El Chile político ya digirió las razones por las cuales el Partido Socialista optó por Alejandro Guillier como su abanderado presidencial.

Ese cuadro es duro para un laguismo que se ha sentido, desde siempre, intelectual e incluso moralmente superior al resto de la izquierda. Y en un humano deseo de sacudirse la derrota, algunos de sus más conspicuos representantes pretenden encontrar una similitud entre las razones por las cuales el partido más poderoso de la Nueva Mayoría optó por el senador independiente y desechó a uno de los líderes más importantes de su historia, y las razones que tuvo Chile Vamos —y en particular la UDI—, para proclamar a Sebastián Piñera como su abanderado.

Las diferencias entre ambas situaciones son profundas e irrefutables.

Para empezar, cuando recorre su trayectoria, Sebastián Piñera expresa con orgullo que está en el mundo público desde hace 30 años. Y por esa razón conoce las reglas, el lenguaje, el corazón de la política y a gran parte de sus actores. Guillier, en cambio, se ha construido en los últimos meses un traje de superioridad, libre de contaminación política, como si hubiera sido ungido —y no electo— para ocupar un escaño en el Senado. Sin tener que pasar por la sucia experiencia de competir en una campaña y como si su estilo como panelista por años en Tolerancia Cero no fuera también una forma, pura y dura, de hacer política (hay que recordarlo dictando cátedra sobre reformas, Constitución, Pinochet, elecciones presidenciales, corrupción, etc.).

Entonces, donde Guillier es visto como un recién llegado, Piñera es tratado como un líder, el conductor de un proyecto presidencial. Es una primera diferencia.

Luego, los viudos de Lagos quieren ver en la definición de Chile Vamos por Piñera un acto forzado, resignado, meramente electoral. No sé si valga la pena insistir en sacarlos de su error o dejarlos que persistan en el punto de partida equivocado. La UDI y RN proclamaron a Sebastián Piñera convencidos de su capacidad electoral, desde luego, pero muy lejos de la resignación, y eso se nota en cómo sus máximos dirigentes representan hoy su opción públicamente. Chile Vamos y Piñera comparten no sólo respeto y afecto cívico, sino el compromiso de consolidar un proyecto político desde un próximo Gobierno, con la experiencia de haber conducido al país por cuatro años y aun sabiendo que las mochilas que van a heredarse de la Nueva Mayoría son pesadas. El sector se ordenó tempranamente por razones de la biología política: un líder, experiencia y algo sólido sobre lo cual pensar en el futuro. Esa es una segunda diferencia.

Finalmente, la distancia entre ambos candidatos no está únicamente en los 10 puntos que los separan en las encuestas, sino en la médula de un proyecto político con propuestas, convicción y claridad. Porque, dígame usted si registra en su memoria una idea concreta, una opinión fundada, una materia de envergadura respecto de la cual Guillier se haya manifestado en los últimos meses, más allá de vaguedades sobre la “matriz productiva”, “energía fotovoltaicas” o “las reformas se pensaron desde arriba”. Nada.

La precariedad de Alejandro Guillier la desnudó uno de los máximos representantes del PS quince minutos después de terminado el Comité Central, Osvaldo Andrade, cuando declaró que “ahora hay que dotar a Guillier de contenido”.

Esa es la tercera y más importante diferencia.

 

Isabel Plá, Fundación Avanza Chile

@isabelpla

 

 

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

 

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