Para muchos, el plebiscito de salida en el proceso constituyente es la mejor garantía para evitar que la nueva constitución sea un bodrio. Desafortunadamente, porque será tan extensa que incluirá muchas cosas que constituyen legítimas aspiraciones de las personas así como artículos que harán más mal que bien, mucha gente votará por aprobar el nuevo texto motivada por la esperanza de lograr que sus sueños se conviertan en realidad pese a las aprensiones que pudieran tener. De ahí que sea equivocado depositar la esperanza en que una mayoría rechace la nueva constitución en el plebiscito de salida. Igual que aquellos que votaron a favor de iniciar un proceso constituyente porque pensaban que esa una píldora mágica para solucionar los problemas que enfrentaba Chile, muchos creerán que sus vidas cambiarán para mejor porque la nueva constitución garantizará pensiones dignas y múltiples derechos sociales y, por eso, aunque tengan dudas sobre el texto en su conjunto, optarán por votar Apruebo en el plebiscito de salida.

El proceso constituyente tiene una importante carga de simbolismo que hace que la gente quiera su éxito. Igual que cuando una persona se va a casar, todos sus amigos quieren su felicidad. Incluso cuando hay dudas sobre su pareja —que viene saliendo de rehabilitación de drogas, que es alcohólico en recuperación, que estafó a sus padres y dejó abandonado a sus hijos por varios años—, los amigos siempre aspiran a que las cosas esta vez terminen bien. Algo similar ocurre con la forma en que los chilenos miran el proceso constituyente. Aunque la Convención ha dado múltiples razones para que empiecen a surgir dudas y cuestionamientos, la gente en el fondo de su corazón quiere que el proceso constituyente termine bien.

Por eso, las declaraciones destempladas de algunos de los convencionales, las polémicas innecesarias, las actitudes matonescas, las amenazas veladas y abiertas a menudo son minimizadas por una opinión pública que ve en el proceso constituyente la oportunidad para expiar los pecados pasados de la república, el elitismo, el abuso y la exclusión.

Lamentablemente, la redacción de una nueva constitución es más que un rito religioso con carácter expiatorio —no es el bautismo en el río Jordán que nos convierte en nuevas personas. La constitución tampoco es una declaración sobre el tipo de país que queremos construir o una larga lista de deseos de los derechos que quisiéramos tener. La constitución establece las reglas del juego del proceso democrático. La constitución no es poesía. Se parece más bien a un manual de instrucciones que permite hacer que funcione una compleja máquina.

Por eso, la importancia simbólica que la gente atribuye a la nueva constitución probablemente los llevará a evaluar el contenido del nuevo texto de una forma equivocada. En vez de considerar qué tan bien funcionarán las instituciones y se estructurarán las relaciones de poder, la gente va a ver qué derechos sociales promete el nuevo texto antes de decidir si aprobar o rechazar el nuevo documento.

Como la Convención sabe cuáles son los criterios que usará la gente, el nuevo texto incluirá derechos sociales que harán difícil que la gente considere la opción de votar Rechazo en el plebiscito de salida. Igual que un árbol de pascua, la nueva constitución tendrá regalos para todos que harán muy difícil argumentar que el mejor camino para Chile pasa por rechazar el contenido del nuevo texto.

Es verdad que la Convención Constitucional pudiera extremar tanto sus posiciones que el nuevo texto termine siendo inaceptable para una mayoría de la población. Pero parece más probable que produzca un texto que, teniendo muchos artículos y visiones retrógradas que dificulten el buen funcionamiento de la democracia y las instituciones, también incluya derechos sociales que están en el corazón de las demandas de la gente y que vienen a responder al malestar y descontento que se expresó en las calles a partir de octubre de 2019. Esas promesas de mejoría en la calidad de vida y en el acceso a derechos sociales harán que muchas personas, no sabiendo o no estando interesadas en el resto del contenido de la nueva constitución, entusiastamente vayan a votar Apruebo en el plebiscito de salida.

Independientemente de quién gane la segunda vuelta de la elección presidencial en diciembre, el próximo gobierno deberá competir por la atención y los sueños de la gente con una convención constitucional que puede hacer promesas múltiples sin tener que preocuparse por cómo se van a financiar dichas promesas. Mientras el gobierno deba esmerarse en encontrar los fondos para pagar por las promesas que sean incorporadas en la nueva constitución, la convención constitucional solo estará preocupada de sumar suficientes promesas diversas que logren generar el apoyo suficiente al nuevo texto para asegurarse de que la opción Apruebo resulte triunfadora en el plebiscito de salida a realizarse en la segunda mitad de 2022.

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Patricio Navia

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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