La política comparte mucho con el ajedrez y tanto los buenos políticos como los grandes maestros del tablero saben que muchas veces los sacrificios dolorosos terminan por constituir victorias más sabrosas. Y en circunstancias como las actuales, las inmolaciones son una opción a considerar.

Al menos por tercera vez en el año reaparece oficialmente y con fuerza –esta vez en el diario El Mundo y en la pluma de su ex director adjunto John Müller– la sugerencia de una eventual renuncia de la Presidenta Michelle Bachelet, la que, aunque siga pareciendo algo descomunal, al mismo tiempo y visto con frialdad estratégica cada vez parece una idea menos disparatada.

En el escenario nacional la disposición de las fichas no puede ser más confusa. Mientras la Presidenta aparece esporádicamente pidiendo sosiego sin entregar razones para tenerlo, sus ministros actúan incoherentemente: algunos piden perdón, otros reconocen un actuar acelerado y los menos siguen peligrosamente trabajando ajenos a toda realidad.

A lo anterior se le suma el enredado marco personal que vive Bachelet, con la cada vez más embarazosa trama legal de su hijo biológico y su hijo político, la soledad en la que parecen hundirla cada vez más aquellos que la llevaron por segunda vez a La Moneda.

Ni hablar de las encuestas. Ni siquiera ganar la Copa América permitió al oficialismo salir de un espiral de impopularidad que pocas posibilidades tiene de detenerse en el mediano plazo.

Por toda esta fragilidad política, no parece casual la arremetida del ex Presidente Ricardo Lagos. En pocas semanas ha comenzado a protagonizar una agenda nutrida de seminarios, lanzamientos de libros y propuestas que van en paralelo a las del propio Ejecutivo. Mientras ya estamos en el mes en el que Bachelet anunció que se iniciaría un “proceso constituyente” del que poco y nada se ha sabido, Lagos tiene al aire hace meses la plataforma digital www.tuconstitucion.cl, donde reúne propuestas ciudadanas que son examinadas por un panel heterogéneo y transversal de constitucionalistas para acercarnos hacia una nueva Carta Magna.

Cuando El Mundo sugiere una renuncia presidencial el próximo mes de marzo, inmediatamente uno, mal pensado y hasta conspirativo si se quiere, parece ver de reojo la mano del ajedrecista.

De darse ese escenario, ya se habría pasado el ecuador del gobierno de la Nueva Mayoría, lo que constitucionalmente permitiría una salida estratégicamente perfecta. De renunciar ahora, por ejemplo, debería convocarse a elecciones para cuatro meses más (enero 2016), lo que en el escenario de impopularidad global de la política llevaría a La Moneda a cualquier candidato que atolondradamente capture el apoyo de una sociedad molesta y emocional.

De presentar su renuncia en marzo y quedando por lo mismo menos de dos años de gobierno, sería el Congreso Pleno el encargado de elegir en 10 días al nuevo Presidente, quien asumiría en el plazo de un mes.

En ese escenario, se explica la disonancia que tanta presencia pública de Ricardo Lagos puede generar hoy, ya que más que responder a una anticipada precampaña apostando al 2018, podría estar aventurándose para encabezar, a esas alturas ya con 78 años, un gobierno de 24 meses muy provechosos y al menos con tres objetivos: primero, devolver la calma política y social al país mientras se atraviesa una crisis económica; segundo, volcarse a la redacción de una nueva Constitución como única reforma estructural aún no tocada de muerte por el sello de la Nueva Mayoría; y tercero, asegurar la continuidad en el gobierno de la centro izquierda para el periodo 2018-2022.

Visto así,  se entiende irónica y políticamente el viejo dicho según el cual “el sacrificio de la Dama para dar Jaque Mate equivale al gol del ajedrez”.

 

Alberto López-Hermida, Doctor en Comunicación Pública y Académico Universidad de los Andes.

 

 

FOTO:FELIPE FREDES FERNANDEZ/AGENCIAUNO

Periodista. Director de la Escuela de Periodismo de la U. Finis Terrae

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