan las semanas y semanas, y no hay un vuelco hacia la calidad. Pese a que el Ministro Eyzaguirre da señales de diálogo y hace guiños a ciertos sectores, los cambios serán siempre perjudiciales para las familias simplemente porque el objetivo del principal proyecto hasta ahora presentado es el equivocado. Poner fin al lucro, a la selección y al copago, incluso con la más brillante de las ingenierías sociales existente, dañará el derecho de las familias a elegir sin traer de la mano más calidad. Pero ahí sigue el proyecto, porque es una “promesa del programa” y como tal, el Gobierno considera que hay que salvarlo a cualquier precio.


La vuelta de las Fiestas Patrias da la oportunidad al Gobierno de pasar la página y tratar de empezar a reescribir el escenario. El Presupuesto, que se debe presentar antes del próximo martes 1 de octubre, es su gran aliado. Ya están preparando el terreno para anunciar que los recursos frescos de la reforma tributaria, no “puede ser guardados en una cuenta”, a la espera de los cambios educacionales y deben ser destinados a obras públicas, vivienda, salud y ahora, seguramente a seguridad también. No hay que descartar algún anuncio bien lucido, tipo confirmar la gratuidad de la educación superior o algún bono creativo, porque en La Moneda saben que el Presupuesto es una oportunidad única en el año.


Así, se nos viene una fiesta del gasto, amparada por supuestas voces expertas que quieren instalar que es lo mejor que se puede hacer para revertir la desaceleración. A ver si de una vez entendemos que nadie nos está invitando gratis a la fiesta, sino que la estamos pagando todos. Las  cortinas de humo que vendrán en los próximos días para esconder el hecho que la Presidenta está siendo tocada por las dudas de la población sobre su empleo, su tranquilidad y la educación de los hijos pueden aparecer como alivios, pero lo único que harán es perpetuar una resaca que ya viene siendo bien dolorosa.

 

Marily Lüders, Foro Líbero.

 

FOTO:HERNAN CONTRERAS/AGENCIAUNO

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