El anuncio del proceso constituyente es el resultado de una notable maniobra del Ejecutivo para retomar la agenda política sin quebrar “la unidad” del gobierno. No hay dos lecturas a la hora de analizar las vaguedades y contradicciones de lo dicho por la Presidenta en cadena nacional. En primer lugar, porque nuevamente fija toda la atención en el mecanismo y no en el debate de fondo. En el momento en que se entre al debate de fondo, se termina de quebrar una coalición que busca una unidad forzosa desde comunistas hasta humanistas cristianos. Los constitucionalistas democristianos describen su ideal de Estado en clave subsidiaria (sin decirlo): para los comunistas sería la traición (una más) de quienes de manera obtusa no entienden que el “Chile de todos” es el Chile de la izquierda. Entonces no se puede (no conviene, más bien) discutir el tema de fondo. No ahora.

Pero el aspecto más relevante no es este. La maniobra consiste en mantener aquello respecto de lo cual la izquierda es especialista: “Las promesas”. Así, esta reforma estructural -la nueva Constitución- se vuelve a transformar en una nueva promesa: “sólo si usted vota por nosotros nuevamente” podremos seguir adelante con este proceso de reformas que ahora si que sí podremos llevar a cabo con una nueva Constitución. La estrategia es simple: mantener la promesa –nueva Constitución- y hacer de ella “El” eje de la campaña presidencial; un eje de campaña que vuelva a repetir la dicotomía “sí” v/s “no” siempre favorable al mundo de la izquierda.

Para eso, entonces hay que seguir la estrategia en este orden: realizar un proceso largo, que implique estar centrado en el mecanismo el mayor tiempo posible, pues si entramos al contenido vamos a romper “la unidad”; dejar la discusión de fondo –qué Constitución necesitamos o qué cosas mantener o cambiar- para más adelante, y dejar la promesa inconclusa con el objeto de volverla a prometer para transformarla en definitiva.

De ahí que este proceso constituyente sea ideológicamente falso. Que la Presidenta haya mantenido el suspenso por casi dos años para anunciar algo que ni siquiera sabemos cómo se zanjará (pues una de las alternativas es que el Congreso decida que sean las personas las que diriman el mecanismo para discutir el proyecto) es simplemente anunciar algo para dejar a todo el mundo tranquilo. El gobierno ha renunciado a la obligación moral de hacerse cargo del debate constituyente de verdad que tanto ha instalado en aras de una aparente neutralidad para que sean las personas las que “participen y decidan”. Todo pensado en poder mantener una carta bajo la manga el 2017: seguir jugando el partido en la cancha las promesas. La especialidad de la casa.

De ahí que resulte ineludible esclarecer esta maniobra y no pisar el palito. No hay intención de discutir sobre la cuestión constitucional en este gobierno. No mientras se pueda seguir prometiendo.

 

Máximo Pavez, Asesor Legislativo Fundación Jaime Guzmán.

 

 

FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO

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