Cuando se conozcan los resultados de la elección presidencial y parlamentaria del domingo, los distintos partidos celebrarán sus victorias y morderán el polvo de sus derrotas, pero la estructura fundamental del sistema político chileno se mantendrá. En la segunda vuelta habrá una candidatura que represente a los sectores de izquierda y otra que represente a los sectores de derecha, obligando a los partidos a unirse detrás de una candidatura, aunque muchos la vean solo como el mal menor.

Aunque sea a regañadientes, los partidos de derecha se deberán alinear detrás de la candidatura presidencial que mejor represente sus intereses. Lo propio harán los partidos de izquierda. Los candidatos presidenciales que pasen a segunda vuelta deberán competir por el apoyo de los votantes moderados —que serán los votantes decisivos para escoger al ganador. Luego, el próximo presidente será el candidato que más convenza a los votantes moderados en segunda vuelta.

Inevitablemente, para muchos electores la segunda vuelta los obligará a escoger por el mal menor. Ya que sus candidatos favoritos habrán quedado fuera de carrera, deberán escoger entre opciones menos que óptimas. Si bien eso siempre pasa, este año el porcentaje de chilenos que se vea en esa situación probablemente sea el más alto desde el retorno de la democracia. En elecciones anteriores, ya que la candidatura más votada siempre estuvo por sobre el 40% (salvo en 2017, cuando Piñera solo alcanzó el 36,6% de los votos en primera vuelta) y la segunda más votada se ubicaba por sobre el 20%, el porcentaje de personas que optaban por alternativas que no lograban pasar a segunda vuelta se mantenía por debajo del 40%. De hecho, en 2017, un 40,7% de los votantes en primera vuelta optó por candidatos que no lograron pasar a segunda vuelta. En elecciones anteriores, ese porcentaje había sido de 28,3% en 2013; 26,3% en 2009; 28,6% en 2005 y 4,5% en 1999. Para este domingo, bien pudiera ser que más del 50% de los que vayan a votar opten por opciones que no lograrán pasar a segunda vuelta. Eso hará que la sensación de que están votando en segunda vuelta sea por el mal menor —o para evitar que gane alguien más— sea mayoritaria en el país.

Con todo, en segunda vuelta, mientras menos votación hayan sacado en primera vuelta los dos candidatos que sigan en carrera, mayores incentivos habrá para que moderen sus discursos y busquen al tan decisivo votante mediano. En la derecha, si José Antonio Kast logra mantener la ventaja que llevaba en las encuestas en semanas previas a la elección, los partidos de derecha tendrán la gran oportunidad de ayudarle a hacer un rápido ajuste para adoptar posiciones más moderadas. La señal de unidad que dará la derecha, especialmente si el otro candidato que pase a segunda vuelta es Gabriel Boric, consolidará rápidamente la unidad del sector. Después de todo, aunque Kast no sea del gusto de muchos, la necesidad —que siempre tiene cara de hereje— obligará a los partidos y militantes del sector a unirse para evitar una victoria de la izquierda.

La necesidad de Kast de atraer a votantes moderados lo llevará también a él a hacer especiales esfuerzos para atraer a aquellos que, en primera vuelta, optaron por alternativas distintas. Algo similar va a pasar en la izquierda, con los partidos y votantes de ese sector agrupándose en torno al candidato que logre pasar a segunda vuelta.

Los incentivos a la moderación son una de las grandes fortalezas de los sistemas presidenciales con segunda vuelta. Para ganar, y también para poder gobernar, los candidatos deben buscar la moderación. Ahora bien, como Chile decidió innovar realizando elecciones presidenciales a la par de un proceso constituyente, los incentivos a la moderación que tienen los candidatos presidenciales no existen en la agenda de la convención constitucional. Electa hace varios meses, la convención tiene preferencias que están cargadas bastante más a la izquierda que lo que vemos hoy en el electorado. Por eso, aunque el próximo presidente deba tomar decididamente el camino del centro y la moderación para ganar la elección, la convención constitucional seguirá empujando los límites a la izquierda.  Lamentablemente, eso inducirá a un conflicto directo entre el próximo gobierno —que habrá ganado por el centro y que necesitará gobernar desde la moderación— y la convención constitucional que está convencida de que su tarea es correr los límites de la institucionalidad a la izquierda.

Los meses que se vienen para Chile son especialmente complejos. Lamentablemente, aunque esto era predecible, muchos prefirieron ignorar la evidencia comparada y empujaron el camino de un proceso constituyente mal diseñado y, hasta ahora, pobremente ejecutado. Por eso, aunque los incentivos institucionales del sistema de elecciones presidenciales con segunda vuelta inducen a la moderación, los incentivos de este proceso constituyente mal diseñado nos van a llevar a una confrontación entre el próximo gobierno —cualquiera que este sea— y una convención constituyente que tiene pocos incentivos para ser razonable y moderada.

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Patricio Navia

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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