La dictadura de Raúl Castro celebró una vez más, como cada año durante casi seis décadas, el éxito del proceso que condujeron Fidel Castro, el Che Guevara y sus barbudos contra Fulgencio Batista.
Fue un momento emotivo y triunfal, el dictador Batista había sido derrocado y los cubanos ovacionaban en las calles a los líderes del movimiento revolucionario, convertidos en verdaderos ídolos para su pueblo, que se sentía liberado y pensaba que tendría un futuro mejor.
El impacto continental fue inmediato: desde diversos países surgieron voces de apoyo y, mucho más que eso, Cuba pasó a ser una especie de símbolo: se le llamó el primer territorio libre de América Latina y apareció como una alternativa de desarrollo en un continente caracterizado por sus fracasos, miseria y frustraciones.
Quizá por eso, ciertamente también por su fe comunista, el poeta Pablo Neruda publicó su Canción de Gesta, donde cantó las glorias de la Revolución Cubana en 1960, en una temprana solidaridad chilena:
“Y así, pues, en lo alto de estos montes,
lejos de Chile y de sus cordilleras
recibo mi pasado en una copa
y la levanto por la tierra entera,
y aunque mi patria circule en mi sangre
sin que nunca se apague su carrera
en esta hora mi razón nocturna
señala en Cuba la común bandera
del hemisferio oscuro que esperaba
por fin una victoria verdadera”.
En estas décadas ha corrido mucha agua bajo el puente: la ilusión revolucionaria derivó en golpes militares y posteriormente la democracia vino a reemplazar, con nuevas esperanzas, los sueños de ayer. A fines del siglo XX América Latina era parte de un mundo más pragmático, con menos poesía, pero donde se podía vivir mejor y en libertad. El problema de fondo, en el caso cubano, es que la revolución de 1959 no había restablecido una democracia en la isla, sino que había perpetuado la dictadura personalista de Fidel Castro. Y a pesar de algunos logros en el plano social, en alfabetización por ejemplo, el costo humano y la miseria que acompañaron todo el proceso han provocado la desilusión de muchos que soñaron con los revolucionarios, que creyeron en su gesta, que defendieron su victoria.
La caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética terminó con los socialismos reales en muchos lugares, pero no en Cuba. La enfermedad de Fidel Castro no significó el fin de la dictadura, sino simplemente su reemplazo por Raúl, el hermano leal, comunista desde la primera hora, que sabría continuar la tarea, aunque ello se hiciera por una vía poco convencional, que es el modelo propio de las monarquías patrimoniales. La muerte de Fidel Castro tampoco ha terminado con el régimen cubano, que vive una etapa de transición hacia un futuro difícil de prever.
Con ocasión de este nuevo aniversario de la Revolución Cubana, Raúl Castro recibió los saludos de Nicolás Maduro, uno de sus más fieles aliados en América Latina: “Heredera de la gesta de los mambises, entraba victoriosa en La Habana el 1° de enero de 1959, poniendo fin a la brutal tiranía de Batista, culminando así con el ciclo de dominación oligárquica, colonial e imperialista”. Posteriormente agregó, recordando la unidad promovida por Fidel Castro y Hugo Chávez: “La unión de nuestras revoluciones rindió frutos en la construcción del Alba, Petrocaribe y la Celac y ha sido vanguardia en la lucha por un mundo multipolar, y seguirá profundizándose en el fortalecimiento de estas grandiosas obras así como en nuevos proyectos económicos, políticos, sociales y culturales para llevar bienestar a los pueblos de la Patria Grande y el mundo”.
Todo ello no pasa de ser retórica revolucionaria tardía y con poco futuro, de una Venezuela que también vive horas amargas y cuyo régimen bolivariano busca perpetuarse en el poder, contra viento y marea, contra las denuncias de la comunidad internacional y también contra la mayoría del pueblo que en diversas instancias se ha pronunciado por el cambio en el camino. No es claro cómo se resolverá la crisis institucional, política y económica, social y humanitaria que afecta esta vez a Venezuela.
Este 1° de enero ha comenzado el aniversario 60 de la revolución cubana, lo que sin duda es mucho tiempo para tener un solo gobierno, aunque con dos hermanos. Llama la atención que en instituciones internacionales y también en líderes de opinión hay condenas muy claras en contra de las violaciones a normas constitucionales en Venezuela, pero no ocurre lo mismo en el caso de la dictadura cubana, que parece gozar de una especie de fuero, o prestigio histórico, que le permite mantenerse sin tantas críticas ni condenas.
El pasado es inmodificable. Como ha dicho Yoani Sánchez, este nuevo año sorprende al régimen de Castro con menos amigos en la región. Así lo resumió la famosa bloguera cubana: “En América Latina, la salida del poder de Rafael Correa en Ecuador, y la posterior distancia que ha marcado Lenín Moreno, junto a la derrota electoral de la izquierda en Chile, han seguido profundizando la soledad de la Plaza de la Revolución”. Esto podría abrir una tendencia más clara hacia la libertad y con mayores esperanzas hacia ese futuro que permanece abierto.
Sin perjuicio de ello, sabemos que la Presidenta Michelle Bachelet ha decidido realizar uno de sus últimos viajes precisamente a la isla entre este 6 y 8 de enero. El viaje se ha justificado por la necesidad de profundizar el pequeño intercambio comercial entre Chile y Cuba, que incluso ha disminuido en los últimos años. La razón de fondo debe buscarse en antecedentes históricos y adhesiones ideológicas o simbólicas, que llevan a la Presidenta incluso a soportar las críticas sobre este viaje, que parece curioso e inapropiado, pero que no la disuaden de su visita. En los últimos días la oposición, e incluso parlamentarios oficialistas, han pedido al gobierno que aproveche la ocasión para condenar las violaciones a los derechos humanos en Cuba; dirigentes de la Democracia Cristiana le solicitaron que acepte reunirse con la disidencia. No sabemos si ello ocurrirá, pues se trata de un tema en que Bachelet ha demostrado tener una posición muy consistente como declarada admiradora del dictador Fidel Castro, a quien llamó “líder de la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina”.
Alejandro San Francisco, historiador, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la Universidad San Sebastián, director de Formación del Instituto Res Publica (columna publicada en El Imparcial, de España)
FOTO: DAVID CORTES SEREY/AGENCIAUNO.