Buena cosa el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución firmado al amanecer del viernes pasado. Cualquier cosa que detenga las incesantes marchas seguidas de pertinaz violencia, saqueo y destrucción que asolaron por 27 días a Chile no puede sino celebrarse.

El lado doloroso es que, si efectivamente se detiene la violencia -que por ahora sólo ha disminuido- quedará en la retina que la actitud de los líderes firmantes de la oposición fue fundamental para mantener viva la protesta social con su notable balance de más de 200 heridos con perdigones en los ojos y más de 1.300 carabineros lesionados, algunos graves, en el cumplimiento de sus deberes constitucionales. Hubo algunos, como el PC, que no quisieron nunca dialogar ni participaron en el Acuerdo, porque su apuesta sigue siendo la ingobernabilidad.

Ojalá haya sido esto un paréntesis doloroso para ser mejores. Que podamos procesar adecuadamente que hay miles de chilenos dispuestos a ser ladrones y a destruir, amparándose en rabias viscerales que no educaron porque crecieron en familias disfuncionales y asistieron a malos colegios, la mayoría públicos, donde los docentes se dan el gusto de ir a paro por dos meses con graves consecuencias para sus alumnos. Que logremos mejorar el Sename que se convirtió en una fuente de actores vandálicos porque según la Defensora de la Niñez, de los 300 niños que sufrieron vulneración de sus derechos desde el 18 de octubre, casi la mitad dependía del Sename, del área de protección o justicia juvenil. Que seamos capaces de rehabilitar a quienes caen en la cárcel porque el 78% de los 13.300 detenidos por hechos de violencia y saqueos estos días, 78% tenía detenciones previas y el 67% más de cinco aprehensiones anteriores.

“Chile despertó”, sí, pero a la violencia, y ojalá haya abierto los ojos también la conciencia social de los empresarios que ahora se comprometieron a pagar sueldos superiores al mínimo, pudiendo haberlo hecho antes y pudiendo exigirlo también en las labores subcontratadas. En vez, optaron por maximizar utilidades. Ojalá que esta toma de conciencia alcance asimismo a los que exhiben vidas de ostentación y no conocen la palabra austeridad.

Lo que se observa es que despertaron un monstruo que será difícil doblegar: la irrupción de grupos anarcos, antistémicos, delincuentes comunes y  narcos.

Chile protestó como nunca antes, pero ahora que se ha discutido el tema de la desigualdad, ojalá dejemos de repetir los eslóganes y mentiras como que Chile es el país más desigual del mundo (el octavo entre 17 países de América Latina y el Caribe, según Cepal) y seamos capaz de ver la película: el veloz despegue que tuvimos durante 30 años, período en el que el ingreso del 10% los más pobres creció dos veces más que el de los más ricos y nos convertimos en los primeros de Latinoamérica en todos los indicadores de ingreso y desarrollo humano.

Es cierto que miles salieron a la calle porque la foto es mala: las pensiones y los sueldos son bajos, la salud es burocrática e ineficiente, los remedios son caros, etc., pero no perdamos de vista que los recursos no llueven, sino que se generan. Las nuevas demandas exigen más y más, pero después de esta orgía de fuego y destrucción, somos más pobres. No sólo por los capitales que se pusieron alas para huir de la inestabilidad y la locura de chilenos destruyendo el país, sino que sólo reconstruir la infraestructura pública destruida costará cerca de 5 mil millones de dólares, más del doble de los 2 mil millones de dólares que recaudará la nueva reforma tributaria este otro año.

Ojalá que este reventón nos sirva para entender que tenemos que generar más riqueza para responder a las exigencias de esta nueva clase media que se duplicó en sólo 23 años, llegando al 58% de la población y quiere carreteras para andar en auto y salir de vacaciones, pero no tags con tarifas de congestión abusivas; aspira a un buen trato, a respuestas rápidas en Fonasa y desea poder elegir donde se atiende y ojalá una Isapre, pero rechaza tablas de cobro inclementes con las mujeres y los niños.

Ojalá no se boten a la basura las necesarias reformas para producir mayor riqueza, lo cual pasa por mayor inversión y productividad y no por focalizarse sólo en mayor recaudación para financiar asistencialismo. Sería deseable también que la oposición apruebe la agenda social del Gobierno para la clase media que torpedeó sistemáticamente hasta el reventón.

Si efectivamente el acuerdo entre los partidos fue también por la Paz Social, como se tituló, ojalá que los partidos opositores se resuelvan a apoyar la propuesta presidencial de seguridad, la que, en medio del fuego, el saqueo, los encapuchados y las barricadas, rechazaron días atrás.

Son muchos los que tienen la impresión que la izquierda pastoreó la violencia para obtener lo que no pudo ganar en las urnas, una nueva Constitución. Y aún desconocemos las consecuencias del uso político de la violencia, porque lo que se observa es que despertaron un monstruo que será difícil doblegar: la irrupción de grupos anarcos, antistémicos, delincuentes comunes y  narcos.