Las reformas del segundo Gobierno de Michelle Bachelet han sido especialmente dañinas para las familias de clase media. Han limitado sus opciones de escoger el colegio de sus hijos en términos similares a cómo lo hacen las familias más ricas, las listas de esperas aumentan en los hospitales y consultorios, y cada vez es más difícil encontrar trabajo. Esto ha hecho que miles de familias la tengan aún más “cuesta arriba” para progresar.

Por eso es valioso el anuncio del ex Presidente Piñera sobre una política social para mejorar la calidad de vida de los chilenos que estará centrada en la familia y en el apoyo a la clase media. En primer lugar, será una política social que confiará en las personas y que buscará ampliar sus márgenes de libertad, para que las familias puedan concretar sus propios proyectos de vida, avanzando hacia más y mejores oportunidades.

En este sentido, es importante hacer la diferencia entre dos concepciones del rol de la política social. Todos sabemos que miles de compatriotas requieren la ayuda de la comunidad para salir adelante con sus familias. Por desgracia, la concepción estatista considera que las ayudas sociales son un “piecito” que las personas merecerían siempre y cuando actúen según las opciones predilectas del gobernante de turno, en una lamentable aplicación de la frase “quien pone la plata, ordena la música”.

En cambio, una política social anclada en las ideas de la justicia y la libertad no solamente debe contribuir con un “piecito” a que las personas salgan adelante, sino que debe permitirles escoger con libertad la opción de su preferencia. Sumado a esto, debe contribuir con un “empujón” para que las personas dejen de necesitar en el futuro la ayuda del Estado. Por eso, la mejor protección social es la que se mide por cuántos chilenos dejaron de necesitarla, en vez de calificar su éxito por cuantas personas permanecen en ella, muchas veces atrapadas en una cultura de la dependencia.

En segundo lugar, una política social debe hacerse cargo de los “temores” que las familias enfrentan cada día. El notable progreso económico y social que nuestro país experimentó en las últimas décadas creó grandes sectores de ingresos medios, y permitió que miles de familias pudieran tener casa propia o enviar a sus hijos a la universidad, algo de lo que muchos chilenos somos testigos o protagonistas. Sin embargo, esta mejora en la calidad de vida aún no resuelve algunos problemas persistentes, como los altos costos de la educación superior, ante una enfermedad grave, o por la pérdida del empleo de quienes representan los ingresos de un grupo familiar.

Frente a esto destaca el fortalecimiento del seguro de cesantía, pero por sobre todo, el compromiso de recuperar el crecimiento económico y la creación de trabajo, convencidos de que la mejor política laboral es el pleno empleo; la creación de un seguro frente a enfermedades catastróficas y la aplicación de un Plan AUGE especial para la tercera edad. Por último, el nivel de endeudamiento por acceder a la educación superior será paliado con un sistema solidario de financiamiento.

En los próximos años gobernar Chile será muy difícil. Por lo mismo, será necesario tener liderazgo y equipos sólidos, con capacidad técnica y con corazón. Pero sobre todo, será necesario construir una sociedad con oportunidades, que disfrute efectivamente los bienes del progreso económico y social del país. Las políticas sociales centradas en la clase media y en las familias van en la dirección correcta.

 

Julio Isamit, coordinador político de Republicanos

 

 

FOTO: MARIBEL FORNEROD/ AGENCIAUNO

 

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