Renato García: Salvar al mundo no será gratis
El cambio climático es casi con seguridad la mayor amenaza para el futuro de la humanidad, pero las medidas necesarias para combatirlo no serán inocuas, ni por lejos.
Mucha polémica ha causado la presentación de la joven sueca Greta Thunberg en la ONU, pero más allá de la controversia por sus duras críticas a los líderes globales, a esta altura resulta más importante enfocarse en lo que ella no incluyó en su presentación y que ha estado ausente del debate en general.
El cambio climático es casi con seguridad la mayor amenaza para el futuro de la humanidad, pero las medidas necesarias para combatirlo no serán inocuas, ni por lejos. Por el contrario, todo indica que las soluciones serán tremendamente dolorosas. ¿Qué tanto? Bueno, eso es precisamente lo que nadie está diciendo.
El denominado Green New Deal, el plan de acción más radical contra el cambio climático lanzado por el Partido Demócrata en EE.UU., tendría un costo de US$ 93 billones (millones de millones) en una década tan solo para ese país. Y esto según estimaciones muy conservadoras de la Oficina de Presupuesto del Congreso, un órgano no partidista. Es decir, restaría US$ 9,3 billones al PIB anual de EE.UU. cada año durante 10 años. Tomando como referencia el PIB de 2018 de US$ 20,5 billones, el Producto de EE.UU. caería a US$ 11,2 billones, un retroceso de 45,4% anual durante una década.
Es importante entender que cuando se habla de los costos de un plan de acción contra el cambio climático, no se deben entender simplemente como una transferencia de recursos desde el presupuesto estatal a programas de gastos. Estos costos son en realidad los efectos económicos de la erradicación de las industrias contaminantes y los cientos de miles de empleos asociados directa e indirectamente a ellas. Esto incluiría el transporte aéreo de pasajeros y mercancías, las industrias productoras de lácteos y carne animal, la red de generación y transmisión eléctrica, los sistemas de transporte terrestre en base a combustibles fósiles, entre otras.
Para tener una base de comparación, durante la Gran Depresión, la crisis económica más catastrófica de la que tenga recuerdo la humanidad, el PIB de EE.UU. cayó 30% entre 1930 y 1933 y la tasa de desempleo alcanzó ese año casi 25%. Aunque normalmente la crisis se extendió hasta 1939, el Producto tocó fondo en 1933. Visto así, el impacto de un Green New Deal sería a lo menos el triple. Y eso, solo considerando el efecto directo en EE.UU. A eso habría que sumar el “efecto contagio” en el resto del mundo, y quizás más importante, el efecto directo en cada país, de aplicar ellos mismos, un programa similar.
Esto no quiere decir que este enfoque más radical contra el cambio climático deba ser abandonado. Pese a su altísimo costo, las autoridades globales podrían decidir que vale la pena. Pero, eso sí, conociendo y asumiendo sus efectos reales para el mundo y para cada uno de nosotros, porque los tendrá, y serán gigantescos. Cuando la joven sueca se plantó frente a la ONU para recordarnos los peligros de no actuar, nada nos dijo sobre el costo que tendremos que pagar por hacerlo. No era esa su responsabilidad. Pero el debate sobre un plan de acción no debe subestimar el enorme sufrimiento económico que podría provocar.
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