Este verano, supuestamente el primero en la Era de la Post Verdad —donde las “verdades” son impuestas por aclamación pública y su aceptación es con calzador—, hemos visto varios ejemplos de fabricación de escenarios a partir de fotografías de políticos viralizadas por las redes sociales.

Es un fenómeno interesante, aunque nada nuevo, y del que vale la pena aprovechar la pausa estival para reflexionar un poco. Sólo un poco.

La primera imagen que comenzó a circular fue del diputado Giorgio Jackson, en plena crisis por los incendios en la zona centro-sur del país, realizando los trámites en Policía Internacional para abandonar el país, presumiblemente de vacaciones. “Cara de r…”, “cobarde” y “cerdo burgués” fueron los epítetos más elegantes que acompañaron esa postal que circulaba libremente vía Twitter, Facebook y WhatsApp.

Sin conocer el contexto real de la imagen —excepto que fue sacada anónimamente y posteada públicamente, lo que ya da una idea de la valentía y responsabilidad cívica de su autor—, resulta inexplicable que el diputado por Santiago Centro tuviera que permanecer en el país mientras se vivía una crisis cuya solución inmediata escapa absolutamente de sus funciones como parlamentario y no afecta de manera grave al distrito que él representa.

A los pocos días, otro retrato hizo su estreno: el diputado comunista Guillermo Teillier figuraba también en una imagen obtenida cobardemente, sentado a sus anchas en la clase business de un avión, camino de sus vacaciones, como luego aclararía él mismo.  El firmamento 2.0 nuevamente se oscureció y un aguacero de epítetos comenzó a caer con fuerza. Incluso el diputado José Antonio Kast entró al baile y, astutamente, formuló preguntas haciendo entender que su colega viajaba usando privilegios indebidos. El propio Teillier tuvo que aclarar que el pasaje lo había pagado él, pues estaba iniciando sus vacaciones aprovechando el receso de la Cámara.

En ambos casos es sorprendente la cantidad de doncellas ofendidas que se ruborizan cuando este tipo de imágenes descontextualizadas hacen su entrada en la escena digital. Son los mismos que luego se quejan de ser víctimas de estereotipos y prejuicios injustos.

Al parecer, Jackson debía permanecer en su puesto del hemiciclo o recorrer las calles de su distrito esperando que la emergencia se solucionara en todo el territorio nacional; mientras que Teillier, por ser comunista, debería viajar sentado en el puesto 45H, junto al baño, para vivir en carne propia la indignidad con la que viajan algunos proletarios a Europa.

Ambos episodios fotográficos serían un festín para Daniel Boorstin, quien en 1961 publicó The Image, un clásico de las ciencias sociales que seguramente pocos proclamadores de la Post Verdad han leído, pues de lo contrario sabrían que muchas de las ideas de esta “nueva” etapa social ya fueron esbozadas hace al menos medio siglo.

La generación de pseudoeventos, siempre necesarios para intentar aproximarse a la inmensa realidad que nos rodea, ha dejado de ser privilegio de periodistas y comunicadores en general. Hoy, cualquier ciudadano con un perfil en redes sociales puede elaborar de manera irresponsable y sin prudencia profesional su propio pseudoevento y lanzarlo a un escenario donde la imagen lo es todo y el texto sólo sirve para ilustrar, si cabe, a la efigie. Desde luego, cabe aclarar que son muchos quienes están en el escenario digital y se desenvuelven correctamente.

La política está lo suficientemente desprestigiada como para, además, avivar ese fuego con imágenes tomadas a escondidas y lanzadas para fomentar caricaturas. Quienes fomentan este tipo de discusiones facilistas desvían la discusión hacia aspectos cosméticos, cuando el verdadero desprestigio del que son víctimas los políticos –Jackson y Teillier incluidos– va mucho más allá de si se toman vacaciones y si (maldita envidia) lo pueden hacer con cierta comodidad.

Mucho se ha hablado de las medidas que deben tomar compañías y gobiernos para detener la viralización de noticias falsas en redes sociales, pero prácticamente nada se ha dicho de la camisa de fuerza que nos estamos poniendo voluntariamente como individuos al disparar, generalmente tras el escudo de un perfil digital, sentencias que confirman que muchas veces vemos y juzgamos en blanco y negro.

 

Alberto López-Hermida, doctor en Comunicación Pública y académico UAndes

 

 

FOTO: JONAZ GOMEZ/AGENCIAUNO

Periodista. Director de la Escuela de Periodismo de la U. Finis Terrae

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