Inentendible el viaje de la senadora Jaqueline Van Rysselberghe a reunirse el miércoles en Río de Janeiro con el más seguro próximo mandatario de Brasil. Argumentó que fue a título personal, razón por la cual ni lo informó a la directiva de la UDI. Pero la presidenta de un partido no puede sacarse el sombrero de la representación como si fuera una militante más y menos cuando emprende vuelo acompañada de otro senador de su tienda. Tampoco se justifica el periplo porque esté disputando con Javier Macaya las próximas elecciones internas.

 

Tanto le ha costado a la UDI ser considerado un partido democrático por el estigma de sus fundadores que fueron importantes colaboradores de la dictadura militar. Para Renovación Nacional ha sido más fácil, porque ha sido históricamente menos monolítica, aunque entre sus creadores hubiera también muchos partícipes del régimen castrense. La UDI sabe que corre el riesgo de verse desangrada por Evópoli, el que nace para defender ideas liberales, pero sin el peso del pasado. Por un tema generacional, se trata de personas más jóvenes que no tienen que estar dando explicaciones del “contexto” y que nadie cuestiona por sus credenciales democráticas.

 

“Jaime Guzmán no fundó un partido populista, como es el sello de Bolsonaro, sino uno popular”, sentenció Javier Macaya.

 

Jair Bolsonaro es un enigma hacia el futuro. Pero el sólo pasado de este diputado y ex capitán del ejército obligaría a un partido democrático a ser cauteloso. No basta que diga que es liberal en lo económico y conservador en materia valórica. Tiene que demostrar que, si gana, no liderará un gobierno militarista que legitimará la tortura para poder enfrentar que Brasil tiene 17 de las 50 ciudades más violentas del mundo. O que no se transformará en un populista que hará caso omiso de las instituciones propias de un Estado de derecho. “Jaime Guzmán no fundó un partido populista, como es el sello de Bolsonaro, sino uno popular”, sentenció Javier Macaya. Ambas matrices son antidemocráticas, como también son una amenaza a un buen gobierno sus dichos anteriores que, aunque no estén en su programa, permiten calificarlo de misógino, xenófobo, contrario a los homosexuales, los inmigrantes y para qué seguir.

 

José Antonio Kast tiene una libertad de movimiento de la que ella carece, salvo que quiera convertir a su partido en uno pequeño  de extrema derecha.

 

Una cosa es que Van Rysselberghe jusitifique el viaje con que no quiere que gane la izquierda en Brasil, pero otra que contamine a su partido respaldando a dirigentes que tienen que probar que gobernarán con las cartas de la democracia y no representarán una involución para el país. O, ¿está tan preocupada del flanco derecho de la UDI, que está descuidando lo esencial?  Antes de 24 horas, José Antonio Kast estaba también visitando al candidato del Partido Social Liberal en Río. Pero él tiene una libertad de movimiento de la que ella carece, salvo que quiera convertir a su partido en uno pequeño  de extrema derecha. El gremialismo es el segundo conglomerado con más diputados en el Congreso y el que tiene mayor número de senadores. Y como le reprocharon sus parlamentarios, si Bolsonaro estuviera en Chile, no militaría en la UDI y no representa sus principios.

 

Tanto se ha criticado a los dirigentes de izquierda, incluida la ex Presidenta Bachelet, que firmaron la carta solicitando que dejaran competir a Lula en estas elecciones, a pesar de que es la Justicia del país más poderoso de América Latina la que lo puso en la cárcel.  Tanto se le ha reprochado que no se haga cargo que Bolsonaro -que las encuestas dicen ganará con cerca del 60 por ciento- es el producto de una izquierda corrupta, ideologizada, que no da respuestas a los problemas lacerantes de inseguridad en Brasil y de la mala administración económica de Partido de los Trabajadores de Lula. Son probablemente los que votaban al socialismo los que están oyendo el canto de sirenas del otrora militar.

 

Pero parece que el experimento en Brasil está también haciendo perder credibilidad a parte de la derecha que se lanza sin asegurarse que haya agua en la piscina. Y Van Rysselbeghe pareciera no estar consciente del daño.

 

FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO