La actitud de una buena parte de la oposición ante la respuesta del gobierno a la pandemia equivale a la acción irresponsable y autodestructiva de un pasajero que quiere hundir el barco simplemente porque no le gusta el capitán. Si bien es evidente que el gobierno ha cometido errores —y que en algún momento pecó de optimismo excesivo al actuar como si estuviéramos saliendo de la pandemia—, los datos confirman que, aunque el virus también ha mostrado su letal poder en Chile, nuestro país no tiene que lamentar las tasas altísimas de fatalidades que se están viendo en la región. Porque, independientemente de la opinión que tengamos sobre el capitán —o de qué tanto compartamos su estilo o sus visiones políticas—, para que Chile pueda llegar a puerto seguro en la lucha contra el coronavirus, todos necesitamos que el capitán haga bien su trabajo y, por sobre todo, que nadie quiera hundir al barco solo para arruinarle la carrera.

Siempre es difícil predecir qué impacto va a tener una tormenta cuando se está en medio de ella. El costo que tendrá el coronavirus en número de vidas dependerá, en última instancia, de qué tanto colabore la población nacional con los instructivos del gobierno y con las políticas de salud que se implementen para combatirlo. De poco sirve que el gobierno anuncie políticas adecuadas si la población no hace su parte. Aunque algunos sienten la tentación de que el Estado comience a usar la mano dura para imponer una cuarentena estricta y para hacer cumplir las políticas de distanciamiento social, la verdad es que ningún país en el mundo tiene la capacidad para obligar a la población a tomar las medidas que individualmente debe tomar cada persona y cada familia para protegerse y cuidarse. El Estado puede mostrar el camino y acompañar a la gente. Pero los ciudadanos no son borregos que puedan ser pastoreados por un Estado protector. Si la gente no se cuida, da lo mismo que se implementen las mejores políticas públicas para combatir la pandemia.

Adicionalmente, el éxito de los gobiernos para materializar sus políticas depende en buena medida de la capacidad del Estado. Por más que un gobierno tenga buenas intenciones e ideas razonables, si no hay capacidad estatal para llevarlas a cabo, la realidad de la calle no reflejará las intenciones del gobierno. En varios países de la región, como Perú, la rigurosa orden de aislamiento no se ve reflejada en las calles de la ciudad porque, si bien el gobierno está diciendo lo correcto, la capacidad estatal en ese país es bastante más limitada que en Chile. En nuestro país, afortunadamente, tenemos bastante más capacidad estatal para aterrizar los anuncios en realidades concretas. Pero incluso en Chile, esa capacidad es limitada. El anuncio del gobierno sobre la distribución de 2,5 millones de cajas de alimentos demuestra las limitantes en la capacidad de respuesta del Estado. En ese sentido, tal vez hubiera sido mejor focalizar la capacidad estatal en lo más urgente y en lo que mejor hace y, en vez de distribuir cajas, distribuir dinero y dejar que la mano invisible del mercado solucione los problemas logísticos de hacer llegar los alimentos a donde la gente los necesita.

Como si no fueran suficientes los problemas de lograr que la gente actúe responsablemente sin necesidad de que la autoridad los esté vigilando todo el tiempo y lograr que la capacidad estatal dé el ancho ante el complejo desafío de combatir la pandemia, el gobierno se debe enfrentar a un sector de la oposición que parece más interesado en lograr que el capitán pierda su trabajo que en ayudar a que el barco llegue a puerto. Es más, por la forma en que critican al gobierno y por el placer que parecen tener cada vez que hay una mala noticia sobre el avance del coronavirus, da la impresión de que algunos líderes de la oposición están con ganas de que se hunda el barco. Con tal de lograr humillar al capitán, algunos gozan cada vez que los chilenos reciben noticias desalentadoras sobre el avance del coronavirus. Por ejemplo, no faltan los líderes de la oposición que, solo para lograr la humillación del Presidente Piñera, que prometió lo contrario, quisieran que haya chilenos que no puedan acceder a un respirador mecánico porque se acabó la disponibilidad.

Resulta difícil de entender cómo hay líderes políticos que están dispuestos a aceptar que mueran más chilenos con tal de que Piñera aparezca derrotado en su lucha contra el coronavirus. Como si no entendieran que cuando le va mal al gobierno, le va mal a Chile, parecen olvidar que, pase lo que pase, Piñera dejará de ser presidente antes de que los chilenos hayamos olvidado los estragos que está dejando la pandemia. Por eso es incomprensible esa obsesión con lograr que Piñera termine humillado cuando eso significa que muchos más chilenos sufrirán la pérdida de algún ser querido a manos del virus.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.